Llamamos poema a la propia vida. No a lo correctamente escrito ni métricamente endosado, sino, a la naturaleza de la vida representándose en signos. Todo poema es intensidad y nervio humano; fina materia de nuestra lógica y sangre. Todo poema nos descubre las frágiles y vigorosas extensiones del Gran Árbol del Lenguaje.
En ese sentido, habría que reconocer muchas rutas de los poetas de cualquier siglo; pero en todas ellas, tal vez, fijándonos en los dos grandes poetas alemanes, tanto Goethe como Hölderlin, crean un camino bifurcado: por un lado, los que concilian con el mundo y trabajan en el mismo Orden que impone la sociedad aunque buscando sus libertades propias, es decir, los que se amoldan; y por otro, los que, como Hölderlin, asumen la tradición inmolada y resisten.
¿Cuál es la tradición inmolada? Pues, la de los poetas que asumen su vida como un estado de perpetuo arte, delirio, búsqueda y contradicción. No fueron sino vasijas de las furias y sentimientos de su arte; cuerpo y poesía se funde así en un intenso equinoccio. Ahí donde Goethe canta la mesura frente a los Dioses:“Pues a los Dioses, nunca /el ser humano compararse debe.” Hölderlin no reprime sus instintos dionisíacos y estalla: “¿Por qué vosotros, oh espíritus relajados, queréis /arrancarme de mi propio elemento, que es el fuego, si no puedo vivir más que combatiendo?”
Podemos ubicar a Vallejo, Rimbaud, Celán o a Juan Ramírez Ruiz entre los inmolados; poetas que no tienen otro trabajo que hacer su arte, vivir para difundirlo y estudiarlo, en fin, habitan la orgía perpetua; también a Novalis y a Heinrich von Kleist, dos poetas del romanticismo alemán que murieron jóvenes; y del otro lado, de los amoldados, a poetas como a Marcos Martos, Montalbetti o incluso a Nicanor Parra, o a los poetas de la generación de 27 (salvo Lorca y Cernuda) que simultáneamente a sus trabajos como literatos tenían trabajos académicos y vidas y hogares.
2) Educación en la Casa del ser: el ser griego en la cultura alemana
El brillante joven estudiante de teología en 1788 en la universidad de Tubinger — y compañero de Novalis, Schiller o Herder — es hijo de su tiempo, de sus posibilidades y límites, sin embargo, los agrede. No le basta su época, busca otra; no le basta su contemporaneidad, se aleja de ella y se pierde. Y crea, como todo genio, su propio sentido y época. Los genios son los que van contra la época y la superan.
Gracias a ser parte de una columna de jóvenes rebeldes que atacaron la crisis de los inicios de la Sociedad Industrial logra ubicarse dentro de un panorama fecundo: el mismo horizonte es alborotado por la Revolución Francesa. Aunque, por su carácter, termina en un sendero solitario. Si para Baudelaire, el poeta es el Emperador de cielo y el ave ninguneada en el suelo, del que los marineros incluso juegan o satirizan, este poeta es nítidamente un ave. Elevación es el fluido que busca; la poesía sus alas. Sus alas de gigante le impiden caminar. El diálogo se aleja de su propio entorno y establecen lecturas y traducciones de los griegos. Habita su arte, es decir, su propia casa; cuerpo hecho de signos que son la música única donde habita la voz de los héroes. Heidegger nos recuerda la esencialidad de este poeta, que es el “poeta de poetas”. Los griegos le permiten establecer un pensamiento lejos de las taras modernas; modernidad industrial que sacude la vida y propone nuevos sistemas de explotación y enajenamiento.
Así, los que se dedican a la filosofía —de Nietzche, pasando por Hegel a Heidegger— llegaran a la esencialidad de la palabra y sus conflictos; y en el caso de los poetas a un complejo sistema de diálogos, espejos y exploraciones. Tanto poetas como filósofos comparten la épica intelectual y se nutren: Hegel asume los planteamientos que Hölderlin acababa de beber de Heráclito y funda la dialéctica; como también explora la estética. Es, sin duda, importante observar cómo en épocas de crisis o no, la educación y la cultura, abren nuevos diálogos, totalmente imposibles en una sociedad dominada por un solo discurso.
Evidentemente, son parte de una élite de genios que remecerán el pensamiento de su tiempo. La poesía, entonces, no deviene sino de una inspiración sostenida por la erudición y reflexión complejas. Solo el pensamiento agudizado y crítico puede dialogar con los siglos y devolverle la frescura y clima a los viejos tramas griegos.
