Operación Masacre - La campaña periodística

5/8/2017 De interes

Universidad de Buenos Aires

Por Roberto Ferro

En 1972, Rodolfo Walsh examina y corrige la nueva edición de Operación Masacre que publicará Editorial De la Flor.

 
Por:   Ferro Roberto

Esa fue su última revisión de un texto aparecido en 1957 formando parte de una campaña periodística emprendida casi en soledad, en la que investiga y denuncia el fusilamiento ilegal de un grupo de civiles en un basural de José León Suárez, dentro del marco de la represión desatada por el gobierno de facto de Aramburu y Rojas para sofocar la insurrección cívico militar del 9 de junio de 1956. 

El 23 de diciembre de 1956 y el 29 de abril de 1958 son las fechas de inicio y clausura de esa campaña que producirá una transformación crucial en su vida y en su obra.

La escritura de Operación Masacre se despliega en el encuentro, el pasaje y la disonancia, de dos formaciones discursivas diferentes, la literaria y la política, tramadas y confabuladas desde su inscripción primera: la práctica periodística, que legitima y promueve ese contacto. La circunstancia de haberse  configurado a partir de las condiciones concretas que impone la actividad periodística le ha impreso su huella de perpetua inquietud, de obra en constante reformulación, esta particularidad promueve la posibilidad de pensar a Operación Masacre como un corpus mucho más que como un texto con límites precisos. Rodolfo Walsh re-escribe la primera edición de 1957 en las siguientes de 1964, 1969 y 1972. En cada oportunidad cambia, suprime y añade, estableciendo un diálogo constante con el contexto social e histórico.

En Operación Masacre se trama el tejido narrativo de varias historias: la de la investigación, que restablece un saber silenciado para hacerlo público; la de los sucesos, que reconstruye minuciosamente; y la de la propia puesta en escritura.

El tejido de las tres historias es, asimismo, una cartografía del múltiple trazado genealógico de un corpus compuesto por las diversas ediciones de Operación Masacre y las publicaciones que las precedieron, configurando en su sinuoso recorrido una cifra emblemática de la riqueza y complejidad de su memoria significativa. La importancia que, desde su misma aparición, ha tenido Operación Masacre en la constitución de los géneros discursivos, tanto del campo literario como de las prácticas periodísticas, no puede ser separada de los contextos histórico-sociales en los cuales Rodolfo Walsh investigó los sucesos de José León Suárez y los dio a conocer.

  Rodolfo Walsh detalla en los prólogos de 1957 y 1964, las diversas etapas de la campaña periodística:

entretanto, la campaña periodística que yo acaba de iniciar produjo el primer resultado. La denuncia de Livraga había llegado a mis manos el 20 de diciembre. La entregué a Barletta, quien la publicó en “Propósitos” el día 23[…]  El artículo apareció bajo el título de “Castigo a los culpables” sin aludir a la intervención de Walsh.

Los hechos que relato ya habían sido tratados por mí en el periódico “Revolución Nacional”, en una media docena de artículos publicados entre el 15 de enero y finales de marzo de 1957 […] Ninguno de los artículos de Revolución Nacional vinculados a los fusilamientos de junio tienen referencia de su autor. Además, Walsh los menciona sin la precisión con que informa acerca de las notas de Mayoría; por lo tanto, un criterio aceptable es centrarse exclusivamente los artículos que Walsh cita como propios: “Yo también fui fusilado” del 15 de enero, “Habla la mujer del fusilado” del 29 de enero, “La verdad sobre los fusilados” del 19 de febrero” y “Fue una operación clandestina la masacre de Suárez? del 26 de marzo; junto a ellos es posible agregar “Nuevas informaciones sobre la masacre” del 26 de febrero, que a pesar de no haber sido aludido por Walsh, da a leer suficientes elementos de juicio que nos permiten considerarlo un desprendimiento de “La verdad de los fusilados, publicado una semana antes.

