Homenaje 50 años de Nanina de Germán García |
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“Es como si todo me estuviera permitido.” “Es como si lo que no conduce a la sumisión, de alguna manera mágica, legal, condujera a la cárcel.” NANINA, Germán García INTRODUCCION
En medio de esa euforia la novela fue secuestrada de las librerías por orden judicial en una causa iniciada por denuncia del fiscal Guillermo De la Riestra, por la infracción del art. 128 del Código Penal que perseguía a los responsables de publicaciones obscenas. Ese proceso terminó con una sentencia del Juez en lo correccional Dr. Edmundo Sanmartino, que condenó a García a la pena de un año de prisión en suspenso. A la vez, inscribía a Nanina en una lista que comparte con El Cantar de los Cantares, El lazarillo de Tormes, La Celestina, Madame Bovary, Las Flores del Mal, el Ulises, y otros tantísimos libros censurados a lo largo de la historia.
La jurisprudencia se encargó de aclarar: “La obscenidad de una obra se determina colocándose en el plano del hombre medio normal, es decir, al margen de la inmoral predisposición de algunas personas, de la morbosa mentalidad de un anormal respecto del sexo, de las exigencias éticas de un escrupuloso hipersensible, y aún de lo que sólo puede resultar peligroso para la mentalidad de niños y adolescentes, porque el bien tutelado es el pudor público medio y no el sentimiento individual de pudor” (C.C.C., caso Lozada, 1964; Bol. Int., f. 54) En otro fallo del año 1964: “el pudor colectivo, a los efectos del delito de obscenidad, se debe estimar, no con un criterio medio abstracto, sino en concreta relación con los conceptos normales que configuran, en una época y lugar determinados, el ámbito de intimidad sexual” (C.C.C., 23/12/64; JA. 1965-II-141) Se requiere una ofensa que ataque la sensibilidad promedio de la población. No consideraremos entonces la impoluta calidad moral que pudiera imponer un sacerdote del Opus Dei, ni tampoco tendremos como referencia la abyecta predisposición que surgiera de un sacerdote del Opus Dei. Ahora pensemos en 1968, en el Germán García del póster. Gobierna el General Juan Carlos Onganía, que lleva adelante la denominada Revolución Argentina. Se inicia una cruzada en favor de la moral y las buenas costumbres, con la creación de la correspondiente Brigada de Moralidad. Se controla el largo de las faldas y de las cabelleras masculinas, se allanan hoteles alojamiento (en ese momento “ambuebladas”) en busca de adúlteros y se persigue a los homosexuales (en aquella época “invertidos”). Y se ejerce una fortísima censura en todos los frentes. Todo esto hoy nos resulta casi inverosímil ante algunos cambios. Digo cambios y no necesariamente avances, porque tengo para mí que la censura no se mueve de una manera unívoca. Basta pensar en películas como Último Tango en París, o muchas de las del dúo de Jorge Porcel y Alberto Olmedo, que por distintos motivos serían difíciles de concebir en la actualidad así como sería impensable una revista como la recordada “Libre”, que se publicaba en los primeros años del retorno democrático.
Existen 10 menciones a los largo del libro a la palabra que se utiliza para referirse a aquello que se aprecia en el ojo ajeno mientras no se advierte la viga en el propio. A ello se suman 3 repeticiones de la palabra “masturbación”. 15 menciones al órgano sexual masculino en la forma más coloquial de nombrarlo. 6 veces aparece la palabra que es definida como “cubierta que protege los moluscos”. 5 veces se habla de los senos femeninos en su sinónimo más utilizado, 3 de esas veces se los nombra en diminutivo. 6 veces se lee “culo”. Un personaje sueña con Yolanda desnuda, otra se baja la bombacha, hay 3 menciones a invertidos, 6 referencias a lo que los españoles dicen por “agarrar”, 5 veces se dice la palabra sexo, 4 menstruación, 2 hímenes, 1 clítoris. Y otras expresiones dudosas, como (y ahora leo textual) “forro del bolsillo”, “Quien mal anda mal acaba”, “el niño quedaba en el portal y era recogido por un rico”, “recogiéndole la ropa”, “más vale pájaro en mano”.