Entre los presocráticos, Hölderlin encontrará cómplices de su propia vehemencia. En una carta de 1801, el poeta expresa que el fuego del cielo era un estado cotidiano entre los griegos; asunto que nos devuelve la imagen de la lujuriosa y afirmativa vida sensual de los griegos simbolizada en algunos de sus deidades como Dionisio. Este fuego, es también un retorno a la búsqueda de lo personal y propio; del temperamento mental que su época simplemente limita, es fuga e intensidad. El fuego del instinto del que nace el poema y su purificación.
3.La imaginación poética al Poder: conflictos entre contexto y genialidad
El lenguaje, a diferencia de la música, tiene la capacidad de expresar complejidades. Al separarse del ritmo e instinto, cae en el sentido y el silencio. Al quedar en el silencio, exige un diálogo más agudo e infinito. Así, se ahonda, se traduce, se pone en constante conflicto y danza. Curioso elemento, tiene poder como el dinero pero no es dinero; se usa para dejar prueba de la existencia pero no es la existencia misma; muta y cambia, por eso, se mantiene en constante transformación.
Con él, y en su uso, somos humanos e inventamos mitos, creamos logos y reflexionamos sobre la ciencia, nuestro destino o una película. Hölderlin se aparta del mundo para vivir solas y oírse con los dioses. Atrás, deja su etapa de profesor en las lujosas casas de gente adinerada, donde como el personaje stendhaliano de Rojo y Negro se enamora de la esposa del banquero Jakob Gontard, la señora Susette quién le abre la posibilidad de hacer el libro Poemas a Diotima y de conocer el amor:
Pude nombrar los héroes
callando ante las bellas heroínas.
Callando ante lo infinito se nombra lo infinito; el silencio, en suma, es profundidad de ese no saber decir; o ese no poder decirlo todo, absolutamente todo. Límites y cambios. Pero su destino existencial es otro. Y sigue andando. Sin embargo,
Pero ya el sol del espíritu, ya el bello mundo se oculta,
y en la noche glacial sólo hay fragor de huracanes.
Un fragor de huracanes, una mente que hierve ideas y crea y desata las esencias. La soledad y la literatura son un solo rostro. La soledad es el mundo donde el poeta levanta su Torre de Babel, su arte, sus aforismos y diagramas. Habitar la soledad es suscribirse fuera de la vorágine del día a día; aceptar y asumir su viaje de inmolación es olvidar las viejas rutinas y cercos mentales cotidianos. Algo certero dijo Virginia Wolf al respecto al postular que lo primero que se necesita para ser escritor es tener un cuarto propio; Aristóteles, en cambio, es más contundente: la soledad solo la viven o los imbéciles o los dioses. También es interesante ver la soledad en los ojos de J.M. Vargas Vila para quien la palabra de Solitario, es pura, y cae sobre las almas electas, como una lluvia de rosas de oro, cual si las selvas del Cielo, sacudiesen sobre la Tierra, toda la luz de sus rosales en flor...El temperamento del poeta y la materia viva desde la que se mueven los axiales de su pensamiento lo alejan de lo cotidiano, lo afirman en su mundo personal y lo conducen a lo único. Su cuerpo habita la rutina, aunque su mente se despliega para los ilimitados caminos del pensamiento. ¿Podría Hölderlin habitar el mundo como cualquier otro ganando su pan con un trabajo y un sueldo mensual? Su naturaleza nos da la respuesta y su arte, que es producto de esta inmolación, nos da otra. Trabajador titánico, orfebre absolutamente convencido de su proyecto y búsqueda. Su rebeldía nos da luz y guía.
Mientras Goethe empezaba su etapa de cortesano, que lo llevaría a rechazar incluso el espíritu original del Romanticismo; Hölderlin se pierde detrás de las mamparas de su época. Y en este mundo, rodeado de abogados, doctores, empresarios, comerciantes, ingenieros, ¿qué papel le toca asumir? En el anatema de la soledad, construimos los mundos, hacemos alquimia de las voces; en la circunferencia de la soledad se construyen los nuevos fuegos. Es curioso cómo este no poder participar en la sociedad hace del Poeta un ser extraviado, menguado, inútil para un sistema que La soledad, como centro, es el corazón de todo ser humanos. La poesía era acaso el más inocente de los juegos, sin embargo, en su aparente banalidad se da lo más esencial de nuestra propia existencia.
Pues, poeta es quién sostiene los diálogos mayores, es decir, una antena de voces. Un poeta como Pessoa, por ejemplo, se vuelve chamán de un continente de voces y expande la cuestión de la unidad; en el caso de Hölderlin, el viaje místico es otro. Y él se siente un ánfora de la energía poética:
los poetas son ánforas sagradas
donde se guarda el vino de la vida,
el espíritu de los héroes.
