METALITERATURA

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El paroxismo de narrar. Ana Abregú y su literatura

12/4/2019 Interesante

¿Quién narra en Mover el punto (2019) y Paranoxia Dalí (2019) de Ana Abregú? 

La escritura de ambos textos discurre en una tensión entre la disolución del protagonista, del sujeto, del hablante –“yo” es “tú” que es “él”, en múltiples combinaciones– y la gramática dura del lexema, de la máxima: “El tiempo, lo único que tenía de permanente, era su obcecación”, “los pequeños infiernos se arman con la multiplicidad”, “si la muerte fuera hombre, tendría el humor y la insensatez necesaria para no desperdiciar ese cuerpo pudiendo hundirse en él”, “después de todo la muerte es la historia total, no existiría sin desaparición”, citas de Mover el punto; “El misterio es una puerta que duerme bajo el influjo de una gama de colores”, “me descamo como un pez boqueando”, “el arte es otra cosa, el arte es un caos que se hace de escombros”, “Creer es un movimiento del alma que genera infinitas suposiciones”, de Paranoxia Dalí.

Por:   Lopez Silvana R.
 

            En esa cuerda que se tira, estira y se afloja, Abregú cuenta, en sus novelas, una historia que se resume en pocas palabras pero que funciona como génesis para el despliegue –con una escritura minuciosa, omnisciente y profusa, íntima y éxtima– de una teoría de la escritura, de una teoría de la novela, de una teoría de la literatura, de una teoría del arte; desahuciando, hasta el paroxismo, los elementos que las componen y así desnudar capa por capa, la materialidad y la hechura de esas dimensiones. Abregú edifica y erosiona. La escritura –la reescritura– va y viene por la lengua, ovillando un personaje, un espacio, un secreto, un enigma, para luego desatarlo. La narración, y la teoría, discurren, de ese modo, en un juego de espejos que se multiplican, cóncavos y convexos, o se interceptan en un punto, en una línea, en un plano. Un juego de luces y sombras, una física de la materia; allí se juega el trauma de la vida, el misterio del hombre y de la humanidad, el misterio de la muerte y, por lo tanto, la posibilidad e imposibilidad de narrarlos: ¿alcanzan las palabras para narrar? parece plantear Abregú en cada línea o fragmento. ¿Alcanzan?

            El “es”, “es”, “es” de Paranoxia Dalí se deshace en cada línea o en el aparte siguiente; la Muerte es “rubia”, es “morocha”, es una ensoñación... la Muerte es “mujer” y, ¿perdona la vida de un escritor fracasado y alcohólico, en Mover el punto? La trama narrativa retorna como pretexto porque lo que funciona y provoca la escritura de Abregú es el perderse en los meandros de la profusión de las palabras, del narrar a un milímetro de distancia, tan cerca que quema como hierro incandescente.

            En la dirección de lo que provoca su escritura, conversé con Ana:

 

S.L.: Por repetición y diferencia, ¿cómo pensás la literatura? ¿Tenés un canon, textos o escritores a los que permanentemente volvés para leer y releer?

 

A.A.: Estoy siempre releyendo, pero me dejo llevar, constantemente emprendo la relectura. Sé que hay un proceso de acumulación, y reelaboración, cada vez será como una primera vez, nuevos descubrimientos. Me aficiono a escritores por épocas, aunque a veces me desvío, para volver a orientarme releo para reencauzarme sobre qué busco y trabajo como escritora. Me convocan escritores como Salvador Elizondo, Juan José Saer, Néstor Sánchez –tengo un poco de manía con Sánchez, o envidia, no sé bien–, Liliana Heer, Enrique Vila-Matas –releer te invita a ser como el lector salteado que propone Macedonio–, también ensayos de todo tipo, física, biología, matemáticas, y poesía, otra de mis obsesiones, leer a Liliana Celiz.

Escribí en diversas ocasiones sobre su impresionante obra, por ejemplo: La espesura en su poesía, donde se puede leer uno de sus poemas.

