En 2012, el escritor y crítico literario y Roberto Ferro, con el respaldo del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la UBA; dio inicio a una serie de jornadas impartidas en MALBA, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, y la Biblioteca Nacional, Mariano Moreno, que marcarían fuertemente su presencia por la selección de los autores a tratar: las primeras contaron con Macedonio Fernández como único autor; las segundas, en 2013, a las cuales se sumaron Silvana López y Marcelo Damiani en la organización, se abocaron a las figuras y poéticas de Héctor Libertella y Osvaldo Lamborghini; las terceras, se enfocaron en Néstor Sánchez y Jorge Di Paola y, en los años sucesivos, se concentraron en Alejandra Pizarnik y Rodolfo Walsh. El objetivo de estos encuentros realizados ininterrumpidamente entre 2012 y 2017 –y continúan en 2018 con las jornadas de homenaje a Julio Cortázar– fue echar un poco de luz (negra) sobre algunos de los escritores que, pese a su genio y su obra fructífera, circulan por sectores reducidos, alejados del canon o bien suscitan desde hace tiempo las mismas y redundantes lecturas, dejando de lado una parte de su producción poco abordada. Aun cuando Macedonio y Lamborghini cuenten hoy en día con un corpus de lecturas metatextuales más que envidiable, es indiscutido que no es más que un rescate tardío y aletargado que los académicos se han visto forzados a iniciar a raíz de la lectura y el trabajo con escritores más “centrales” que ya los leían desde hace tiempo. Digamos, dicho reconocimiento no acaba siendo genuino por el valor de los escritores por sí mismos, sino por otros accidentes y devenires históricos.
Es entonces que el libro Libertella/Lamborghini. La escritura límite, publicado por Corregidor en 2016 y editado por Silvana López, especialista en el escritor Héctor Libertella, se instala en el mercado y en la academia como un modo de visibilizar ciertas aproximaciones críticas a sus obras. Con el objetivo de problematizar, debatir y discutir en torno a los escritos e imágenes de Héctor Libertella y Osvaldo Lamborghini, tanto las jornadas como el libro no buscan reubicar sus nombres en el canon literario nacional, sino, desde su lugar marginal y combativo, provocar lecturas acerca de estos dos maestros del sabotaje y el complot textual.
Los colaboradores del volumen coinciden en ciertos cruces y tendencias en común a la hora de abordar a ambos: la producción de una obra dispersa, fragmentaria, artesanal, opaca en cuanto a los sentidos que suscita, potente en cuanto a los efectos que provoca, escritores de difícil lectura por sus peripecias y vericuetos a nivel morfológico, sintáctico y genérico. Asimismo, resaltan una historia de vida marcada por las cicatrices que la tarea de escritor dejó en ellos, de una existencia por y para su proyecto, que solo pudieron detenerse frente a la inminencia de la muerte; estos nombres condenados, rodeados por un halo imaginario similar al de los poetas malditos de Paul Verlaine o a los raros de Rubén Darío, que se leen en círculos selectos de compañeros que los sobrevivieron, epígonos secretos y fanáticos autoproclamados, ocupan un lugar marginal que desestabiliza constantemente el centro tiránico del sistema literario.
En el prólogo, Silvana López destaca el característico “exceso” que desborda las poéticas de esos escritores: en ellos pareciera encerrarse el sentido de lo literario, con algo que siempre escapa a la mirada de los lectores, algo irrecuperable, que puesto en palabras acaba por convertirse en una definición profana de la literatura. Son libros que dicen de otro modo, y en esa singularidad dan con la silenciosa revelación mística del loco que no logra transmitir pensamiento alguno. Quedan las palabras, quedan las huellas de ese contacto con lo literario, queda el testimonio de dos hombres que cultivaron una amistad fluctuante y retroactiva.
Roberto Ferro, al presentar las jornadas, señala que uno de los objetivos principales del encuentro es “reflexionar acerca de las formas de legitimación en el espacio literario argentino” (López 2016: 25). Puede señalarse que los escritores buscan insertarse en un campo de acción e intervención o, de lo contrario, crean e idean sus propios influjos e interacciones, y, en esa dirección, Héctor Libertella y Osvaldo Lamborghini confluyeron en la revista Literal, frecuentaron zonas semejantes, manejaron una serie de conocimientos y discursos extraliterarios que impregnaron sus obras de un aire heterodoxo, legitimaron su trayectoria a partir de la disrupción con las corrientes de su época, de la suspensión de las convenciones y expectativas de escritura y lectura, del destierro de sus obras del reino del sentido claro y unívoco propio de las sociedades mercantilistas. Configuraron su propio espacio de legitimación y, como satélites amenazantes; elevaron, por períodos, las aguas para volver pantanosos los cimientos sobre los cuales las instituciones han edificado con ciega confianza sus principios.
Los textos de Libertella/Lamborghini oscilan entre la anecdóta, el ensayo y el texto académico; están los que buscan recuperar los encuentros con los sujetos, dilucidar aspectos biográficos, reflexionar acerca de intercambios epistolares y echar luz sobre las costumbres de escritura de cada uno; y aquellos que trabajan sobre la textualidad, la materialidad de los escritos y los proyectos (in)conclusos. Entre los colaboradores se hallan amigos, compañeros, docentes y críticos que abren nuevos campos de legibilidad de las obras de ambos escritores. Participan del volumen Laura Estrin, Esteban Prado, Jimena Néspolo, Silvana López, Rafael Cippolini, Marcelo Damiani, Américo Cristófalo, Diego Peller, Martín Arias, Ana Gallego Cuiñas, Martin Kohan, Luis Chitarroni, Eduardo Stupía, Guillermo Quartucci, Ricardo Strafacce, Germán García, Luis Gusmán, Noé Jitrik y Roberto Ferro.
La dupla Libertella/Lamborghini, lejos de suponer una asociación obvia o lógica, postula la reactivación de una zona oscura dentro del campo de legitimación de los textos nacionales. Se genera así un espacio de tal densidad que atrae y cuestiona todo lo adquirido y construido hasta el momento sobre el oficio del escritor, el rol de los lectores y el ideal literario. La doble L llama a una reflexión sin rumbo fijo en donde lo más importante es el camino construido sobre la marcha, un camino que nos deja con más interrogantes que certezas, que desestabiliza nuestra percepción del mundo y por ello mismo ofrece una experiencia genuina de lectura, como si todos leyéramos por primera vez.
Referencia: AA. VV. (2016), Libertella/Lamborghini. La escritura límite, López, Silvana (ed.). Buenos Aires: Corregidor, pp. 256.
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