Hölderlin advierte que si perdemos el contacto con los dioses el humano vive un desarraigo existencial inmenso, es decir, si ya no queda nada especial en nuestro contacto con la tierra y el mundo, si no habitamos los rituales y las conexiones con la tierra, ¿cómo puede el hombre habitar el mundo? Observa, como todo buen poeta, más allá de su época y descubre la situación de crisis e inestabilidad o nihilismo del mundo moderno. La modernidad comprende esta crisis y la posmodernidad la vive o padece. El hombre si poder en el lenguaje se vuelve mercenario de los números; ya no es un niño que vive en los mitos y asume la realidad mágica, se preocupa solo por el interés y los movimientos bursátiles; la modernidad destruye el niño interior, es decir, el Dios que precisamente protege la vida y pasión de Hölderlin. ¿Qué pasa con una sociedad que prioriza la oferta y la demanda, el dinero y la economía y no la vida humana y los seres de la naturaleza? Ocurre lo inevitable: enajenación y control. Y su canto es una forma de proteger toda la energía humana, sus matices e intensidad; es, en suma, la de una ánfora sagrada.
La soledad entonces se vuelve un espacio de comunión con el fuego encendido de su mente y él poeta un guardián de estos misterios, un cuidador del mito donde se preserva la naturaleza humana, sus furores y elementos.
¿Qué hace el poeta entonces si justamente su mirada ata lo real e irreal, la naturaleza y el artificio? ¡Canta! ¡Y su canto es elevación! Oculto en la inmensidad de su fuego, su voz se despliega como puente entre los desasosiegos y fuerzas. Poema y poeta son una misma ruta, extensión y latido; donde callan los filósofos sujetos a su ramificación mental, el poeta descubre y preserva el fuego. La sensación del poema es la intensidad misma dándose. Situación de la mente instantánea que late a la combustión entregada: dos cuerpos se conectar; la poesía se ovilla en otros ojos y se extiende. Y busca en el canto ese espacio donde la realidad se conecta con el diálogo de corte ontológico que se desarrolla en su verso:
Otorgado en su interior es a los hombres el sentido
hacia lo mejor él ha de guiarlos
esa es la meta, la verdadera vida.
Ante la cual más espiritualmente los años van contando.
4.La mirada del genio: tormenta y pasión en Hölderlin
La verdadera vida está ausente, expresaría años después el famoso Arthur Rimbaud; joven rebelde que detestaba la vida y los límites de su tiempo, pero pensemos: ¿qué vida está ausente? ¿cuál de todas las vidas es la verdadera vida? ¿acaso al pasar 36 años de su vida en la casa de aquel hospitalario carpintero el gran poeta alemán no rechazaba precisamente toda la vida alemana? ¿Para Goethe la vida cortesana que tuvo fue la verdadera vida? En una entrevista, Zimmer, expresa cómo era vivir con el genio autor de “Hiperión, o El Eremita de Grecia” :
“Creáme, eso es lo que le ha vuelto loco. Esos malditos libros, todo el día sobre la mesa, y cuando está solo, desde por la mañana hasta por la noche se lee a sí mismo pasajes en voz alta, declamando como actor, con aires de querer conquistar el mundo.”
Los libros, esos curiosos cofres que guardan el universo, sus posibilidades e infinitos. Los libros y su poder de transformarnos. Los libros donde justamente se fermentó el pensamiento que derrumbó el reinado francés. No tenemos dónde asirnos ante la tempestad del absoluto de ser solo flujo de tiempo, es decir, frente a su fragilidad, Hölderlin es poseído y que son posibles gracias a la alquimia verbal.
En ese sentido, Xavier Abril, el vate peruano, agrega que “la poesía es un duelo a muerte que se realiza sin que nosotros podamos resistir, al contrario, gana y enajena. Esta es su virtud.(...)No hay zonas neutrales para la terrible experiencia que significa.”
Esto, es interesante dado dos puntos que extrapolamos al mismo itinerario mental de Hölderlin: la poesía enajena; y, por otro lado, no hay zonas neutrales para esta terrible experiencia. Poeta y poética viven atados a una misma circunferencia; escribir es escribirse y escribir es encontrar el espacio donde esa ritualidad fecunde. Más abajo, Kuhner, que es el poeta chismoso que justamente le saca a Zimmer las respuestas, expresa algo digno del mármol:
“Los poetas alemanes no hacen otra cosa en toda su vida. Ninguno de ellos lo ha hecho mejor”
¿Ninguno de los más grandes poetas alemanes hizo algo mejor que andar y sentir, es decir, habitar profundamente y poetizar el mundo? ¿Cuáles son los límites de la cordura y la locura en un poeta? ¿Acaso no son más intensos los cantos de los arrojados al delirio, de los que cantan por encima de su propia voz natural y reinventan el mundo en su fluir?
