METALITERATURA

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Reseña semipoética

12/1/2006 Interesante
...Empecé a hojearlo en el subte de regreso a casa. La conexión con su escritura fue tal que casi me paso de estación en el trayecto. Simplemente no podía despegar mi vista de la lectura...
Por:   Gonzalez Gerardi Cecilia
 
Reseña semipoética de Prematuro. Poemas de noche, de Matías Alvarez Lutereau Por Cecilia Gonzalez Gerardi Estudiante de Letras – UBA celezdi@gmail.com Llegó a mis manos el libro de poesía Prematuro. Poemas de noche, primer libro del joven poeta O. Matías Alvarez Lutereau, publicado por la editorial Aurelia Rivera a principios de 2006. Empecé a hojearlo en el subte de regreso a casa. La conexión con su escritura fue tal que casi me paso de estación en el trayecto. Simplemente no podía despegar mi vista de la lectura. “Tengo que llegar a casa y escribir una reseña”, me dije, y volví a leerlo, deteniéndome en cada poema arrancado de su pluma. Porque si hay algo que puede definir Prematuro... es la desolación convirtiéndose en desgarro en la letra escrita. Aunque éste no sea el desgarro wertheriano ante la amada imposible. No. Este desgarro es de otra naturaleza. “Tengo que llegar a casa y escribir una reseña”, me repetía sin cesar, mientras volvía a surcar sus páginas. Más, ¿cómo apresar en palabras inteligibles esas sensaciones de que inunda su escritura? ¿Cómo hablar en discurso humano de esa profunda intimidad? ¿Del susurro que murmura lejano el saber del mundo? De un mundo que no parece completamente aprehensible. Ni comprensible. Ni siquiera deseable. No de un mundo idealizado por el clásico lema de “la vida es bella”. Habría que inventar la alquimia precisa para producir los términos exactos capaces de aprisionar la esencial filigrana de ese mundo de soledades y desconsuelo de que está hecha su escritura. Mundo desencantado, en el que el yo poético se sumerge con la certeza de pisar en falso. Más pisa en falso con ganas desesperadas, en el también desesperado intento de refutarse a sí mismo. Al entrar en contacto con sus versos la razón se apaga, como si el cuerpo supiera que de allí no vendrá respuesta alguna. Y el alma es tomada por asalto por su franqueza desoladora. El aquí y ahora se plantea como el nunca nostálgico que puede volver a ser de nuevo. Que quiere volver a ser de nuevo. Y que, a veces, lo logra. El yo poético se construye en la incertidumbre del presente. Nace, transcurre, deviene, agoniza y vuelve a renacer empapado en ella. En ese andar sin guía ni destino prefijado. En esas idas y venidas; marchas y detenciones. Vaivén. Las ansias y la pérdida. El éxtasis y la agonía. El tránsito. Quedan las cenizas de un mundo jamás inventado, pero que contiene en sí la potencialidad de ser creado. Queda el deseo de ese otro más allá que se busca incansable, insaciablemente, con la incertidumbre como fiel compañera. El rumor sordo de un NO espetado contra la frente. La marca de una luminosidad apagada, embebida de decires.