Lo que me es

2/10/2018 Improbables

Sobre Cixous Hélène, La llegada a la escritura, Buenos Aires: Amorrortu, 2015. 96p.

 

 
Por:   Rotundo Laura

La escritura abre camino al deseo de desear, desear y ser deseado por la escritura que desgaja las certezas, desnuda levemente los rostros del amor y del deseo mismo en el ápice del placer del devenir escritura del cuerpo. El cuerpo de la letra, el cuerpo de las palabras. Yo mujer, cuerpo, palabra, deseo. Perversión del deseo de amor y de escribir, de ser escritura, de ser escrito, recorrido por las palabras-cuerpo del texto deseado por las mil lenguas de sentido que, embalsamado y fugitivo, se escurre por entre los espacios que deja la tinta impresa en la piel, cuerpo-horno, bollo tibio y suave. Embestida del bostezo que abre a la luz lo no dicho, lo no decible; que escupe la sangre derramada de las letras.

Desarma asustada. Refriega sus ojos, estira con fuerza -casi con vehemencia- sus brazos adormecidos.

Agazapada espera ser escrita por fin.

El nombre que hace decir enciende con fuegos arduos -fatuos- la dichosa candela tantas veces empañada de olvidos, oculta y expectante, ocultada y temida; y esos ojos que detrás del cristal esconden pasiones son ya arrastrados por el hálito de muerte y resurrección al que la escritura invita. Fiesta escandalosa y perversa. Ráfaga, escondite, vertiente invertebrada que, ajada de ser vista, se inmiscuye silente por los pasillos del gran laberinto ciego.

Hélène tu cuerpo es mío, me duele, me abre, me incita. Cubro de palabras pesadas y ajenas -eternamente ajenas y mías- mis hojas empañadas por el tiempo que se acumula en mis pupilas. Escribo que no quiero escribir.

No quiero escribir. Perseverar, perpetuar, permanecer en esta escritura que me retiene, me sostiene, me amenaza. La deriva de los días es ahí más ausente y cruel, me evade de sus placeres con perturbadora pereza, me revuelve, me envuelve y me devuelve a ese mismo lugar en el que nunca estuve o en el que debí estar. Desconocida, la palabra surge como manando con sus grilletes de miel y espesura, espuma blanda que sumerge y acaricia los cuerpos-sentidos que amalgama y disgrega en innumerables textos y la sed que atraviesa las paredes solo ablanda apenas el deseo de perderse. Encuentro. Comunión, escepticismo.

La belleza está oculta tras la monstruosidad de sus enigmas, tras la máscara que convierte en polvareda la inusitada sordidez del tiempo que trascurre sin descubrir. Discurre empapado de hastío a miles de inviernos.

Todas las mujeres que soy me abisman, me atraviesan con sus húmedas e inaudibles voces. Quiero escribirlas y no puedo asirlas. Me gritan juntas su escándalo anhelante, me atormentan, me desnudan a mí misma en mi deseo de serlas, de habitarlas, de perturbarlas y finalmente de escribirlas.

 

Tímidamente, la sangre espesa y tibia fue cubriendo de a poco sus ojos.