Un índice elocuente de que el interés central de Walsh era la búsqueda de justicia, es la carta que el 21 de febrero le envía al doctor Belisario Hueyo, juez a cargo de la demanda penal interpuesta por Juan Carlos Livraga, el fusilado que vive, en la que puntualiza en un pormenorizado informe los resultados de sus actividades para esclarecer los fusilamientos de junio.

“Operación Masacre” apareció publicada en la revista “Mayoría” del 27 de mayo al 29 de julio de 1957, un total de 9 notas[…] Los capítulos que conformaban “La evidencia” y “Obligado Apéndice” en las notas de Mayoría y en la primera edición en libro de Operación Masacre de diciembre de 1957, fueron suplantados en gran parte por el Informe Livraga a partir de la edición de 1964. 

Después hubo apéndices, corolarios desmentidas y réplicas, que prolongaron esa campaña hasta abril de 1958. La campaña periodística continua con las respuestas de Walsh a las objeciones del Gobierno acerca de la legitimidad de sus pruebas; las mismas aparecen  en Mayoría, el “Obligado Apéndice II”, y en Azul y Blanco “La prueba decisiva de la Operación Masacre”, del 26 de febrero –incluida a partir de la edición de 1964 en el capítulo 34, “Los fantasmas” del libro-.  Y finaliza con “Aplausos teniente Coronel” del 18 de marzo, y “¿Y Ahora…Coronel?” del 29 de abril de 1958, aparecidas en Azul y Blanco en las que denuncia, con un marcado tono sarcástico muy walshiano, no sólo de la impunidad otorgada al teniente coronel Fernández Suárez, el responsable de los fusilamientos, sino también de la decisión política aberrante ascenderlo.

La noche del 18 de diciembre de 1956, en un bar de La Plata, a unas cuadras de la casa en la que vivía junto a su familia, Rodolfo Walsh toma una cerveza con un amigo, Enrique Dillon. En el encuentro se entrelazan sinuosamente el ajedrez, la literatura y los avatares de la vida cotidiana; mientras las palabras se deslizan pausadas entre gestos cómplices y presupuestos compartidos, Dillon desgrana una historia que inicialmente parece inverosímil.

En esos días el tema recurrente de las conversaciones habituales era la ola de calor que se había anticipado a la llegada del verano, pero también, en voz baja y de modo reservado, circulaba por la ciudad un rumor tan vago como inquietante: “Hay un fusilado que vive.”.

     Desde una mirada retrospectiva, la transformación decisiva por la que atraviesa Rodolfo Walsh está marcada por el punto en que, en una instancia específica, varía radicalmente las relaciones de contigüidad o antagonismo, o una mezcla de ambas, con el proyecto intelectual que había ido desplegando hasta ese momento. La historia que le cuenta Dillon es el primer antecedente en el tiempo, el espacio o las acciones de un proceso que tiene duración, significado y permanencia. La mutación, que se produce en Walsh, irrumpe como una cesura en la que se rearticula una diversidad anterior con lo que adviene como diferente y con entidad para ser reconocido como tal.

        

Rodolfo Walsh y la posteridad

 

     La dimensión de Operación Masacre en el conjunto de los discursos que configuran la literatura, el testimonio y el periodismo, es ya responsabilidad y competencia de los lectores. Leer la escritura walshiana como un texto plural, es leer la historicidad de sus múltiples lecturas, no reducirlo, no dejarlo quieto.

     Los textos no pertenecen a un género en particular, participan de varios de ellos, si bien es indiscutible la concepción de que son los lectores quienes inscriben los textos en los géneros, la plasticidad y la dimensión significativa de la escritura es la instancia primordial que promueve la multiplicidad y la complejidad de esas lecturas. Operación Masacre es un yacimiento inagotable al que el ojo que lee puede regresar una y otra vez, sin la amenaza de quedar atrapado en ese desierto tan poblado de los estereotipos.

