“Las primeras palabras de Rayuela”, dice Carlos Fuentes (70)2, en un abordaje que exhibe aciertos por momentos y traiciones – a Rayuela misma – por otros; una lectura que rezuma tono de época, tono que también es perceptible en el texto de Julio Cortázar, por supuesto. De una época cuya densidad se despliega ante la mirada actual despertando una vaga sensación de ajenidad.3
Lo cierto es que la pregunta arrojada, sorpresiva, descoloca. Sacude al menos las tranquilas expectativas del lector amodorrado que preferiría dejarse conducir – seguro, fluyente – por el cauce previsible que dibuja la narrativa tradicional, partiendo de la novela decimonónica y reiterándose en todos sus ecos.
Situando a Rayuela en su marco más inmediato – el contexto de su publicación – la osadía del gesto se va despojando en algo del halo de excepcionalidad con que se la puede haber rodeado. Se trata, como propone David Viñas en una intervención que merece ser revisitada4, de recuperar “el suceso, pero inscripto en el proceso.” (20) Y aunque introducirse en el universo de Rayuela partiendo de su encastre preciso en cierta estructura comporta el riesgo de otra traición – una vez más, y en relación a su naturaleza disidente, aunque deudora de varias corrientes que primaban en su época, como ya se ha señalado – lo cierto es que no puede limitarse la exégesis a la inmanencia del texto, ni aún en aras de su especificidad. La
1 Escrito al compás de Jazzuela, el disco que reúne los temas de jazz que se mencionan a lo largo de la obra, este trabajo está estructurado a la manera de collage, componiéndose en la alternancia de citas textuales y elaboraciones propias y ajenas.
En reiterados casos no se indicará número de página de la cita extractada debido a que ha primado el manejo de versiones digitales de muchos de los textos, sea porque el libro en cuestión se encuentra agotado o porque se trata de bibliografía aparecida en revistas de difícil acceso.
2 Fuentes, Carlos, La nueva novela hispanoamericana, México, Joaquín Mortiz, 1969.
3 Para un abordaje de la noción de “época” aplicada a los años sesenta / setenta resulta provechoso lo desarrollado por Claudia Gilman en Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2003, pp. 53 y sgtes.
4 Viñas, David, “Pareceres y digresiones en torno a la Nueva Narrativa Latinoamericana” en Rama, Ángel (Comp.), Más allá del boom: Literatura y mercado, Buenos Aires, Folios, 1984, donde se reúnen las ponencias presentadas en el coloquio “The rise of Latin American Novel”, realizado en el Wilson Center (Washington, octubre de 1979).
escritura que se pone en circulación ostenta en sí misma las marcas de lo ya escrito: lo contesta, lo cita, lo intuye y hasta lo presupone en su omisión. Más aún, se gesta y se inscribe en un panorama conformado por tantas y diversas “turas” de este y otros mundos, por usar un término empleado por Horacio Oliveira, uno de los protagonistas de Rayuela.5
Y ya desde una mirada actual, la novela se reconoce como deudora de una “estructura de sentimientos”6 precisa, de ciertas condiciones, cuestionamientos, ansias y propuestas de renovación que hoy se manifiestan trocados, reabsorbidos o, más tristemente, sepultados por una actitud acomodaticia antes que de desacomodo; la verificación de ciertos patrones que se reiteran permite incluso deslizar la pregunta, en torno a las escrituras actuales: ¿se sube la literatura hoy a la ola de lo que el mercado espera de ella?
Ensayar una respuesta breve conllevará sin dudas la caída en generalizaciones aplanadoras. La relación entre los diversos factores es compleja, variable. Lo cierto es que las expectativas del mercado están presentes también, desde luego, en el panorama en que emerge Rayuela en 1963. Incluso, volver a lo expuesto por Viñas en su ya citada intervención en el coloquio celebrado en el Wilson Center en 1979 desarma y desdice lo manifestado en líneas anteriores en torno a las ansias de renovación. O lo relativiza en gran parte, al menos.
Con sostenido tono provocador que halla pregnancia a lo largo de toda la ponencia postula Viñas:
[L]a nueva narrativa de América Latina se me aparece, en principio, como un momento catalítico con predominancia mercantil.
Y lo catalítico no sólo “junta”, sino que “eleva”: lo que me lleva a describir a la Nueva Narrativa de América Latina como emergente. (32 – El subrayado es del original)
Amerita poner freno por ahora a las adhesiones o diferencias que la consideración de Viñas suscita. Volviendo al caso particular de Rayuela, es en ese estado de cosas en donde emerge: en la efervescencia generada por el fenómeno que fuera denominado boom de la literatura latinoamericana, que para Viñas es deudor de un accionar puesto en marcha por “algunos sectores de la crítica” (26) de raigambre universitaria, animados por el auge de la “tesidolotría” (la nueva narrativa se vuelve objeto privilegiado de las tesis doctorales, contribuyendo esto a su puesta en el centro de la escena y a su difusión).
5 Injusto sería presentarlo como “El protagonista”. Allí están la Maga, Morelli, Talita, Traveler & cía. minando el estatuto de exclusividad.
6 Concepto desarollado por Raymond Williams. La "estructura de sentimiento" es una hipótesis cultural que permite leer estrategias simbólicas y de representación a partir de la forma en que fueron vividas, experimentadas. Es decir, de una experiencia social que todavía está en proceso. Es desde aquí que se rescata la noción de sentimiento, diferenciándola de la de concepción del mundo o ideología.
Williams, Raymond, Marxismo y literatura (1977), Barcelona, Península, 1980.
