Una novela del peronismo mágico |
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Me refiero a la novela “Sombras nada más”, de Luis Benítez, el título de este comentario es suyo. La trama se desarrolla en el momento en que muere Eva Perón, la Bienquerida, una forma de deslizar el clima ajeno que lo circunda, ya que como el mismo personaje expresa: no siente nada; las constantes referencias dan cuenta de la postura de afirmar, pero negar; el efecto es de simultaneidad al suceso y las decisiones de vida del personaje, en un desarrollo de escritura en la que marcas, nombres, vocabulario hermético, y actitudes, configuran la época y las circunstancias. Es 1952, no porque lo haya dicho nadie, sino porque Eva Perón ha muerto, el interés de los sucesos se marcan por lo no dicho, en un yo que quiere decirlo todo pero parece no poder, el protagonista, cantante de tangos, intenta ignorar el suceso que, aunque lo niega, interfiere con su vida cambiándole el rumbo, introduciéndolo en situaciones que sobrelleva fingiendo excluirse a sí mismo. Elige no nombrar como si fuera un método para exorcizar el aparente duelo patológico que embarga el país, pero que parece tomar la forma de un objeto que se perdió en la adolescencia y se transforma en una búsqueda; el protagonista usará la muerte para huir del duelo, se embarga en un viaje, nada menos que en El Justicialista, el auto producido durante la presidencia de Perón, creado para y por circunstancias políticas, que se convierte en símbolo de ascenso del país hacia la tecnología de fibra de vidrio y plástico reforzado, y otros materiales que definió el general como afirmación del ingreso del país al primer mundo. El protagonista se sumerge de este modo en una dimensión propia, en la que su pasado y el presente se articulan con una escritura que va vaciando de significados los actos del protagonista; su vida parece ser vivida por el amigo que lo convoca para el trabajo que van realizando de pueblo en pueblo, entre la nostalgia de haber sido y la soledad como coartada para el delito. La muerte es una estrategia privilegiada que reproduce el drama del amor distanciado, del amor equivocado; la muerte clausura y desenmascara realidades del protagonista, que padece una deriva fantasmagórica en que considera flotar, sin reaccionar. De la escritura de Luis Benítez, ya di cuenta en el comentario sobre la novela Madagascar, en esta otra novela “Sombras nada más”, la ductilidad de estilo en la escritura, da cuenta de una escisión en el modelo narrativo, que establece el suspenso entre hechos históricos y realidad cotidiana del personaje, los elementos narrativos discurren en el intersticio de datos biográficos, contexto político y la sombra de esa presencia que fue y es Eva, inmortal en letras y corazones. Esta novela intimista, obtura la relación entre el amor y el relato del amor, como dos caras de un espejo que define las acciones de los personajes. Lo más importante ocurre en lo que siente el personaje que dice no sentir, en las palabras mismas, y el dibujo artesanal de la época, y la errancia de los personajes que anudan los sucesos en un final que deja irradiando sentimientos difíciles de definir. Novela profunda que desarrolla un diálogo con la realidad de una época, en primera persona, testimonio de diferente tipo de amor que a su vez, pueden significar el mismo. Una voz de personaje del yo que trasmite una dialéctica de reflexión sobre la ausencia de palabras que en definitiva da cuerpo a un sentimiento que fluye sobre lo que no se nombra o a quién no se nombra, casi una declaración sobre que mientras hay cuerpo hay una pasión que no se puede disolver en la nada.
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