Poeta no muy conocida, pero para mí extraordinaria, a quien conocí –ya falleció–, pero que me acompaña en una novela que tengo siempre escribiendo en mi cabeza. Soy una (h)ojeadora de poesía en librerías, descubro escritores interesantes, motivadores, muchos desconocidos.

Y por supuesto, me apasionan las teorías, no me quiero extender, ya leíste algunas de mis teorías físicas, pero también matemáticas, biológicas, son fragmentos que fusiono con lo literario, por ahora, relatos, están publicados aquí y allá, no llegan a ser novelas, aún. Quién sabe. No hago notas, escribo  sin mediaciones en sitios de prensa en la Internet.

 

S.L.: Paranoxia Dalí exhibe una biblioteca, literatura e historia, arte y psicoanálisis, son llevados en ese texto a la hipérbole, ¿cómo fue el proceso de investigación y escritura de la novela?

 

A.A.: Fue una experiencia fuerte, atravesé geografías, biografías, arte, historia, teología, mística, un período del psicoanálisis, la psiquiatría y sus referentes, en un momento convulsionado: la guerra de Europa; época en la que también la Física desarrolló sus teorías, así como otras que prefiero que descubra el lector. La investigación del espacio geográfico me llevó meses; cuando empecé a prefigurar la localización, me ocupé de contactar a gente del lugar: transcurre en Gaspé, península de Gaspesie, en Canadá. La precisión geográfica tenía protagonismo, así como cada elemento, personajes, nombres, dinero, alimentos, educación, atendí a cada detalle de lo que sucedía en 1943, fecha de la historia. Los habitantes del lugar me ayudaron enviándome mapas, fotos, historias; fue tal vorágine que lamento no haber registrado a cada una de las personas que me ayudó. A ello se sumó el hecho de que el intercambio era en francés. Fue un proyecto pretencioso que me mantuvo flotando en la atmósfera de la novela ya que no escribo notas, recopilo datos de fuentes y convivo con la historia en mi cabeza.

Luego de un año de recopilar material, me senté y la escribí, con todo en la cabeza y empujándome para ser escrita. Creo que mi perfil de programadora me ayuda a organizar el material y así escribir enfocada y sin desvíos.

 

S.L.: ¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Articulas un proyecto literario o simplemente escribís?

 

A.A: Elaboro un proyecto y convivo con él en mi cabeza. Me impresionan los escritores que ordenan sus materiales en cuadernos. Mis registros son la referencia de un libro, de una página, un link de Internet, tengo un programa de stickers en la pantalla donde voy anotando esa información, así, como aparece. Soy informática tengo la disciplina del programador, no hacemos notas, elaboro un algoritmo en la cabeza: programo, escribo. Parece robótico, pero así funciona para mí. Con el tiempo la corrección es de forma. Pero, en la corrección, convivo con lecturas y la ruptura. En Paranoxia Dalí, siempre se está rompiendo el género, la biografía, el ensayo, el policial, el suspenso, la historia. En Mover el punto, se rompe el tiempo, los sexos, las edades, los puntos de vista, las focalizaciones, los narradores y algunos más que dejo para el misterio.

El personaje, Dalí, me lo hizo fácil. Las circunstancias de mi escritura se asemejan un poco a lo que representa la vida de Dalí. Leí todo sobre su vida, sus biógrafos, ensayos, sus propios textos. Tengo una biblioteca completa con todo ese material que leí y releí, algunos, varias veces.

 

S.L.: ¿Cómo fue el proceso de escritura de Mover el punto? ¿Cómo funciona en ese texto la idea de que constantemente somos ladrones de la palabra sin encontrar el darle un sitio al pie?

