Juan Villoro, Horacio Convertini, Eduardo Sacheri en la Feria del libro 2018

5/14/2018 Miscelanea

En el marco del encuentro de Diálodo entre escritores Latinoamericanos, Feria del Libro 2018, 44 edición.

 
Por:   Maria Claudia Otsubo

-Y eso... -vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra-...Eso es el fútbol.

                                               Del cuento "Viejo con árbol", de R. Fontanarrosa

 

No miro fútbol; es decir, puedo seguir un partido sin perderme y saber de qué trata el juego y reconocer incluso algunos jugadores y equipos. Pero no mucho más que eso, y no porque le reste valor, no me interesa. Tampoco es una cuestión de género. Hay muchísimas mujeres fanáticas; sin ir más lejos, mis hermanas, que se escriben entre ellas, y a toda la familia, alentándose y sufriendo cada vez que Boca y Tevez salen a la cancha; u otras tantas que no solo saben y hablan con propiedad de fútbol sino que también lo juegan.

Por eso asistí con curiosidad a la mesa temática "Poética del fútbol, pasión de multitudes", con la participación de Eduardo Sacheri y Juan Villoro, un encuentro que convocó a sala llena y que además inauguró el ciclo de Diálogo de Escritores Latinoamericanos.

Para comenzar, antes de que se iniciara la mesa, pensar en el enunciado del título y la inserción de la palabra poética. La he entendido y parafraseo al Diccionario, como la construcción que permite describir, clasificar o analizar una obra de arte o una creación literaria. ¿Era posible una poética sobre el deporte? ¿Es que de pronto se inscribía el fútbol en ese distintivo artístico? ¿De qué se podía hablar que no fuera contar sobre el juego o las implicancias comerciales?

Juan Villoro ha escrito sobre el fútbol: Los once de la tribu (1995), Dios es redondo (2006) y Balón dividido (2014); Eduardo Sacheri publica su primer libro: Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol, en el 2000 y luego La vida que pensamos, cuentos de fútbol (2013) y El fútbol, de la mano (2017). Ambos son hinchas "apasionados", Villoro del Nexaca mexicano, Sacheri del Rojo, y además son escritores. Muy buenos escritores.

Entonces fueron convocados para hablar de lo que más les gusta: el fútbol y la literatura -y no necesariamente en ese orden porque no hay jerarquía para ellos en esas dos pasiones- sin interrupción, por noventa minutos muy bien cronometrados por la excelente coordinación de Horacio Convertini.

El fútbol me llevó al mundo, dice casi en el inicio de la charla Villoro, remontándonos a ese primer contacto establecido en la infancia con la cancha. Lo hizo de la mano de su padre, nos confiesa, que encontró en esa excusa un modo de compartir con su hijo, un pretexto de mi padre para estar juntos. Es esa figura paterna también quien contagia el fanatismo a Sacheri: mi viejo me contagió ese amor de forma absoluta. Dos padres diferentes pero una alianza similar, padre e hijo en un estadio, un punto de encuentro. Luego el escenario también compartido por ambos escritores: la calle como el espacio para el momento con los amigos y la pelota, el aprendizaje de las reglas no solo las inherentes al juego, sino también y sobre todo las de las relaciones humanas.

Los goles tienen vida privada, tienen secreto, señalará luego Villoro, adentrándonos así en una épica del fútbol, ya que necesariamente es la palabra la que permite contar: relatar un partido puede transformar el juego en algo mágico.

La nostalgia, la tristeza, el triunfo y el fracaso; de la Vida y la Muerte porque necesitamos que las cosas sean contadas, o como dirá Sacheri: el fútbol es parte de esa vida que tenemos y es una puerta de entrada a esos mundos íntimos en los que se juegan asuntos mucho más definitivos.

Hubo además espacio para hablar de los grandes, de los héroes -como en toda epopeya- de Maradona, Messi, incluso de Pelé; también, por supuesto, del próximo Mundial en Rusia. Como correspondía no pudo estar ausente el gran recuerdo a Fontanarrosa en la voz de Villoro (…y sin nombrarlos también aleteaban por allí Galeano o Soriano).

Sin que nos diéramos cuenta, Convertini hizo sonar la pitada final y el juego se terminó, sin alargues. Había finalizado este amistoso desarrollado frente a una audiencia que se deleitó con cada gambeta, con cada pase maestro de pelota que llevaron a cabo los jugadores. Incluso para mí, insisto, que del fútbol entiendo bastante poco.

 

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