Reseña sobre De hermanos y amigos de Haydée Oliva
Por Julia Milanese
Doce historias integran De hermanos y amigos, libro de cuentos de Haydée Oliva. Doce narraciones que, a pesar de la “advertencia” que la autora da en el prólogo de que escribe para chicos de diez a doce años, no forman parte de un universo fantasioso y están lejos de buscar satisfacer una supuesta inocencia infantil o recomponer la confianza con finales felices.
Son cuentos tal vez sí pensados para chicos porque sus protagonistas lo son o recuerdan los tiempos en que lo eran. El relato de las anécdotas es sencillo sin ser simplista y busca recuperar la capacidad de nombrar con un lenguaje directo la visión primera y despojada que cada protagonista encarna sobre un breve momento de la historia que muchas veces lo tiene como víctima. Sin apelar a un fin didáctico ni alegórico, los cuentos funcionan como una invitación al lector juvenil a comenzar a leer con otros ojos, a salir de la fantasía de la primera infancia y recorrer otras narrativas posibles atravesadas por el dolor y a veces la crueldad.
Los escenarios donde transcurren las historias son bien concretos: todas ellas ocurren en la Argentina en fechas puntuales o épocas bien reconocibles. Tehuelches y galeses, por ejemplo, compartiendo una misma tierra inhóspita, habitando el límite entre el agradecimiento y la rudeza del día a día. Chicos de la calle o chicos de la villa, sin disfraz ni golpes bajos, siendo objeto de la violencia, de la pobreza o la incomprensión. El maltrato animal y el maltrato humano emparejados ante las miradas prejuiciosas y la indiferencia. El relato de un particular viaje a Once conocido por todos pero protagonizado por seres –niños- anónimos.
Es decir, que en estas historias los chicos, lectores ideales de Oliva, irían en busca de una realidad que muchas veces se les mantiene ajena. Esa realidad aparece por momentos suavizada, pero siempre sugiere una presencia de fondo, la de un país, que así como se formó por el crisol de culturas tan diversas, resultó, más allá de las lecturas optimistas, un país de desarraigo cultural y necesidades incumplidas.
Así y todo, en el medio de esa crudeza, los cuentos logran componerse alrededor del relato de alguna historia de amor a veces romántico, a veces fraternal y a veces amistoso. Un amor que es el primero, y por eso es infantil, descripto con intensidad y falta de prejuicios o estructuras, pero que sólo se vuelve el eje del relato por su ausencia o en el mismo acto de su pérdida. Tal vez esa pérdida es el quiebre entre el universo infantil y el de los cuentos de De hermanos y amigos, cuyo tono general no es inocente, pero sí es esperanzador. Hay confianza en el lector nuevo y en muchas de las historias que hablan de la fuerza necesaria para salir del clima de aislamiento y destierro que también padecen los jóvenes.
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