 

A.A.: En principio, fue un ejercicio de escritura, pensando justamente en el canon literario y lo difícil que resulta salirse de una horma. Como no tengo dudas de que siempre estoy en el camino de otro, intenté salirme de ese camino. Cuando convivís con novelas, la memoria te juega traiciones y creo haber desarrollado cierta capacidad para despreciar ideas: justo por exceso de información o de lecturas, si se quiere. Un día de enero –lo recuerdo porque es un mes que trabajo poco como informática–; junté esos desprecios y los escribí, habrá muchas cuestiones de por qué los consideré “desprecios”. Mover el punto condensa, creo, un poco, mi modo de acercarme a la literatura.

La idea de retomar desde cualquier punto, cualquier personaje, y generar narrativos como una radiación están allí; Roberto Bolaño con Los detectives salvajes y su maquinaria narrativa, también.

Voy a contar una anécdota, en febrero, y sin sostén para contener ese caudal de Mover el punto, no podía decidir si tenía un material de novela, o un ejercicio escritural, o qué. Consulté con Juan Martini, nos conocíamos por amigos en común. Me citó en su casa, dejé el manuscrito; a la semana siguiente, me llamó y rechazó completamente trabajar con ese material, lo digo así: “completamente” porque fue el gesto, algo de enojo, me lo devolvió hasta con mala educación, desde ese momento me ignoró para siempre a pesar que compartíamos espacios de encuentro literarios, ni me saludaba. No sé qué rechazo superior le produjo este texto. Me dejó estupefacta. Me preguntó si Paranoxia Dalí –que ya tenía escrita–, era como Mover el punto –aunque no tenía ese nombre en ese momento–, me quedé cohibida, no supe contestar. Intenté que me definiera qué significaba el “así como ésta”, respondió: “compleja”. Me pareció una respuesta “completamente” descentrada. Luego consulté con el escritor Roberto Ferro, quién finalmente me tranquilizó y alentó a ignorarlo.

Esa primera impresión de Mover el punto dejó en suspenso la novela, por algunos años. Luego, la publiqué sin reescribirla,  confié en la escritora María Claudia Otsubo la corrección. La confirmación de la calidad de la novela –muy valiosa para mí– provino de la escritora Liliana Heer, a quien se la acerqué por recomendación de Roberto Ferro, y que tuvo la generosidad de comentarla

 

 

S.L.: Cuál es la inflexión que genera el enigma en tu escritura, leído como secreto, en clave histórica, o como indicio de un policial?

 

A.A.: Es una pregunta interesante, no pocas veces, amigos, lectores, me han insinuado que debería escribir policiales, o suspenso, aún cuando leen  esos rasgos en mis textos, y saben de mi insistencia por  encontrar errores argumentales, torceduras, imposibilidades, aspectos que detecto durante la lectura de materiales de escritores con los que trabajo usualmente, incluso en guiones ó en películas.

Pero mi búsqueda es otra, romper en lo posible las sujeciones de los elementos de escritura. Concentrarme en un elemento determinado de la estructura literaria y tensarlo hasta el extremo. Eso es, creo, lo que me estimula: romper lo que pueda. Ideas, elementos literarios, géneros. Es una operación que deviene de mi profesión, romper lenguajes, migrarlos, mezclarlos entre sí.

Leo mucho, leo tratados de todo tipo, de arte, de fotografía, de turismo, de medicina, de psicología, antropología.

Hasta aquí respondo a tus preguntas sobre cómo, agrego por mi cuenta: de qué escribo. Escribo sobre la identidad. En Paranoxia Dalí asedia la cuestión sobre si las preguntas –esa herramienta propia del psicoanálisis– son suficientes para determinar la identidad. Está también en Mover el punto, e incluso en mis otras novelas, El espejo deshabitado y Adelaida Sharp en tu tiempo.

Con un tema y  los elementos de “instigación” en la cabeza, un día comienzo a escribir, siguiendo una idea rectora: romper algo. Romper el texto.

 

 

Ambas novelas se consiguen en Amazon o en MercadoLibre, en papel o digital:

Mover el punto.

Paranoxia Dalí.

 

 





Ana Abreg�.

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