Madagascar y la épica moderna |
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Nos introduciremos en la historia de Libertatia, que no fue imaginaria o utópica, sino un experimento llevado a cabo por los piratas más sanguinarios y crueles de la época, que de la mano de un fraile Jacobino convierten la palabra en objeto de posible realidad, ley, justicia –o sus ausencias–, darán espacio a la palabra libertad como transformación singular de deseos; ambición y aventuras en la voz de un fraile, inspirado en Tomás Moro, teólogo y humanista, coloniza a este personaje, que abraza con pasión y decisión la conquista de un mundo mejor, igualitario: el sueño de la libertad. Cómo conseguir la quimera de igualdad sin pelear ferozmente por ella y por lo que hace posible la independencia: recursos, oro, tesoros, alimentos; es lo que emprenden el capitán Olivier Masson, el Fraile Antonuzzi, el capitán Thomas Taylor –Frederik Mission, Caraccioli y el Capitán Thomas Tew, en el relato de historiadores, y la pluma de Daniel Defoe–; reformulando a Borges: la historia era creíble, eran ciertas las circunstancias, el momento, y algunos nombres propios. Las novelas de piratas parecen haberse perdido en el devaneo, siempre fugaz, de las preferencias del público; pero esta propuesta, bajo circunstancias históricas y en una época, cuando el mundo parecía más estrecho, escenas, tramas, caracteres, intercepta la mirada de la fantasía, con la realidad actual; sobre todo cuando las jerarquías entre villanos: piratas; y corsarios, mercenarios en nombre de un estado, son lábiles y mueven lealtades cuyo resultados determinan límites geográficos, además de la moral del hacer política. Olivier Masson, el héroe singular, ha dejado un diario contando las aventuras que lo hicieron el extraordinario hombre que fue, el que pudo llevar a cabo la fantasía de igualdad y justicia en una era en que el yo, se sedimenta con la identificación de la crueldad, el dominio, y el juego de espejos con que los poderosos intentan mover posiciones como fichas de un juego. La intriga y la delación, una inversión infinita entre confabulados como esencia de la habilidad para gobernar sobre los hombres. Estaremos tentados de mirar en ese arquetipo una realidad que nos convoca en nuestro propio tiempo. El relato desarrolla la duplicación de voces narradoras, el Diario del Capitán Olivier Masson, por un lado, que nos transportará a detalles de la vida del pirata, desde la épica y política en la forma del cotidiano, escenas de la vida en Libertatia, nación fundada por ellos, bajo la afirmación del principio del placer, antes que la muerte; vivir bajo instintos controlados, como se supone una sociedad moderna, con el objetivo de la paz, más que de la guerra, y sin embargo, necesariamente involucrados en ella para conseguirlo. Luego, las circunstancias del Capitán Thomas Taylor, capturado y usado como objeto de conveniencia política. Madagascar, prolífica en pluralidad de personalidades, subdivididas en una misma forma corporal, mueve la trama como una bisagra, en la que la historia tomará caminos inesperados, o el opuesto completamente; la intriga es más que una enunciación, es un cuerpo expuesto; el lector experimenta un arrojo hacia la época que propone la novela, como en un ritual paralelo, en el que nos resultará difícil tomar partido. Las novelas de aventuras son un clásico, habrán cambiado los recursos, pero una buena historia, en la que hay un sistema de concordancias que nos remite al presente es como un imán del que no podremos sustraernos. Novela fluida: más que histórica, épicamente histórica, basada en hechos reales, que de la mano de Luis Benitez se convierte en una narración de experiencias, el lector se compromete en la trama, y hasta se ve impulsado a intervenir, no será extraño tratar de comprobar la veracidad de una u otras acciones, créanme, no es necesario, la habilidad del autor, ha retratado la época con cuidadosa veracidad, en este texto luminoso, donde la fundación de preconceptos, basados en la historia, son tan significativos como entregarse a la emoción de reabsorber el escenario que nos explica, por momento, el estado político actual. Comencé la contingencia de leer este texto como quien elige una novela para el verano –movimiento usual, en esta época–, cuando me convocan autores como James Michener; o para convivir con el calor de Cienfuegos, el personaje de Alberto Vázquez-Figueroa –entre mis preferidas de novelas de aventuras–, pero me sorprendí de quedar atrapada en Madagascar, que a la luz de la historia y el conocimiento, propone un estatus singular; interesante, entretenida, hasta para leer en el sillón verde y ver por la ventana –gracias, Cortázar –, el Friendship, invitándonos a navegar por el Océano Indico. El autor me llamó la atención desde que tuve oportunidad de leer un texto crítico sobre su obra: La novelística de Luis Benítez, del autor Assen Kokalov. Madagascar, editorial Vestales, L. E. Benítez.
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