El corazón es habitar la experiencia y el ritmo

Pasquale Mesolella, I giorni della pandemia. Prato: Pentalinea, 2024.

 

[Este es tal vez uno de los libros más emocionantes en la obra de Pasquale Mesolella (Teano, 1949). Va dedicado a “tutte le persone, note e ignote, conosciute e sconosciute, vittime inermi ed innocenti del covid o della guerra ucraina”. A simple vista, puedo decir que se ve a un poeta desprovisto de artilugios del lenguaje y que consagra la escritura como si su mano fuese un sello de lacre. Un poeta que se ha convertido en un reportero de un tiempo álgido que no está tan lejos y que continúa a hacernos eco. Los primeros textos de esta colección corresponden a enero de 2019 y los últimos, como el prólogo, se remontan a septiembre de 2023]

 

Hay un momento que es decisivo en la vida de un libro de poesía: cuando adquiere una cierta unidad con la que funciona. No se sabe con exactitud. Puede que sea concomitante con la voluntad de un final, dictaminada por el poeta y los cómplices editoriales que se presenten en el camino. El título es preciso en su insinuación de un posible instante en que el tránsito de poemas sueltos como hojas en otoño a un libro fue ya una realidad. I giorni della pandemia nos sorprende con una experiencia liminar al temor y el temblor de una escritura que dejaba sus huellas como rasguños, marcas y respiraciones. Mesolella es uno de los millones de millones de sobrevivientes a la tragedia de un mal capaz de transformar a la humanidad en funambulistas de la incertidumbre.

 

Sin embargo, la pandemia fue, de alguna manera, un período propicio para el florecimiento de escrituras que buscaron testimoniar la tempestad de sensaciones que día tras día iban cambiando. Es más, los “poemas del lockdown” -como recuerdo haber visto en alguna oportunidad- evidenciaron la diversidad de maneras en que el virus se vivió en cuerpos, territorios y contextos disímiles, así también como las aproximaciones a partir del lenguaje -mediadas por un corpus de lecturas- formaron parte de un mismo gran poema global. Addio. Poesia al tempo del virus (Iperborea, 2020) de Cees Nooteboom, por ejemplo, es un antecedente a tener en cuenta, si se trata de libros inspirados en la pandemia y, además, publicados en ese período. El escritor holandés no deja indiferente al pensamiento. Es más, promueve una lectura activa de una intimidad ajena, sin invadirla ni trastocarla. Y ciertamente, la poesía nos ofrece gratuitamente un don que va más allá de la vida de un cualquiera.

 

Mesolella, buceando en las costuras de su intimidad, logra explorar una zona de misterio entre lo extraño y lo repetitivo del mundo e inclusive en la esencia intemporal de la humanidad. La poesía es tan antigua como el arte: la capacidad de hilar los diferentes fonemas es anterior a su representación. La primera parte de este libro “Le stranezze e la ripetitività delle cose del mondo” busca transmitir un modo particular de sentir, cuando ya otro ha sentido. Es decir, re-sentir, pero no es que el poeta siente dos veces -como Fernando Pessoa decía en su autopsicografía- sino que es un sentimiento del mundo que se codifica y, luego, construye un sendero para el lector. El poeta se retira, desaparece de la página para que las palabras se levanten y caminen. Un poema es, a la postre, un ejercicio de concentración, un ímpetu efímero que viene a la realidad para restituir otra a los que vendrán.

 

Nooteboom en su texto pandémico se pregunta “come nasce una raccolta di poesie?” y, a continuación se responde, posicionando al poeta en una segunda persona: “Hai cominciato in un giardino, descrivendo piante mediterranee, ma a emergere sono pensieri sulla guerra, immagini di un lontano passato, mai svanito (…) poi la poesia prende una piega imprevista” (2020: 83). Tal vez a esa piega imprevista, Mesolella se aferra en este último trabajo. Puede ser que el corazón sea la fuerza creadora que da unidad a la obra de este poeta. Efectivamente, en su libro precedente, una silloge de treinta poemas de amor que tuve el honor de prologar, se presenta la cuerda que se arroja a las palabras para traerlas a la superficie. Y digo cuerda, pensando, en el fondo, a “cordis”, la etimología de corazón. La poesía de I giorni della pandemia es un hábitat del recuerdo, pero transformado en experiencia poética: recordar, cuya etimología une el prefijo re y cordis, significa volver a pasar por el corazón. El corazón era reputado como el lugar de la memoria.

