Releo la archicitada consigna y me dan ganas de rescribirla, extenderla, boludearla, rearmarla; en una palabra: ganas de osvaldolamborghinearla. Es el impulso de salir del libro publicado —el libro con ciudad, año de edición, al cuidado de, publicado por X Sociedad Anónima. El impulso de salir con Osvaldo en manifestación afuera del libro, de salir de ahí, siempre salir. Releo el subrayado y las marcas, y entonces aquí también me pongo a rayar.
Tuvo que venir un europeo a publicar un libro cuyo título faltaba. Un título simple y claro como un cross artliano. Osvaldo Lamborghini. Tuvo que venir un europeo para ponernos entre las narices lo que tenemos en la puta cabeza. El Cuaderno. Las rayas. Y este europeo pudo venirse entero, como yegua sudada, porque vino sin lo que detestamos: la culpita colonial. Primer gesto de Miguel Vega Manrique: escribirse un libro para salir de los libros, de la muequita culposa y de las becas poscoloniales.
Osvaldo: nombre hegeliano, abierto y cerrado por la o, cerrada y circular como un ano —ano hegeliano. La doble o, dos huevos o dos bocas. Y en el medio, claramente: Las hijas de Hegel. La ese, la ve, la a, la ele y la de, de o-s-v-a-l-d-o. Esa pulsión de firma, de autor, de nombre propio cae en un lugar muy preciso. En el Cuaderno con mayúscula. Así llama Vega Manrique a lo que los académicos titulan el Archivo. Es el cuerpo encuadernado —el nombre de autor—, el gran coso que acosa a la publicación, primero, a la escritura, después.
Y ahora entro yo como yeguo con secador de pelos: primero publicar, después escribir, pero antes: rayarse. Los cuadernos no se publican. Los cuadernos tampoco se escriben. Los cuadernos se rayan, se rayan, se rayan como esas tres RAYAS que cierran el 12 de febrero de 1969 el poema familiar Hoy, relacionarse: y como sea.
La raya: extensión de la sobremesa, de la literatura familiar, de la novela que te raya. Segundo gesto de Miguel Vega Manrique: extender la rallanura osvaldolamborghínea a toda la Cosa por fuera de los libros, llevar el mundo al tallersito, la vida a la pila infinita de cuadernos. Al teatro de la mano. Página 99: Escribía a mano y eso sólo culminó en la inmensidad de un Cuaderno desplegándose al sumun. Entonces. Pues. Cuaderno Osvaldo Lamborghini.
Miguel Vega Manrique vino a Buenos Aires a trabajar sobre el cuerpo de su adicción. Tercer gesto que niega y conserva los anteriores: la adicción al cuaderno, a lo impublicable, a la escena previa de la escritura. Llegó a una piecita de la calle Zelarrayán en Parque Chacabuco. Ahí nació este Osvaldo Lamborghini, enorme manifestación en calle Zelarrayán. Y los chistes cierran como la doble O: Miguel Vega Manrique llegó a una piecita en calle —dónde— se la rayan.
Osvaldo Lamborghini, Buenos Aires. Ediciones Chinatown. 2024.
Milita Molina y Manuel Moyano Palacio en la presentación de Osvaldo Lamborghini. Librería La Coop.
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