Adiós querido profesor, maestro, amigo.

La primera vez que escuché a Roberto Ferro, en una clase de literatura, no entendí nada. Yo era del palo de Ingeniería. Creo que no le creyó a mi interés en la literatura, porque le hice el planteo que me resultaba difícil entenderlo. Me dijo: «vos vas a tener que acercarte a la literatura, la literatura no se va a acercar a vos».

Frase reveladora que sostengo como un mantra.

Me lo tomé con todo el amor propio. Estudié, me apliqué, quería estar a su altura, claro que no en conocimientos, sino en comprensión.

Con el tiempo, no sé si lo logré, pero me acerqué. Mi tenacidad se convirtió en amistad, en proyectos, ya no era solo mi profesor, pergeñamos la idea de la revista Metaliteratura, su sitio, el mundo de las redes.

Y mientras yo lo tenía de apoyo en lo literatura, me convertí en su apoyo en lo tecnológico. Algo desigual, porque a mí me interesaba la literatura, pero a él no la tecnología.

Para Roberto Ferro, lo que circulaba por Internet era basura, y lo convencí de participar con su material con decirle: «Y claro, si los que saben, como vos, no están en las redes, cómo esperan que sea de calidad. Quién se va a ocupar que sea de calidad».

Era usual que me llamara por teléfono y me consultara sobre su celular, notebook y así, asuntos de tecnología que yo repetía y repetía, usualmente las mismas cosas. Un día, me di cuenta que no se sentía con responsabilidad de aprender, como si pretendiera que la tecnología se tuviera que acomodar a su persona, no sé bien, y ese día le dije: «vos te vas a tener que acercar a la tecnología, la tecnología no se va a acercar a vos».

Me siento una privilegiada en que le haya interesado el resultado de mi aprendizaje, me dijo “escritora” cuando pensó que lo merecía y fue un gran momento de mi vida, que atesoro como el mejor de los premios.

Roberto, querido profesor, amigo. Me moviste el planeta debajo de los pies.