 

En el poema “Dopo tanti versi” se manifiesta de modo inequívoco esta pulsión de amor: “Dopo tanti versi / Solo il tuo cuore rimane / E la voglia del tuo profumo intenso / Impresso sulle mie labbra”. Así como Nooteboom comienza un libro de poesía intentando hablar de la especificidad de las plantas, pero la deriva en la creación radica en pensamientos inconexos que se yuxtaponen en ese caos que el poeta intenta transmutar en un cosmos. Mesolella en la primera parte de su libro sigue la pista de una ausencia de una presencia que busca inmortalizar en versos. Así como en dos de los versos más potentes de la poesía provenzal: “Tengo el corazón tan lleno de alegría / que todo cambia de naturaleza”. El canto de Bernart de Ventadorn da a entender que la pena valió la pena. De hecho, describe su amor mayor que aquel que Tristán sentía por Isolda. En la continuidad del ritmo, el poeta efectúa una ceremonia del duelo.

 

La palabra es un instrumento sagrado en este ritual, en este piquero a la fuerza de lo escrito: el azar se elimina, solo quedan principios y finales. Siempre en interlocución, “Frammento” apunta hacia esa oportunidad perdida que endulza lo que no amarga: “Mi pentirò di tutto quello / Che non seppi mettere nelle parole / E della confusione dei ricordi”. No es verdad que un poema se haga solo de palabras, basta un soplo de la “incompletitud de lo suficiente”, como teorizaba el poeta argentino Arturo Carrera. Y de este modo, su transcripción es el procedimiento que deja con vida esos latidos del corazón. Mesolella, más adelante, pone a jugar esas contradicciones sin evidenciar el conflicto entre polos opuestos: “Quando mescolai il detto col non detto / Il presente col passato / Il compiuto con l’incompiuto / Il grido col canto”. Quizás todo esto aparece como una posibilidad del poeta conciliando los extremos, especialmente, en una época en que la proliferación del antagonismo es pan de cada día y motor de las redes sociales, los medios de comunicación y la política. No estaba tan lejos Walt Whitman al describir en “Song of Myself” (1892) al poeta como quien conoce la perfecta armonía y ecuanimidad de las cosas.

 

En la segunda parte del libro, Mesolella va yuxtaponiendo textos originados en el momento más álgido de la pandemia. Por ejemplo, en el clímax del lockdown cuando aún no se había perfeccionado la vacuna, pero los medios hacían eco de las investigaciones en algunas universidades y en los laboratorios de las grandes farmaceúticas: “E il lutto funereo attraversa oramai / Quasi tutto il mondo in attesa di un nuovo / Farmaco di solidarietà efficace / Che purifichi l’intera umanità”. La mención a la medicina, alude a esa idea del pharmakos, el veneno-remedio capaz de traernos a ese esplendor de sanidad y vitalidad. El poeta dibuja un horizonte de esperanza, en función también de una crítica más allá del contexto del virus. La solidaridad es un valor que, muchas veces, se confunde con la caridad. De ahí que se desee ese genuino sentimiento de ayudar al otro. Todo lo contrario, al encontrarnos, di punto in bianco, enmascarados. En versos de Mesolella: “E non pensavamo di mascherarci tutti / Come in un lungo e sterminato / Carnevale che non avevamo mai immaginato / O sognato di recitare”. El tacto fue la siguiente víctima de las restricciones. La distancia se estiraba de la ansiedad de la cercanía. El carnaval era, precisamente, ese destino aciago y de incierta duración.

 

La escritura en esa simultaneidad de la vida, nos muestra a un poeta siempre quieto en la ciudad de Prato. Con excepción de Alba Adriatica. Un bálsamo en el verano de la primera ola del virus. Entre las primeras vacunas aprobadas y el Green Pass: “E il sentimento umano della / rigenerazione /sarà più forte di qualsiasi inutile / E disperato atto di distruzione”. En el fondo, este nuevo libro de Mesolella también es un libro sobre el amor. Un canto que se consagra a la vitalidad del mundo, pero, en ocasiones a una presencia que respira entre los pliegues de las páginas de I giorni della pandemia: “Regalami l’ultimo bacio e l’ultimo fiore / Che mi ricordi il tuo orgoglio e il tuo amore”. No es de notar ese homenaje a una patria que ha sufrido en la última década los terremotos político-sociales que la han llevado a responder a una guerra ciega ni mucho menos a la misteriosa mujer ucraniana, cuya presencia puede que no se limite a esta obra. La biografía de un poeta, no nos olvidemos, se deposita, tácita, en sus versos.

