METALITERATURA

Beca Creación 2021. Fondo Nacional de las Artes 2021.



Dispersiones

11/4/2023 Improbables

“Una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz del mundo.” J.L.B.

Por:   Rotundo Laura
 

Tras la ventana las hojas del árbol -inciertas- palpitaban el secreto. El error no fue la madrugada, ni la tormenta ni la idea de la escritura: fue la lectura cruel, el recorrer las posibilidades de un mundo que se abre, en el que la Matrix no es matemática sino un montón de historias que, como en un aleph, se conjugan en el mundo para dar la vida del ser.

Si el mundo conspirara realmente para fabricar verdades, el sueño pesado y abyecto no hubiese perdurado. Pienso que toco lo que veo pero no es cierto. Sí es cierto. O no lo es, y entonces todo vuelve hacia atrás: la madrugada, la luz, la tormenta, el árbol como un espejo metálico.

Palabras incompletas, rengas, desahuciadas, erróneas, se malconjugan en la cabeza seca, abúlica. Una hoja cae y ya el mundo no es el mismo. Una hoja cae y por el mundo ruedan las palabras movidas por el viento mojadas de hastío. Verdad. Ambición de verdad. Verdadera verdad mojada y movida por el viento impune, impúdico, indecente.

-Igual no pensaba salir- se repite incansable -ni siquiera despertar

Nuevamente la incertidumbre de creer que lee un mundo que no decanta en ese papel, este, aquel, sino que es el árbol que lucha por la quietud forzando al viento a dejar en paz sus brazos dormidos. Entra por la ventana y pide auxilio pero no puedo escucharlo. Absorto cuelga y descuelga de la mente la imagen tantas veces desdeñada de los que tocaron la infinitud de una imagen supuesta que no logra descifrar. Escribo distancias, me distancio de la escritura que se me encarna salando mi piel, devastándola. Debo definir mi persona que no logra aunarse en una idea.

Con dolor y pesar brotan estas absurdas palabras sin detino-atario, tantas veces digeridas con miel y sal. Escucho el viento pero las paredes me previenen del frío. Toco el sabor amargo del agua cayendo de esa hoja-ojo que cuelga sutil de alguna rama remota en mundos impensablemente existentes para la mayoría de las mentes. Creo por un momento que todo esto es absurdo y que mi cuerpo yace lívido en la cama rodeado del calor de una manta que no tengo, en una pieza que no es la mía; pero el torrente de las imágenes que no viví se acumulan en mi memoria y construyen solas, sin mi consentimiento, edificaciones absurdas, fantásticas. Dudo -ahora- de la veracidad misma de estas palabras. Percibo el viento que obliga al agua a caer sin orden sobre el suelo, tal vez horizonte de pisadas desgarradas o felices pero nimias en la incansable mañana.

Esa imagen, la que no puedo precisar, es la que mis ojos repiten en las paredes límpidas. Control G. Control G. como si fuese mucho lo que se pierde. Control G, el miedo a la ausencia de registro, a la existencia de la nada, a la abulia, al desamor, a la palabra.

Una canción de cuna me saca del marasmo y retomo la tarea cotidiana de repujar con la bombilla la yerba seca, tomar con mi mano derecha el trapo viejo y despintado que me salve de la ampolla que deje la marca de este día en mi piel. La casa duerme su sueño de mermelada de frutilla acentuando la irrealidad. Mis lentes no aparecen y mi deseo, mi esperanza de hallarlos no provoca una creación en segundo grado de su absurda y necesaria existencia.

L.R.     





 

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