METALITERATURA

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Texto anotado: control y sub-versión

7/7/2006 De novelas
Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos Cecilia Gonzalez Gerardi Estudiante de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires celezdi@gmail.com “Del Poder Absoluto no pueden hacerse historias. Si se pudiera, El Supremo estaría de más...”
 
Por:   Gonzalez Gerardi Cecilia
Introducción En Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos, publicada en 1974, se establece un juego entre lo que podría llamarse el cuerpo del texto, compuesto por la escritura atribuible al personaje de El Supremo Dictador, tanto en los textos efectivamente escritos por su mano (como el Cuaderno Privado y el Cuaderno de Bitácora), como en aquellos en que dicta a su escribiente Policarpo Patiño (como la Circular Perpetua y los Apuntes); y las notas que acompañan dicho texto, que se constituyen en una suerte de sistema de lectura que obliga a poner en diálogo ambas partes. En el cuerpo del texto, que podría denominarse también el discurrir del Supremo, si bien está atravesado por una serie de mediaciones, el Dictador pretende controlar la proliferación de sentido que se cierne sobre sí y sobre su gobierno. De esta forma, se puede decir que el Supremo reescribe la Historia y su papel en ella articulándola a partir de las versiones que circulan sobre él. En efecto, la novela se abre con una versión testamentaria que anticipa su muerte y que resulta apócrifa, y de la cual a lo largo de la novela no logra establecerse el origen. De esta manera, el Supremo intenta rectificar esas versiones, esa multiplicidad erosionante de su poder absoluto con su propia versión, en la cual va construyéndose a sí mismo como el salvador de su patria. Es la función que le asigna a la Circular Perpetua, escrita para sus funcionarios por la mano de Policarpo Patiño, que recoge en letra escrita lo que el supremo dicta, produciéndose aquí un primer nivel de mediación que la novela pondrá en cuestión . No obstante esa mediación, el Supremo pretende ejercer el control de lo enunciado, lo cual puede verse en la lección de escritura que intenta dar a Patiño, en que termina sujetando su mano guiándola sobre el papel. Pero también en la incorporación de un discurso directo que aparece sin marcas, sin guiones ni comillas que lo señalen, utilizando los dos puntos cuando se trata de la palabra de algún personaje histórico, y sin ninguna indicación cuando aparece el diálogo con Patiño. Así, la escritura se presenta como un fluir que incorpora la palabra de los otros, pero que la mantiene bajo el poder enunciativo del Supremo de forma de ejercer un manejo de esa palabra que se traduce en el control del sentido en los documentos que sirven de base al trabajo de selección ejercido por la figura del compilador en la novela. Esta figura aparece a través de un discurso propio y de marcas textuales por medio de las cuales se establece una fisura en la posibilidad de la imposición de una versión unívoca e incontestable sobre la figura del Supremo . Se puede decir que, como se verá, el compilador ejerce una sub-versión de aquella versión controlada. Esto puede verse en la inclusión de las notas, que desestabilizan ese lugar de enunciación en una doble dirección: en primer lugar, la cuestionan en el nivel de lo enunciado; y en segundo lugar, también lo hacen en la forma en que esas notas se presentan en el texto. De esta manera, y si bien lo que pareciera primar es la palabra del Supremo, se establece un juego oscilante entre ambas figuras, que realiza una puesta en tensión del control de lo narrado. (BAJAR EL RESTO del ENSAYO A LA IZQUIERDA, DONDE DICE: BAJAR ARCHIVO)
Estudiante de la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
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