 

Entonces, vale reiterar que el poema es un ejercicio de concentración: de quien escribe y de las palabras escritas que conforman una insistencia. Quizás el poema sea, de este libro -a diferencia de, por ejemplo, Il mio viaggio (Pentalinea, 2018)- el vehículo que Mesolella emplea para representar el impacto y el reflejo de un umbral donde transcurre un corazón posible.

 

La muerte, como si fuera la ilustración de la carta del tarot, se nos presenta a flor de piel. La velocidad con que los datos se transmiten, ya en cuestión de segundos estamos presenciando otra masacre que alguien logró notificar. Cuando menos, la fragilidad que dejó entrever la pandemia del covid-19 y, luego, la guerra en la puerta oriente de Europa, sumado a un poeta que ha superado las siete décadas de vida y que resiste en el reducto de la palabra poética, nos devolvió una intensidad que creímos perdida. No, solo estuvo desactivada -o apagada- por el ensimismamiento del presente. El tiempo volvió a estirarse en sus respectivas dimensiones hacia atrás y hacia adelante.

 

    Nicolás López-Pérez nació en Rancagua, Chile, en 1990. Poeta y abogado de la Universidad de Chile. Codirige la microeditorial & revista Litost. Administra la mediateca de poesía “La comparecencia infinita”. Ha publicado las plaquettes Geografía de las geografías (Litost, 2018) y Coca-Cola Blues (Vuelva Pronto Ediciones, 2019); los artefactos La violencia creadora (2019) y El sol ciego (2020) y el objeto de reacción literaria Escombrario (2019), estos últimos tres por Contraeditorial Astronómica; y el libro Tipos de triángulos (Metaliteratura, 2020). Traduce y hace coleccionismo de ocasión en su blog “La costura del propio codex”. Reside en la ciudad de Santiago.

DESTACADOS

El amor en un monstruo de dios de Luciana De Luca

En esta interesante novela se navega entre los intersticios de los sentidos. Primero llegan las moscas, desde la perspectiva del libro de Sartre, sobre el efecto de lo individual y lo colectivo que C.G Jung denomina proceso de individuación o autorrealización, considerados arquetípicos; las moscas, metáfora de conflictos bajo fuerzas incomprensibles que se hacen visibles en la presencia del insecto, zumbidos, olores, presencias mínimas que saturan el texto de síntomas de opresión; la narración transcurre en todo orden, vivos, muertos, actos, una pulpa densa en la que se construye un vivir.

 

PERSONAJES

El corazón es habitar la experiencia y el ritmo

Pasquale Mesolella, I giorni della pandemia. Prato: Pentalinea, 2024.

 

[Este es tal vez uno de los libros más emocionantes en la obra de Pasquale Mesolella (Teano, 1949). Va dedicado a “tutte le persone, note e ignote, conosciute e sconosciute, vittime inermi ed innocenti del covid o della guerra ucraina”. A simple vista, puedo decir que se ve a un poeta desprovisto de artilugios del lenguaje y que consagra la escritura como si su mano fuese un sello de lacre. Un poeta que se ha convertido en un reportero de un tiempo álgido que no está tan lejos y que continúa a hacernos eco. Los primeros textos de esta colección corresponden a enero de 2019 y los últimos, como el prólogo, se remontan a septiembre de 2023]

 

DRAMATURGIA

Mi novia del futuro de Anto Van Ysseldyk por Ana Abregú

«¡Como si se pudiera matar el tiempo sin herir a la eternidad!».

(Henry David Thoreau)

 

El viaje en el tiempo es un tópico complejo, sobre todo durante una obra teatral, donde la comparación entre temporalidad se debe resolver en un espacio reducido. Esta situación se metaforiza en un escenario con elementos de luz y desplazamientos en espiral, haciendo y deshaciendo el tiempo en el espacio, tal como se define el tiempo mismo, una tela, una autopista peraltada.

 

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