Me detuve primero, y me detengo también ahora, en el hermoso (intento pensar otra, pero no surge ninguna palabra diferente) texto de López-Pérez, para reparar luego en las dedicatorias (sobre todo en una), y en los epígrafes.
La cita de Oitos Rossi me trae reminiscencias de La condesa sangrienta, y como ya me ha ocurrido con otros libros de Abregú, invita a sopesar la fuerza del título.
En el tiempo de la lectura, en alguna de sus noches, veo la película inglesa recientemente estrenada. Saltburn. La sal. Otra vez la sal, pienso, tan vinculada al fuego, a la herida, a las pasiones en la historia que propone la pantalla.
Y después regreso a la novela, ando y desando las páginas, me demoro en las asociaciones, me deleito en los intertextos. Regreso una y otra vez a la novela de Abregú, sutil e inteligente. que no puedo leer sin dejar marcas sumando mi huella a las que va ofreciendo la misma narradora, que en este texto no deja de develar las propias, las que responden al registro de sus lecturas.
Acompaño los ojos de la rubia que se posan tanto en el libro por leer, el Ulises de Joyce, como en el cuerpo del bello, Grau, quien tanto deambula por su biblioteca como por el cuerpo de la rubia.
Un ir y venir de las lecturas y los cuerpos que se abrazan, que se alejan y se acercan.
Un ir y venir donde prevalece sobre todo el deseo; entrar y salir de la lectura que no llega nunca a realizarse por completo. Merodeos, acercamientos, especulaciones del inicio de una lectura que remite a otras y así sucesivamente.
Acompaño los ojos de la rubia que se aproximan y rozan, que miran “la luz natural que entra por la ventana desamparada; es el tiempo que está hecho de abandonos…”.
La novela de Abregú es una “historia de las inconclusiones…” el Ulises y la distancia le ganará la carrera a Grau que termina desvaneciéndose en un otro incierto. ¿Un nuevo sueño de la rubia para reemplazar al dibujado en aquel otro cuerpo?
Lectura – Escritura – Eros; Vallejo, Storni, Elizondo… Joyce.
Y entre los pensamientos de la rubia, las tentativas de Helena y las otras de Álvaro; mientras los inesperados aciertos del bello Grau iluminan de luna la mesa de noche... y yo lectora que me dejo conducir (como me tiene acostumbrada Abregú) por la deriva de su narrativa, ya lo dije y lo repito, sutil e inteligente.
Imbassaí, finales de febrero 2024, la piel impregnada de sal.
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