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Reseña de Hasta Dios en camello de Mariel Pardo

4/15/2015 Interesante

El segundo libro de cuentos de Mariel Pardo está formado por nueve partidas y un retorno, diez viajes que algún argentino hace por fuera de su tierra y de sus prejuicios. Y Diez es un número clave cuando nos damos cuenta que el Dios del título es el Diez, Diego, Maradona. 

Por:   Milanese Julia
 

Cada una de las historias visita una ciudad del mundo, Moscú, París, Doha, Londres, Río de Janeiro, Dubai, Roma, San Petersburgo, San Francisco, Buenos Aires, y la abre al lector a través de personajes que salen a la búsqueda de algo que finalmente no encuentran.

El viaje, horizonte mágico del siglo XIX, que prometía la aventura, lo desconocido, la resolución de todas las incógnitas, el encontrar al otro y al sí mismo; en los cuentos de Hasta Dios en camello se resuelve en un encontrar nada, y es el lector también el que queda desasosegado por el resultado, siente la desilusión de la promesa que no fue. Pero como en todo viaje, lo más importante no es llegar al destino, sino narrar la travesía. 

 Ya desde su libro El Felpudo y otros cuentos, los relatos de Pardo narran una cotidianidad asaltada por un tinte inquietante que, sin embargo, nunca resulta para el lector completamente ajeno o extraño. En la credulidad inocente de “La hija del soviet”, en la culpa infantil de “Arrullo de nana”, en la sensualidad resentida de la protagonista de “O amor mais grande”, se encuentra la potencia de alcanzar al lector en aspectos en los que se puede reconocer a sí mismo (incluso en facetas de su psiquis que le daría vergüenza confesar).

En “Hasta Dios en camello”, las ciudades también protagonizan las historias. Se nombran sus calles y sus puentes, sus cafés y sus rarezas, a veces desde la mirada alucinada del latinoamericano -un poco a la manera de Los doce cuentos peregrinos de G.G. Marquez, especie de exilios momentáneos-. Y mientras los personajes decaen hacia el confín de su viaje, las ciudades que los hospedan como visitantes casuales e inesperados, muestran otra declinación: los submundos que las pueblan. Ciudades de Deriva.

En cada relato, las urbes, como los personajes, comienzan a ser asaltadas por algún componente desestabilizador o decepcionante. La comida de Río es insípida, el londinense es artificioso, los ex agentes soviéticos duermen entregados a la desdicha en un museo zarista. No deja Pardo de representar en sus cuentos una argentinidad emblemática, que llena a sus personajes de prejuicios clasemedistas. El viaje del argentino (una mitología para Barthes) fantasea turistas que se pierden en el anonimato extranjero y dejando de ser ellos mismos se convierten en cualquier Otro. Redimirse: eso es lo que habilita un viaje.

Pero para una literatura que está acostumbrada a la metáfora del viaje interior en el viaje físico, en estos cuentos, el viaje exterior es desproporcionado frente al viaje interno. La travesía de los cuerpos es larga y exótica, mientras que la interna, en ese mismo movimiento, se trunca y se imposibilita. Como se narra en “Hasta Dios en camello”, donde la protagonista abandona en Dubai la posibilidad de un nuevo comienzo a cambio de quedarse apopléjica frente “al Diego”, los viajes íntimos de los personajes se quedan sin palabras, bruscamente detenidos, interruptus. Ellos egresan a una cotidianidad insalvable y opresiva, y el lector, que se inflamó en la itinerario, se queda manoteando en el aire vacío en busca de aprehender un sentido.

Si el anterior libro de Pardo mostraba una crueldad cotidiana, en estas crónicas, los personajes huyen de la cotidianidad y extienden sus alas hacia un exotismo impermeable que no los recibe, y la posibilidad de lo distinto declina en la palabra común (-andá, mami, andá.) y los símbolos reconocibles (Carlos Gardel paseando por Dubai). No hay más allá de uno mismo, parecen decir las historias. O en todo caso, ese más allá no involucra a la escritura de Pardo que apenas parece esperanzarse, se cierra y abandona la sugerencia de que algo puede ser mejor.

Viaje iniciático, viaje mítico, viaje al infierno, viaje onírico, viaje interno. Los personajes transitan, van, salen al mundo en busca de gente, de sí mismos, pero el final del viaje nunca es apaciguador. Si el viaje es la vida del hombre, su fin nunca es apaciguador; lo que se encuentra al final, lo que se salió a buscar, es lo que no debería encontrarse nunca. Tal aquellos versos de Kavafis: cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo.