Infancia y género. Cómo narrar la violencia en Dónde termina la lluvia de Norberto Gugliotella

Acabo de leer Donde termina la lluvia, de mi excompañero de facultad y entrañable amigo Norberto Gugliotella. Leí la novela con una fruición que extrañaba, con una rapidez desmedida, no por simpleza en su escritura sino por su trama atrapante, que convoca, conmueve, interpela. 

 

Rescato entre tantas otras cosas el tratamiento del tema violencia de género, duro, al hueso, realista. En contraposición, el precioso descubrimiento que hace paulatinamente Violeta sobre el feminismo; confieso que con la primera descripción de la marcha “Ni una menos” se me piantaron unas lágrimas, una descripción desde los ojos de una niña que no necesita más explicaciones que mirar, escuchar y estar entre la gente… emocionante. 

Del personaje de Violeta han hablado espléndidamente las presentadoras del libro (me refiero a Mariana Travacio, Gloria Peirano y Lucía De Leone). Solamente agrego que la reposición de la voz de una púber a posteriori adolescente es muy difícil de lograr: Norberto lo trabaja de manera maravillosa. Me preguntaba cómo hizo, y la única explicación posible es: con mucho talento, talento y trabajo sobre el texto (que se nota, y me imagino a Norberto pensando y repensando frases, corrigiendo y revisando, volviendo a corregir). Pienso en mis diarios íntimos a esa edad y me veo reflejada -en parte- en Violeta; Norberto capta una voz entre aniñada y en proceso de maduración, reflexiva y digresiva, despistada y que comprende todo. La opción por el inclusivo completa la caracterización de ese ser en descubrimiento permanente y, a la vez, acabado. Me saco el sombrero. 

La composición de los personajes es magistral. La fragilidad de Diana, la hijaputez de Sergio, la maduración de Violeta… pero también los otros personajes que rodean a la protagonista y que no son tan secundarios como parecen. Tamara, Diego, Guadalupe, etc., están muy bien descriptos sin párrafos descriptivos, es decir, conocemos a los tíos y a la “hermana” por lo que Viole dice de ellos, y se me representan en imágenes que el texto compone. La música (las músicas) como telón de fondo son un detalle no menor: personajes que escuchan, cantan y callan, y acá el silencio como la música que recorre el texto, la verborragia del diario de Viole como otra canción, la más profunda y dulce. 

La composición de la familia “nueva”, hecha de retazos, de sufrimiento, de seres rotos, pero genuina, sana. Un refugio, palabra que recorre la novela, ese abrazo que las protagonistas precisan y encuentran. La madre tan sabia en su dolor; la hija, más sabia, tan adulta a partir del dolor. El sufrimiento doble que es una constante: la madre que sufre por ella misma y por la hija, y viceversa. La relación madre/hija sin armonías inexistentes, sin irrealidades, certera. Diana leyendo los diarios de Viole… ¡cómo nos interpela a les mapadres! Las ausencias, o mejor, la gran ausencia de la vida de Viole, a la vez presencia tétrica y permanente para Diana; esa lluvia que termina pero no:  ductilidad y eficacia en estos pasajes sutiles, pregnantes. Esa lluvia que titula (¡qué hermoso título!) la novela.

El texto comienza -nuevo acierto de Norberto- con la voz de Sergio en toda su crudeza, una voz que no aparece tanto pero que, cuando está, eriza la piel. Otro personaje tan real… su relación con Sofía anuncia que es el único personaje que no va a cambiar. No puede. No quiere.

Y qué decir de la trama… todo en el texto hace suponer que Diana guarda otro dolor, pero cuando aparece, ay, qué triste, qué bien contado. Sufrimos con ella, nos convoca, nos duele. Duele como ese final que se va acercando a partir de la lectura de los diarios, de esa noche y esa mañana a solas de Diana, de esa incipiente paz, añorada, finalmente conseguida. Se anuncia, el clímax es profundo y profuso, hasta que llega el desenlace, abierto pero no tanto, esperanzador y terrible, al mismo tiempo. Esa ambigüedad, a la vez que precisión, otro hallazgo de Norberto. 

¿Ya dije que la edición es preciosa? La imagen de tapa, los colores tan ad hoc, la tipogafía, los detalles. Y un guiño para los centennials o usuarios de Spotify que no anticiparé aquí. 

Más que una reseña, este texto es apenas un comentario de Donde termina la lluvia, repleto de admiración. Y mientras hago esta recomendación, espero con ansias la próxima novela de Norberto, quien ya demostró que tiene talento de sobra para la escritura y para conmover a través de ella a sus lectores.

 

Gugliotella, Norberto (2023). Donde termina la lluvia. Buenos Aires, Corregidor.

 

 

 





 

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Literatura latinoamericana

DESTACADOS

El amor en un monstruo de dios de Luciana De Luca

En esta interesante novela se navega entre los intersticios de los sentidos. Primero llegan las moscas, desde la perspectiva del libro de Sartre, sobre el efecto de lo individual y lo colectivo que C.G Jung denomina proceso de individuación o autorrealización, considerados arquetípicos; las moscas, metáfora de conflictos bajo fuerzas incomprensibles que se hacen visibles en la presencia del insecto, zumbidos, olores, presencias mínimas que saturan el texto de síntomas de opresión; la narración transcurre en todo orden, vivos, muertos, actos, una pulpa densa en la que se construye un vivir.

 

PERSONAJES

El corazón es habitar la experiencia y el ritmo

Pasquale Mesolella, I giorni della pandemia. Prato: Pentalinea, 2024.

 

[Este es tal vez uno de los libros más emocionantes en la obra de Pasquale Mesolella (Teano, 1949). Va dedicado a “tutte le persone, note e ignote, conosciute e sconosciute, vittime inermi ed innocenti del covid o della guerra ucraina”. A simple vista, puedo decir que se ve a un poeta desprovisto de artilugios del lenguaje y que consagra la escritura como si su mano fuese un sello de lacre. Un poeta que se ha convertido en un reportero de un tiempo álgido que no está tan lejos y que continúa a hacernos eco. Los primeros textos de esta colección corresponden a enero de 2019 y los últimos, como el prólogo, se remontan a septiembre de 2023]

 

DRAMATURGIA

Mi novia del futuro de Anto Van Ysseldyk por Ana Abregú

«¡Como si se pudiera matar el tiempo sin herir a la eternidad!».

(Henry David Thoreau)

 

El viaje en el tiempo es un tópico complejo, sobre todo durante una obra teatral, donde la comparación entre temporalidad se debe resolver en un espacio reducido. Esta situación se metaforiza en un escenario con elementos de luz y desplazamientos en espiral, haciendo y deshaciendo el tiempo en el espacio, tal como se define el tiempo mismo, una tela, una autopista peraltada.

 

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