Si se pudiera distinguir la multiplicidad engañosa de la representación, la inauguración de la Feria del libro, en los últimos años, es un escenario de extrañas señales trasfiguradas; por una parte, algunos la denominan tribuna política, otros, pre-textos de vanidades, e incluso un sistema logocéntrico en el que se revelan las perspectivas individuales, más que un acto de inauguración, en el sentido de jubiloso comienzo, la Feria del libro se ha constituido en un espacio de controversias.
En el 2018, las interrupciones de los escraches hizo imposible terminar la ceremonia, y bajo la suposición de que hubiera gente que, sin ser invitada a la fiesta, actuaba bajo la sombras, se culpaba, como siempre a la Cámpora, dado la orientación de los medios que cubren el evento, con cámaras y pantallas de programas como TN y amigos, sobre todo cuando hay sponsors de Clarín y La Nación.
Este año, para neutralizar dichas intervenciones hubo accesos por invitación expresa, no había manera de sortear el riguroso control a que se sometió el ingreso.
Primero habló la presidenta de la Fundación del Libro, María Teresa Carbano, expresado más quejas que optimismo, sobre la venida a menos de la industria, cada año peor, asignándole el problema a las acciones, poco felices, de la actual administración: políticas para el rubro con resultados negativos; habló de impuestos únicos en el mundo que se aplican sobre los libros, habló de la imposibilidad de exportación, de la importación a precios inasumibles; en definitiva ofreció un panorama doloroso y poco auspicioso de la industria.
Continuó la presentación con Enrique Avogadro, que se explayó en los logros de este gobierno en el área de cultura, entre los que incluyó el bacheo de calles, el arreglo de veredas y por ese carril siguió. Ese fue el punto de comienzo de las acciones que publicaron en los diarios: aunque le asignaron la silbatina a Avelluto, el Secretario de Cultura de La Nación que continuó por el mismo carril, en realidad la irritación comenzó desde antes, lo que detonó lo que algunos diarios interpretaron como falta de respeto por no dejar hablar, y mismo Avelluto, de la manera más extraña intentó neutralizar, diciendo: “Tengo todo el tiempo del mundo, no me van a callar”; descartando que los presentes también tendríamos que esperar, y con poca estimación del clima, ya que entre el público común levantaba provocativos comentarios y sonrisas de sorna.
La irritación del público fue silenciosa, pero contundente, se paró y le dio la espalda a Avelluto, en señal de protesta y tal vez desprecio.
El Secretario de Cultura, haciendo caso omiso siguió con el listado de fantasiosos proyectos culturales, cuya palabra: “proyectos”, desdibujaba la temporalidad, de lo que se expresaba, sobre si trataba de propios inexistentes, futuros improbables y actuales de autoría Kirchnerista; no es la única vez que los funcionarios del actual gobierno toman proyectos de los que les precedieron haciéndolos pasar como propios.
Después le tocó a Rita Segato, la crítica, escritora, designada como personalidad para cortar la cinta de inauguración, quien se concentró en impulsar su oratoria en un sentido de lo que no se espera de la cultura, proponiendo una rebelión de los escritores para con las imposiciones tanto de las editoriales como de los grupos hegemónicos de acumulación de poder por sobre el sistema de publicación, e incluso de temas; más bien un llamado de atención sobre los centrismos Europeos respecto al manejo de lo que se publica en el mundo en habla hispana; el rol de la mujer dentro de ese modelo, y en definitiva no habló de literatura, específicamente, sino del sector y la industria editorial.
La única verdad es que la ceremonia continuó, terminó, se inauguró, y la impresión que me llevé es que ninguno escuchó al otro; mientras la presidenta de la Fundación hablaba de números alarmantes para la industria y un futuro poco feliz, los funcionarios pintaban un panorama de primer mundo; no nos extrañó, porque el actual gobierno es una maquinaria de discursos sobre el optimismo que puso el automático desde que comenzó, con una orientación publicitaria de la que no se desvían.