Factores de igual importancia serían también el “bestsellerismo” y las intervenciones de peso de los agentes literarios - ¿una forma moderna de mecenazgo? -, tras cuyos pasos ondula la estela del star cult con que el escritor en cuestión podrá ser agraciado.
Cortázar. Rayuela, entonces. Tal es el clima – ambiente en el que acontece su publicación. Y “¿[e]ncontraría a la Maga?”, se ha dicho hacia el comienzo de este trabajo, son sus “primeras palabras”, una vez sorteados por el lector la portada y paratextos varios, a los que se atenderá más adelante y donde se suscitan los – estos sí – primeros desconciertos.
Pero el citado sintagma puede considerarse apertura de la narración “si sólo si” el lector “invitado a elegir” entre dos posibles formas de lectura, opta por la manera tradicional; esto es, lineal y respetuosa de la sucesión numérica de los capítulos. Se recorren de esta manera las páginas del “Primer libro” que “se deja leer en la forma corriente y termina en el capítulo 56, según lo indica el “Tablero de dirección” que abre el libro. Y ya en esta instancia inicial están contenidos los elementos de cabal importancia en lo que hace a la totalidad del texto.
Uno de ellos, evidente pero no por ello menos relevante: el lector, tal como ya se ha señalado, es “invitado a elegir” (las cursivas son del original). Primer corrimiento. Está o no conminado – él decide – a seguir las pautas de lectura históricamente acatadas. Esto presupone: A – Que pueden practicarse formas “otras” de leer; B – Que quien lee puede dejar de ocupar el papel mayormente pasivo al que queda relegado frente a la práctica eminentemente activa del sujeto que escribe, dable de ser identificado como único Creador en lo tocante a la obra.7
La otra variable que entra en juego en el Tablero tiene que ver con la estructura del texto. “Estructura”... esa palabra... Rayuela pone en escena una armazón que se erige, una y otra vez, en sus múltiples manifestaciones, muy alejada de los parámetros de lo inequívoco. Los párrafos que acompañan al Tablero lo anticipan: “este libro es muchos libros”. El texto – uno – se re-actualiza de manera diferencial en los distintos acercamientos, dando lugar a
7 Es abundante el material que versa sobre Rayuela en la web, dejando de lado las versiones digitales de un elevado número de artículos académicos. Desperdigado en blogs, foros y demases, aporta un enfoque alternativo a los ensayados por los críticos de oficio. Las posibles lecturas de Rayuela y los disímiles libros resultantes es uno de los tópicos privilegiados. En una de las entradas (27/06/07) del blog titulado “Jazz, ese ruido”, un cuasi-anónimo internauta que se identifica como Félix comenta: “Rayuela es difícil de leer. Yo lo leo como un libro de poesía, a ratos, porque no sigue un orden la acción como la de ningún otro libro (sic).” (en http://jazzeseruido.blogspot.com/2007/06/julio-cortzar-y-el-jazz.html).
Si bien las configuraciones que se tejen en los abordajes no-lineales del texto de Cortázar merecen ser enfocadas con mayor profundidad, la breve consideración extractada resalta la liberalidad que Rayuela otorga al lector.
diversas historias, puesto que es indiscutible que las alteraciones en el orden configuran, partiendo de idénticos materiales, productos disímiles – de lo uno a lo múltiple.8
Incluso Rayuela habilita lo que podría denominarse “ingresos no-ortodoxos” al texto, si es que vale el empleo de tal término. Así es como en numerosas ocasiones se lo ha reconocido como una especie de Biblia (¿profana o sacra?). Esto es lo que postula Andrés Amorós en el Prólogo a la edición de Cátedra, llevada a cabo bajo su dirección. Partiendo de la heterogeneidad de discursos que coexisten en las páginas y que ha llevado a que la novela sea asemejada a la célebre “caja de Pandora” - según postula Carlos Fuentes en su ya citado libro – Amorós trae a colación una expresión castiza habitual para designar a este tipo de pretensiones omni-abarcadoras: “¡la Biblia en verso!”. Aunque la apelación a la “expresión castiza” suscitaría seguramente la risa burlesca de Horacio “Holiveira”, tan adepto a irreverentes juegos con el “cementerio” de la R.A.E., la analogía tiene su grado de acierto en lo que hace a las formas de acercamiento que favorece. Como quien abre la Biblia y comienza su lectura por el versículo que el azar o el designio sagrado ha colocado ante sus ojos – actitud privilegiada del fiel en busca de consuelo –, así puede el lector sumergirse in media res en el universo de Rayuela. Y justamente esa conjunción entre voluntad totalizadora y el afán moralizante se encuentra satirizada en una de las citas antepuestas a la novela:
Y animado de la esperanza de ser particularmente útil a la juventud, y de contribuir a la reforma de las costumbres en general, he formado la presente colección de máximas, consejos y preceptos, que son la base de aquella moral universal, que es tan proporcionada a la felicidad espiritual y temporal de todos los hombres.
Tales palabras pertenecen, en efecto, al Espíritu de la Biblia y Moral Universal, sacada del Antiguo y Nuevo Testamento, libro cuya existencia se reconoce en la desmesurada empresa de catalogación llevada a cabo por Dionisio Hidalgo en su Diccionario General de Bibliografía española (p. 218 / 219).9
Estos distintos posibles libros resultantes del “juego de los puntos de vista” (Cf. Alfred Schutz) hablan a las claras de la importancia de la actividad lectora – y dentro de la misma naturaleza visual, por correlato, del valor de la mirada como acto creador.
(CONTINUA) (30 páginas)
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