Mi vida vino a
latir
en otro cuerpo,
aquel día entre
pastos y nubes y soles
escondiéndose
con vergüenza en la
tierra,
mientras los trenes
pasaban con una
frecuencia sin tiempo.
Las palabras sin rumbo aparente
se escribían en un aire dulce.
El flujo de ese texto
a punto de escribirse, escrito
desde siempre,
nos miraba riendo
por lo que sabía en secreto
del enunciado callado.
Silencios tenues y
tus ojos revelándose,
cuando el tiempo había dejado
de ser lineal,
y dependía de la alternancia
de nuestras miradas
esquivas susurrantes,
animadas al miedo
de ese tiempo
que no se había
inventado todavía.
Gritaba mi alma
callada,
espera tumultuosa
en el vértigo dibujado del beso,
promesa iracunda
erótica hermosa
de baile de cuerpos
esquivos de muerte,
desconsolada alegría,
inventando el mundo
imposible
al fin pronunciado
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