Con esos elementos, el Juez consideró: “No debe confundirse la literatura que abreva en las fuentes del erotismo o de la sensualidad, con realismo, pero con arte y dignidad en la expresión y las imágenes, con la literatura colindante con la más repugnante pornografía, que echa mano de vocablos que se pretenden populares, pero que no son usuales en el lenguaje del pueblo, sino en la jerga de los lupanares o en el vocabulario procaz de minúsculos grupos de inadaptados sociales.” “Se desconoce y se ofende al pueblo cuando se le imputa esa perversión en el lenguaje, que es reflejo siempre de perversiones y que arraiga en hondas taras psíquicas y morales. Es inexacto que los más grandes genios de la literatura –Dante, Cervantes, Shakespeare, etc.- hayan caído en licencias pornográficas u obscenas (este es un argumento ofrecido por la defensa). Las imágenes o expresiones de crudo realismo que hallamos en sus obras, expresadas en lenguaje directo, son como un ligero e imperceptible contraste de sombras en la diafanidad de una prosa de belleza y dignidad deslumbrantes. Lejos de afearlas o de disminuir su jerarquía, la destacan y exaltan. Pero qué distinta es la prosa y las imágenes de algunos autores nacionales y extranjeros, hábilmente promovidos por los traficantes de la literatura, que buscan fama y dinero en la procacidad del lenguaje y en el impacto que produce en determinados lectores la exhibición de una sexualidad sin frenos ni valor.” “Cuando nos hallamos ante un verdadero proceso gramatical de imágenes y palabras obscenas, pornográficas o impúdicas, que no se justifican con el argumento, de que reflejan fielmente la vida de privaciones, de miseria y de orfandad moral del protagonista –que en el caso de Nanina es el mismo autor- es lógico deducir que esa técnica oculta desaprensivos fines de promoción literaria y desviaciones que caen en el campo de la patología criminal. Si hubiera establecimientos de reeducación psíquica y moral, a cargo de especialistas capacitados, esos escritores, que, por atentar contra el alma, son más peligrosos que los que atentan contra la dignidad física del prójimo, deberían ser recluidos en esos establecimientos. No importa que la crítica ligera o complaciente aplauda esos engendros de inteligencia y espíritus deformes.” Hasta aquí, viene haciendo referencias generales, a partir de ahora se mete con la novela. “Es evidente que Nanina es una osada obra de lenguaje impúdico, de incoherente contextura y de exhibición de escenas reñidas con el más elemental decoro. El protagonista no tiene ubicación precisa en el tiempo, ni en la geografía. Tan pronto es un niño, como un adolescente. Está en Junín, en Rawson o en Buenos Aires. Sin transición, sin etapas intermedias, sin un proceso lógico de cambio y de transformación. Por puro afán de ser original, de espantar al lector equilibrado o simplemente por incorregible incoherencia mental. Esa técnica es frecuente en la simulación del talento. La obra carece de una sólida arquitectura argumental y es, en general, un sucio canto al desamor filial y al sexo animal e indiscriminado. No tiene tampoco pretensión de protesta social ni de mensaje. El protagonista es un testigo impávido del infortunio que lo rodea. La novela no está ni siquiera justificada por la rebeldía que despierta la injusticia que se siente en carne propia o los males de la sociedad en que se convive. Esta valoración de la obra por el juzgador, fuera de lo común en un fallo judicial, es necesaria, ya que la falta de auténticos méritos literarios y de injustificado sentido social de rebeldía, contribuye a destacar con mayor crudeza la obscenidad reiterada y machacona que aparece en cada momento en su contexto. Esas notorias deficiencias ayudan a tener en consideración a ese aspecto, estrictamente jurídico, que las pone de relieve. No se pueden transcribir en esta sentencia los largos párrafos subrayados en la obra, que dan fundamento a la resolución condenatoria. Son demasiados, coincidentes e irreproducibles. La doctrina y jurisprudencia es uniforme en cuanto a que solo se requiere el dolo genérico de que la publicación calificada de obscena hiere al pudor medio de los lectores.” “Dejo desde ya sentado que para aplicar la penalidad que a mi juicio corresponde a los procesados García y Lecouna (editor), así como la condicionalidad de la condena, tengo en cuenta la falta de antecedentes de ambos, la poca edad y consiguiente falta de experiencia de García , así como el deseo del suscripto de que este fallo sea como un toque de atención para este joven que si en realidad siente vocación literaria vuelque sus esfuerzos a otra clase de literatura, o sea la que pueda darle brillo y nombre honroso.”
Es evidente que el Dr. Sanmartino cometió un error con Nanina, como tantos censores se han equivocado con grandes obras y paradójicamente, en algunos casos, nos han abierto los ojos y han despertado el interés por ellas. Pero no por eso deberíamos desentendernos de la importancia de un tribunal que nos facilita lecturas y descarta las de menos valor. Tal vez no sea Sanmartino el más idóneo para esa función. Pero imagino a Borges y a Bioy Casares, a cargo de sendos juzgados encargados de impartir justicia, conversando sobre autores y sus obras como en esos pasajes que transcribe Bioy en su libro “Borges”. ¿Serían ellos más benignos que nuestro elogiado?
49 años después de esta premonición, Germán García ha publicado otras 7 novelas: Cancha Rayada, La vía Regia, Perdido, Parte de la Fuga, La Fortuna, Miserere; todas ellas con excelente repercusión de público y crítica. Ha fundado, dirigido y participado en una docena de revistas literarias, entre las que se destacan la mítica Literal y la invisible Odradek. Ha recibido premios y distinciones de todo tipo, entre otras obtuvo la Beca Guggenheim, otorgada por la Guggenheim Foundation (Nueva York); es Dr. Honoris Causa por la Universidad Nacional de Córdoba; recibió la distinción de Personalidad Destacada de la Cultura de Buenos Aires; y la de “Visitante Distinguido”, otorgada por la Municipalidad de San Salvador de Jujuy; fue declarado Ciudadano ilustre y visitante distinguido de la Ciudad de San Miguel de Tucumán. En el año 2011 fue el encargado de pronunciar el discurso inaugural de la Feria del Libro de la Ciudad de Buenos Aires. No ha vuelto a ser condenado por ningún tribunal por sus obras literarias, es uno de los autores más prestigiosos del país y si se me permite una nota personal, es también el más generoso. Tiene hoy de sobra, ese brillo y nombre honroso que le auguró el Dr. Sanmartino, que, como se demuestra, tan equivocado no estaba.
Video completo de la presentaci?n:
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