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El legado de Rodolfo Walsh

11/6/2017 Interesante

La escritura de Rodolfo Walsh parece estar movida por el sueño secreto de un cartógrafo lúcido y tenaz...

Por:   Ferro Roberto
 

La escritura de Rodolfo Walsh parece estar movida por el sueño secreto de un cartógrafo lúcido y tenaz, que convencido de la inestabilidad del sentido del trazo no concibió su empresa como un sueño individual, sino como un proyecto que se propone provocar en los lectores movimientos incesantes de perpetua inquietud. La obstinación en recortar el sentido de su escritura centrando las interpretaciones críticas en las circunstancias políticas que refiere, tiene un lastre que he buscado conjurar: el olvido de las relaciones que el conjunto de sus textos va tramando con los discursos constitutivos de la literatura, la antropología, el periodismo, la historia.

El legado de un escritor reside tanto en  su obra como el modo en el que la imagen de su vida permanece en la memoria de los otros como parte inseparable de esa obra. En los textos de Rodolfo Walsh han quedado marcas que, además de registrar y promover el sentido, dan a leer una magnitud significativa no expresada en palabras o silencios, sino presente en el gesto con que ha jugado su vida por esa obra. Y ese legado, se hace presente cada vez que el lector debe asumir la responsabilidad de testimoniar con su mirada ese gesto. El encuentro con Livraga, el fusilado que vive, en diciembre de 1956, señala un punto en el que Walsh establece otro vínculo con la forma en que había pensado su obra y construido su vida; a partir de entonces, la trasformación se manifiesta en el gesto con que apuesta todo el capital simbólico y existencial acumulado hasta ese momento por una nueva alternativa de futuro. Ese movimiento es una convergencia del cuerpo en un proyecto significante para producir una conmoción tanto emocional como intelectual y volitiva en sus interlocutores. El gesto legado por Walsh no sobreimprime en la letra de su escritura un querer decir sino, antes bien, el riesgo de un saber hacer. Cuerpo y escritura se traman en el primer encuentro con Livraga y se extienden a lo largo de toda la trayectoria posterior de Walsh hasta integrar un inseparable hacer significativo.

En el prólogo de 1957 a la primera edición de Operación Masacre dice: Escribí este libro para que fuese publicado, para que actuara, no para que se incorpore al vasto número de ensoñaciones de los ideólogos. El imperativo que asume como propio es ético: una búsqueda indeclinable de justicia. En los diversos proyectos político-sociales en los que se participó en los años siguientes sus acciones tuvieron ese mismo denominador ético: jugarlo todo para alcanzar finalmente un día de justicia verdaderamente igualitaria para todos. Los que rastreamos la obra de Walsh tratando de rescatar su legado no podemos olvidar o desvirtuar ese gesto que marca a su textualidad y a sus lectores de modo indeleble.

Curso de Rodolfo Wahs En MALBA Octubre 2017

 

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Ana Abregú.

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