     La transformación decisiva que implicó para su vida y su obra la investigación y denuncia de los fusilamientos de junio del 56, exhibe la mutación de una subjetividad, en sus modos de sentir y pensar, porque ya no puede soportar lo que tiene de intolerable una época, haciendo surgir nuevas posibilidades de vida. …durante casi un año no pensaré en otra cosa, abandonaré mi casa y mi trabajo, me llamaré Francisco Freyre, tendré una cédula falsa con ese nombre, un  amigo me prestará una casa en el Tigre, durante dos meses viviré en un helado rancho en Merlo, llevaré conmigo un revólver, y a cada momento las figuras del drama volverán obsesivamente… Esa apertura inaugura a su vez un espacio de experimentación y de creación. Esa transformación que atraviesa a Walsh, con el correr de los años, va tomando el diseño de un proyecto, que acaso se pueda condensar en una frase: otra historia es posible y en su búsqueda se anima apostar lo vivido a cambio del sueño de un futuro más ético y más justo.

     La campaña periodística que culminó en Operación Masacre, sigue abierta como un diálogo crítico con el pasado en el asedio constante del presente, pero con una vocación indeclinable de futuro. Así, con un nivel de actualidad inminente, aun sigue vigente su denuncia de que la Policía de la Provincia de Buenos Aires es el instrumento más flagrante de un Estado que desvía su función institucional de agente auxiliar de la Justicia para utilizar su poder como un modo de control y represión de las desigualdades sociales. Del mismo modo, tiene una indiscutible funcionalidad crítica la rigurosidad de las estrategias de investigación de Walsh, que siguen siendo un paradigma del periodismo enfrentado con la corrupción y el crimen organizado en una época signada por el auge del neoliberalismo, en el que delito y política son dos prácticas íntimamente imbricadas. Finalmente, su escritura es un depósito inabarcable de significaciones, configurada en la lucidez de los procedimientos narrativos, en la agudeza del estilo y en el riesgo de la innovación.

     El legado de un escritor reside tanto en  su obra como el modo en el que ha construido la imagen de su vida es parte inseparable de esa obra. En los textos de Rodolfo Walsh han quedado marcas que, además de registrar y promover el sentido, dan a leer una magnitud significativa no expresada en palabras o silencios, sino presente en el gesto con que ha jugado su vida por esa obra. Y ese legado, se hace presente cada vez que el lector debe asumir la responsabilidad de testimoniar con su mirada ese gesto. El encuentro con Livraga, decía al principio, señala un punto en el que Walsh establece otro vínculo con la forma en que había pensado su obra y construido su vida; a partir de entonces, la trasformación se manifiesta en el gesto con que apuesta todo el capital simbólico y existencial acumulado hasta ese momento por una nueva alternativa de futuro. Ese movimiento es una convergencia del cuerpo en un proyecto significante para producir una conmoción tanto emocional como intelectual y volitiva en sus interlocutores. El gesto legado por Walsh no sobreimprime en la letra de su escritura un querer decir sino, antes bien, el riesgo de un saber hacer. Cuerpo y escritura se traman en el primer encuentro con Livraga y se extienden a lo largo de toda la trayectoria posterior de Walsh hasta integrar un inseparable hacer significativo.

Una coda

En las primeras etapas del desarrollo de la fotografía, los daguerrotipos requerían lapsos de exposición que llegaban a los 30 minutos con luz brillante; por ello, cuando se tomaban retratos se solía utilizar unos aparatos ortopédicos para que las personas que posaban se pudieran apoyar y conservar cierta inmovilidad. Creo que esa imagen se puede trasladar al modo en que a menudo son leídos los textos de Walsh: se les impone una forzosa rigidez tropológica, esa maniobra permite fijarlos mediante la lente prescriptiva de los géneros a través de los cuales son canonizados como modelos de una verdad establecida, que la escritura debe ratificar.

Buenos Aires/Pilar, enero de 2016