Arder (Gramática de los dientes de león) de Julio Barco |
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Lamento extraer fragmentos del libro, considero imprescindible indicar que es una unidad en un todo, y prácticamente como un sacrilegio, todo fragmento descontextualiza.
En principio los textos me convocaron desde los múltiples sistemas de referencia, en el entramado de ruptura convencional en la lectura, puede apreciarse el contraste de la organización numérica. En ocasión de analizar esta característica en un texto del autor Fredy Yezzed, Colombiano, surgió la ordenación de Wittgenstein, con su “Tractatus logico-philosophicus”. El uso del ampersand (&), una llave o intromisión, clave de sol o inicio de partitura, quizás “y” o “and”. Como en Wittgenstein, el diseño de una estructura espacial con expresiones en la que involucra los signos en su representación simbólica como parte del sentido, en este texto se infiere aspectos de la realidad visual; notable la introducción de convenciones en los sistemas de escritura en aplicaciones de la tecnología, “b.yo”, la introducción del yo en la percepción de espacio y luz. La repetición de “florecen”, un doble en el mismo nivel entre dos ideas, los seres, yo; al mismo nivel espacial, en negrita y bastardillas. El realce a nivel de la numeración como una declaración. A los indicios de los sistemas poéticos tradicionales en la espacialidad o Slash o signo matemático de división, barra inclinada hacia la derecha, cuando es posición de un poema y se indica que la línea sigue a continuación, se suman aspectos de la prosa, el comentario entre paréntesis, diálogo interior, intimista. Si se quisiera establecer el Slash como característica de poema, se neutraliza la intención introduciendo otro señalamiento matemático: a+b= orgasmo. La grafía del poema se resiste a la interpretación única o a un sistema determinado de traducción. Tú, yo, en mismas grafías, espacio, nivel y verbos. Toffi, dulzura, la conexión un puente. La escritura de la autoagregación de un yo íntimo, como si se percibiera desde adentro. En la continuidad: cuerpos, guión de diálogos. Hay un ritmo erótico, un ritmo lujurioso. Creo posible establecer relaciones, situando a Barco, en la tradición de Mallarmé, por el uso de la grafía o en una instancia semiótica o como diseminación de sentido, incluso valoración en los estilos de glifos y la dimensión espacial, sin ser una puesta en escena como las del escritor francés, es notorio que refiere a ella. No es posible sustraerse a la concupiscencia voluptuosa de este texto, un abismo. Hay palabras con marcas interesantes: “mangos”, fruta típica que se usa mucho en la comida peruana, y “granadilla”, la flor de la pasionaria, también con su connotación española, o del verso español, me impuso la idea de lo imbricado en el lenguaje la dominación española en Latinoamérica, en este caso en Perú, sobre todo en la épica de lucha contra esa dominación; “cuerpos sepultados contra un siglo”. Esta hibridación refiere a la transfiguración del lenguaje, la asimilación forzosa del lenguaje entre culturas de dominación y dominados, un movimiento propio del sincretismo, que adhiere a textos de la poesía concreta brasileña que se proclamaba “verbi-voco-visual” ([F.: verbi - + -voc - + - o - + visual.], término usado por Marshall Mac Luhan o de Ezra Pound, que ubicaba los textos en un corpus visual, de superposición de sentidos, organizado por criterios que impactan por el sonido, los signos, la distribución. Me gusta la ubicación de ambos poemas, en especial, porque es una representación de la forma en que se concibe este libro, un aparente desorden en el 1.6.1, el aparente orden en el 1.7. Declaración o presencia: “yo bebo”, “vino buscando mi ser”. Hojas, de papel, u hojas de árbol, bajo el asfalto una historia, dentro de otros cuerpos. En el desborde, lo que intento fijar como sujeto, el cuerpo, e inscribirlo en un estilo, escapa en la forma poco espaciada, en contraste con el verso anterior, y en contraponer la inminencia, como con ira, los cuerpos intervenidos a voluntad: los atropellan, los incendian, sepultan, pasan por la luz y un destino: matar. El resultado de la inserción en las nervaduras del poema, en la conversión entre un invasor y la interpretación de la respuesta, “delinquir”, suplantación de “defenderse”, el discurso que impone la dominación. Una lucha dentro de un cuerpo: dentro de labios, dentro de la vagina de una mujer; la táctica de elidir el trasfondo, representarlo. El ritmo como el jadeo dentro de una mujer, y la lucha misma; habrá de construir un placer en leer las letras, o en vibrar con el ritmo de la hipnótica, y la vez perturbadora, repetición de un cuerpo que penetra. El texto invita, con la grafía, a otra dimensión de lectura:
Declaración imprevista: sílaba profunda, un suspiro, un vibrato.
En el poema: Un fragmento: 1.43
En un contexto dentro de la poesía, y el entorno en el que se desarrolla esta propuesta.
Arder (Gramática de los dientes de león). Julio Barco. Lima, 2019.
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