Como si lo único que existiera fuese el lenguaje, Ana Abregú construye esta novela desafiando las quemaduras del inconsciente. Penetra, a través de un protagonista escritor oculto -hábil en interpelar sentires propios y ajenos- en el alucinante océano mitad ficción mitad realidad que implica la creación. ¿Quién narra, cómo, desde dónde, cuáles son las vías de atravesamiento? Estamos ante un abanico de resortes, hipótesis, teorías; literatura y vida cotidiana ingresan, se contraponen, sostienen permanentemente un diálogo multisecuencial. La voz -las voces- narrantes apelan a un extenso fraseo, airoso en subordinadas con tonalidades sutiles, también briosas, excitantes.
Un cara a cara entre la pulsión sexual y la muerte nos precipita, desde las primeras páginas, en aquel decir de Bataille acerca de lo imposible que resulta evitar subterfugios sin recurrir a la puesta en escena, sin montar un espectáculo. “Usted no se imagina qué magia…no hubiera podido tocarla en otra forma más que para matarla, yo estaba todo transpirado, incluso mi sexo…”
El suspenso, el aura de irrealidad, el dominio de numerosos cánones narrativos, son recursos dominados por la autora, quien logra atravesar lazos íntimos con distancia crítica fuera de cualquier reverencia a la ingenuidad de los comunes lugares.
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Revista de literatura, especializada en literatura latinoamericana.
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