METALITERATURA

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Un policial de defraudaciones y estafas

2/17/2020 Interesante

Terra alta de Javier Cercas

Javier Cercas es un escritor del que aprecio algunas de sus obras como Soldados de Salamina, Anatomía de un instante, El impostor, entre otras, de ahí que ante el anuncio de que había abordado el género policial me dispuse a su lectura a partir de ese horizonte de expectativas.

 

Por:   Ferro Roberto
 

El brutal asesinato de una pareja de ancianos en una localidad cercana a Barcelona, dueños de una empresa gráfica que ha extendido sus negocios a varios países, es el punto de partida de la novela de Javier Cercas, galardonada, como reza en su portada, con el Premio Planeta 2019. Los Adell eran los "dueños del pueblo" que da nombre al libro, la gran mayoría de sus habitantes depende de ellos y en sintonía los aman y los odian.

Al terminar la lectura me asedió un primer interrogante:

¿Los miembros del jurado que concedió el premio: Alberto Blecua, Fernando Delgado, Juan Eslava Galán, Pere Gimferrer, Carmen Posadas, Rosa Regàs y Belén López Celada, habían leído la novela?

Para responder me impuse un pequeño rodeo:

Dado que el lector de policiales es siempre, en mayor o menor medida, un experto que pone a prueba, frente a cada nuevo relato, un saber configurado por la biblioteca del género. La intuición, la capacidad de razonamiento y la audacia imaginativa con que elige su recorrido en la indagación que cada caso le propone, agregan al placer de la lectura, la tensión del desafío. El enigma, la simulación, el suspenso, las dilaciones, el secreto, responden a un régimen de reglas de juego que el lector y el texto comparten. Por lo tanto, los componentes distintivos del género están marcados por un alto grado de permanencia y estabilidad, que asegura el reconocimiento de los lectores, centrando la variación en el talento del escritor para producir una combinación sorprendente.

Tomando como referencia algunos de los autores más reconocidos del género policial en los últimos años, las novelas de Henning Mankell, Andrea Camillieri, Fred Vargas, Leonardo Padura, y los protagonistas de sus historias, Wallander, Montalbano, Adamsberg, y Conde; incluso yendo un poco más atrás, a la saga de Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, es decir a una selección muy próxima, pienso que esa duda es muy válida porque ¿cómo premiar esta novela a la que se le nota el apresuramiento y los costurones por todos lados?

Los personajes de la novela de Cercas son tan rígidos que compararlos con maniquíes sería hiperbólico; el yerno de las víctimas candidato a culpable cumple con su cometido rompiendo una de las reglas más habituales del género: el presunto culpable al comienzo, será un seguro inocente al final; Grau el gerente es un compendio de frialdad y cálculo, los compañeros de protagonista no se apartan de lo previsible. En cuando a Melchor Marín toda su composición reenvía a otra consigna de taller literario: los estereotipos pueden servir de punto de partida no de llegada.

Vuelvo a los miembros del jurado para recordar que Petros Márkaris , otro notable escritor de policiales ha dicho que Kostas Jaritos, un decepcionado policía ateniense lo habilita para hacer una representación crítica; en tanto lector de policiales la biblioteca asedia mi lectura, cómo digerir, entonces, la suma pesada de clichés que componen al protagonista, hijo de una prostituta asesinada, delincuente en su juventud que se convierte en policía con la ayuda de Domingo Vivales un abogado que será una suerte de tutor muy cercano al Pepe Grillo del Pinocho de Disney.

         Me serviré de otro rodeo para sostener mi argumentación.

En el género policial la tensión entre el crimen/enigma y la investigación/develamiento se vinculan en la instancia de un juego, por lo tanto de un conjunto reglado de codificaciones; la configuración genérica es reconocible porque es portadora tanto de un alto grado de redundancia como de variantes de desorden entrópico, lo que le otorga a la resolución del enigma planteado un amplio margen de incertidumbre, por la aleatoriedad de las series en las que puede derivarse.

De lo que desprendo otro interrogante, ¿Javier Cercas se olvidó de sus ideas acerca de la ambigüedad al escribir Terra Alta? Porque  en su ensayo El punto ciego busca esos espacios de ambigüedad en las grandes obras a partir de los que se despliegan la diseminación de sentidos, contradictoriamente en su novela todo es literal, no hay indirectas ni enmascaramientos; el lector, a poco de aparecer en el relato Salom, el compañero de Melchor, es puesto al corriente de una serie de indicios que lo hacen cómplice del yerno de las víctimas; si no hay variaciones con el responsable de los crímenes tampoco lo habrá con Salom, no hay incertidumbre ni sorpresa: la verdad no está al final de la espera, está mucho antes. En la última parte de la novela a pesar de que la trama ha expuesto sus entretelas, Cercas recurre a un deus ex machina, esto es literal, el mafioso mexicano que colabora con Melchor Marín aparece como traído por una grúa mecánica a la historia de igual modo que en el teatro griego.

Tampoco ha habido cuidado en detalles muy gruesos, en la página 117 se dice: “Fue a mediados de 2017…”, en relación con la búsqueda que hace de los asesinos de su madre en Barcelona, pero a páginas 146, dice “aunque no nació en Terra Alta, lleva cuatro años viviendo allí”…, las alusiones al referéndum independentista en Cataluña y otras evidencias sitúan la novela en el presente de la edición, no en el 2021. Asimismo la escena en la cárcel en la que asiste un escritor que es puesto en ridículo por un preso, llamado “casualmente” el Francés que le sugiere al protagonista que lea “casualmente” Los miserables, lleva el registro cursi a grado insoportable, porque satura toda alternativa de significación.

         Así arribo al último interrogante: ¿no habrá que cambiar de carátula del crimen en el que se centra esta novela?

Se me ocurren dos respuestas, la primera es que de homicidios se debería pasar a defraudaciones y estafas. Aquí las víctimas no son los Adell, sino los lectores

La otra se vincula con un aforismo que alguna vez profirió un personaje muy vinculado a los asuntos policiales fuera de la literatura, Alfredo Yabrán dijo “El poder es tener impunidad”, lo que quizás responde al primer interrogante acerca de la duda de si los jurados habían leído Terra Alta. Dicho en relación con la editorial y sus apócrifos.

 





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