Es de suponer que para Zimmer había un estado de tolerancia aunque también de incomprensión; de duda sobre su verdadero fin y de finalmente cuestiones sobre la poesía, su utilidad y todo el peso que el sentido común cercena sobre la experiencia de este arte. Son estos años los que conducen a Hölderlin a escribir uno de sus más intensos trabajos: Poemas de de la locura. Aquí, vemos algunos de sus cantos más simples aunque naturalmente hondos:
Su vida escoge el hombre, su objetivo,
Gana libre de error sabiduría, pensamientos,
Recuerdos que perdiéronse en el mundo,
Y nada puede contrariar su valor íntimo.
El esplendor de la Naturaleza embellece sus días,
Otórgale su espíritu nuevas vestiduras
En su interior, y así contempla la verdad,
Y el más alto sentido, y las más singulares preguntas.
Vemos que se mantienen los anhelos y sueños de su juventud: confundir la mente con la Naturaleza, revivir el tiempo donde habitar el mundo era crearlo en un fuego puro. “El esplendor de la Naturaleza embellece tus días”, repite y su voz es clara, la claridad de quien alcanzó la sabiduría para expresar su propio canto. En esta última etapa, se hace costumbre para el poeta cambiarse de nombres. Por ejemplo, Scadarnelli, que usa para firmar algunos poemas:
Otorgado en su interior es a los hombres el sentido
Hacia lo mejor él ha de guiarlos,
Esa es la meta, la verdadera vida.
Ante la cual más espiritualmente los años van contando
Destino y poeta se encuentran entonces, el viaje que inició con el furor del romanticismo no cesa; se mantienen vigentes los sueños de alcanzar un estado más alto de la vida, de llegar a la verdadera vida. En ese sentido, vemos que todo el viaje es de la heroicidad de una suerte de Prometeo: poeta encadenado a su fuego, a su voz, a su mística, a su consecuencia.
5. Sobre una vieja pregunta: ¿para qué la poesía entonces?
Alemania muta y el Realismo se impone en Europa. Se pierden los diálogos. Goethe sigue explorando el universo desde sus libros y estudios sobre el color, las flores y la mente. La voz de Hölderlin permanece natural y fresca como la misma sabia que nutre la mente, jubilosa y viva cantando el nuevo fuego. Y ahí su enorme encanto y poder: la voz de los poetas nunca muere, ni se apaga ni envejece, y si deja de oír por la sordera mental de cada época, espera a que nuevos ojos la revivan y sean hechizados en su encanto.
Pero, ¿acaso Platón no había arrojado a los poetas de la Academia y no había cuestionado sus poderes? Sí, es cierto, pero si seguimos leyendo la Historia veremos que, después, Aristóteles reflexionó con más rigor sobre su papel e incluso los ubicó por encimad de los historiadores al expresar la importancia. Y por otro lado, es necesario recordar que Platón primero quiso ser poeta y después, al verse limitado a ello, empezó a cuestionarlos.
Entonces, aunque la poesía para muchos ojos cegados sea un artificio o un acto banal, cuya utilidad no sea como la de un vaso, o la de un pan, se observa que su función es otra; y las categorías de lo útil e inútil no cuentan dentro de su razonamiento. Sin embargo, es el mismo Hölderlin quién lanza la pregunta en su famoso poema Pan y Vino:
Mientras estoy a su espera,
mejor me parece el sueño que vivir sin compañero;
al persistir indolente no sé qué hacer o decir
luego, ¿para qué poetas en un tiempo de penuria?
Son, dices, cual oficiantes sagrados del dios del vino,
errando por las comarcas bajo la noche sagrada.
Y desde otro siglo, César Vallejo, plantea la misma cuestión:
¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
El ser humano es un ser plural; finito e infinito en su búsqueda; es uno y miles. Un instante y otro. En ese remolino nacen los poemas y las filosofías, la ciencia y el progreso. Observa los límites de sus ambiciones pero canta; no puede detenerse, lanza una nave al espacio e inventa máquinas que crean máquinas que crean programas sofisticados para crear lenguajes. Su alto poder creativo lo hace transformar la realidad y transformarse junto a ella. Entonces finalmente, regresando a la cuestión tangencial de para qué poetas en tiempos de miseria, yo creo que la respuesta es una: para recordarnos que no todo tiempo es de miseria y que aún dentro del más deplorable estado del mundo, la poesía nos permite observar los mundos que perdimos, que somos, y devolvernos, si quiera un instante de absoluta nitidez, ese fuego sagrado que todo verdadero poeta cuida y defiende. Por ello, mientras seamos humanos el lenguaje y la poesía no dejarán de ubicarse en el centro y la esencialidad de nuestra experiencia. La poesía seguirá siempre ahí como un vaso de delicioso vino en tiempos donde nadie tiene sed.
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