De algún modo, comenta, dialoga, lee y reescribe muchos de los elementos que se desarrollan en los relatos mencionados. No repite sino que difiere, agrega, precisamente lee, porque construye texto y sentido alrededor de los campos semánticos puestos en funcionamiento en los relatos del volumen al que se refiere. La intertextualidad y la reescritura, de un modo semejante a un cuerpo que se desviste, son fenómenos que en el texto de Otsubo se exhiben sin pudor. Canon de Alcoba incluye como epígrafe precisamente la definición de diccionario de la palabra “canon”: “Fuga denominada perpetua, en la que las voces van entrando sucesivamente, repitiendo cada una el canto de la que la antecede…” Así es que la idea de la palabra incesantemente repetida –“la palabra soplada”, podría decirse, como apunta Derrida– ya es postulada por el texto con el que Respiración involuntaria está dialogando, por eso sobreviene para decir y se insinúa en el texto que lo cita. Se escribe leyendo parece venir a decir el texto de Otsubo, sin afán de ocultamiento ni veladuras. La alcoba, ese recinto que “crea una realidad propia” (Canon de alcoba), se traspola a la interioridad de un cuerpo en el que no es posible situar fisiológicamente al deseo (parafraseando de algún modo el relato “Oír” de Canon de Alcoba). Los dos textos poseen el afán de indagar en las distintas e incalculables formas del erotismo y apartarse de la habitual universalización de algo que se considera inasible y difícil de definir si no se explora en la interioridad de cada cuerpo. Se establece así una microscopía de lo singular y una indagación en el devenir del deseo. Estos textos vienen a afirmar que lo que se presenta como canónico existe para ser subvertido. Algo del orden de la libertad, en sentido amplio, se pone en juego allí y hace proliferar los cuerpos y las voces. A propósito de esto último y trasladando esta idea o análisis a una dimensión de la escritura, ya Borges pensó y escribió en “El escritor argentino y la tradición” que la literatura se torna singular en el desvío, en la diferencia. La tradición literaria es en algún sentido la memoria del canon. En Tununa Mercado la escritura se presenta como una puesta en escena de una memoria, y acaso la escritura se estructure como un cuerpo, con sus marcas que se ponen de manifiesto en el relato, en la palabra. Por otra parte, hay algo del orden de un “saber del cuerpo” –como mencionaba Sarlo en su análisis sobre Emma Zunz– específico de la mujer que vemos exaltado tanto en Canon de Alcoba como en Respiración involuntaria. El trabajo que realizan ambos textos podría pensarse en términos de la construcción del cuerpo de la mujer y de una postulación de un erotismo singular en relación a ese cuerpo, constituyéndose como sujeto de deseo por excelencia y de algún modo describiendo ese cuerpo y sus saberes desde ese punto de vista particular. En esta línea el texto de Otsubo continúa su recorrido sobre este tópico y en el apartado que sigue al que mantiene el diálogo con Tununa Mercado presenta un poema con cuatro partes llamado “Mujer”. Allí pueden destacarse distintos rasgos de la mujer, entre los que se destacan el cuerpo y la voz. En este poema la mujer se establece con un colectivo, como entidad múltiple que se libera y habla al mismo tiempo que se desviste, desea y se muestra como el cuerpo responsable de la génesis de la vida a modo de rasgo primigenio.
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