Espejos y eternidad |
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La relación con el espejo, “atraviesa el espejo blando/busca aproximar el alma exponerla/al espacio laberíntico/…”, página 45; donde el objeto de replicar no devuelve el reflejo, sino algo más allá, que me recordó el poema de Salvador Elizondo, en Contubernio de espejos, “Su rostro en el espejo/ enturbió con su hielo las miradas;/ vimos en su reflejo/ las horas desatadas /rayar sus lentitudes congeladas”. Es muy difícil leer en un mismo poema la palabra espejos y laberintos, sin remitirse a Jorge Luis Borges, y su poema Los espejos: “multiplicar el mundo como el acto…”, en este libro, es la palabra espejo la que se multiplica entre las páginas. También porque en el poema 1, afuera, de I –me abstengo de indicar parte, ya que no es una palabra que pertenezca al libro, aunque sí me insinuó la idea con sólo mirar el número romano-, hay un epígrafe de Borges, “…la eternidad cuya despedazada copia es el tiempo”, Historia de la eternidad. Desde el primer poema, “y su escuálido reflejo plano”, página 15, las referencias al espejo, al marco, el entorno y su significado, son un referente al elemento mismo, tal vez el espejo, tal vez el papel; como si la cosa representada ahora por la palabra poética, se transmutara en la superficie plana del papel, sin comienzo o fin, una eternidad física, incluidos los silencios representados por espacio vacios. No hay mayúsculas, lo que sugiere lo inacabado y de comienzo incierto; la eternidad, en el propio objeto libro y fueran las palabras las que construyen la incesancia que se implica en la construcción estructural de la poética de Nilda Barba. Un texto atravesado por lecturas que cohabitan con voces y escritura sigilosas, multiplican –ajustada palabra-, los diferentes sentidos con que los poemas impactan en la percepción del espacio, tiempo, apreciación visual, “nunca es moderada/la molienda de los días/en el espejo blando/…”, página 31. El papel es blando, desde donde irradian estas palabras, hay un reflejo de escrituras afines, dentro de un cuerpo de poemas que como formas asimétrica, producen un movimiento de vértigo; “en aquel espejo al final del pasillo/ irrecuperables instantes pasan y pasan/…”; luego, el objeto como memoria, mismo o más exacto, el papel blando: “hay espejo/ es archivo de imágenes/ es memoria/…”, página 39. Página a página el lector “se abisma en las profundidades/…”, página 43, de esta propuesta en la que subyace la mímesis entre espejo y papel, “/son solo reflejos/”, página 43, de esta escritura geométrica, un paisaje silencioso en el papel, que nos conduce a través de la experiencia sensorial de perderse entre palabra y silencio, dejarse deslizar por la escritura.
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