Después leí en La Nación, un conocido columnista del diario que suele cubrir notas culturales que habló sobre lo inapropiado de la elección de Rita Segato, basado en criterios poco claros, pero muy personalizado, “error de cálculo político”, cuando se toma media página para defenestrar el evento por haber sido tomado: “Es claro que la Feria volvió a incurrir en una ingenuidad que no se puede disimular: la de convertirse en una tribuna política”, en qué quedamos, si la decisión política era un error, y luego se produce un hecho político también es un error. Coherencia, por favor.
Estas contradicciones viene resultando recurrentes, entre los periodistas de este gobierno.
Los acontecimientos se difundieron de muchas maneras, pero especialmente quiero referirme a una cuestión que escuché: “Cómo saben que fue la Cámpora”, ya que a pesar del control, la culpa fue de la Campora -muletilla con la que se planta una mentira recurrente-, según rumores que ya sabemos el origen: “Porque estaban con las típicas camisetas de la Cámpora”.
No señores, no se dejen engañar, el público mismo, el que tenía entrada controlada, se levantó y se dio vuelta en señal de repudio a los dichos de Avelluto, sacaron a los primero que presentaron pancartas y silbatinas, no hubo camisetas de la Cámpora, no descarto que haya habido, pero no era una protesta de un grupo, era la protesta de una sociedad que dispone un escenario para hablar de cultura y que los funcionarios, desde siempre, utilizan para “tribuna política”.
Señalo algo especialmente lúdico: el evento comenzó con un spot publicitario de lo bueno que es leer, se murmuró entre el público el desacertado momento y lugar, ya que todos los presentes son lectores, no es necesario estimularlos, de los únicos que hay dudas, precisamente, es de los funcionarios de esta gestión.
En lo personal, y dejando de lado la significación política del acto, me permito una reflexión sobre los dichos de la Presidenta de la Fundación: me temo que la situación no es sólo económica y política, la industria editorial del mundo está cambiando y no sólo por el advenimiento del libro electrónico, sino porque las tecnologías proponen otros modos de encarar la industria; existen proyectos muy exitosos que no vienen de fuente de las editoriales tradicionales, sino de comprender mejor a los lectores, de cambiar los paradigmas de convocatoria cultural, de proponer y establecer un dinamismo con los lectores que la industria tradicional insiste en ignorar y ni participa.
Hace rato que la medida del éxito editorial no es la cantidad de libros que se venden, sino la cantidad que se lee, en cualquier medio; mientras, las editoriales locales se quedan mirando, apenas asomándose al libro electrónico, “a ver qué pasa”, los grandes proyectos editoriales pasan por otras propuestas, aspectos en los que los autores pueden elegir no quedarse a esperar que los acepte una editorial y lo exploten, ya que el autor desconoce el camino que sigue su libro, mientras lo invitan a la publicitarlo, a conferencias a cursos, pero con retorno monetario invisible o muy menor a la ganancia entre editoriales y distribución.
En el mundo actual, lo más valioso es el contenido, las editoriales y distribuidoras tradicionales pierden año a año el camino hacia el lector, los niños de hoy eligen otras propuestas, la crisis de venta de libros tiene su contrapartida, no solamente por las políticas actuales, si no porque hay una revolución de modos de lectura y captura del lector y las viejas editoriales viven la fantasía que con mejores políticas culturales va a volver a encarrilarse a un sistema donde las editoriales manejan el destino del autor y el lector.
No va a pasar, sugiero leer los nuevos proyectos editoriales que se presentaron, precisamente en el marco de esta Feria:
La industria editorial y la necesidad de contenidos.
Libros electrónicos, audiolibros y otros objetos ruidosos
En las fotos: Ezequiel Martinez perplejo, pero sumergido en su celular.
Se ve en una de las fotos a Quiroga, de “Otra trama”, dándo la espalda a Avelluto.
No se vieron camisetas de la Cámpora.
Al fondo, Avelluto en automático.
Ana Abregú.
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Literatura latinoamericana
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Ana Abregú, escritora, con formación en ingeniería electrónica trabaja como SEO posicionamiento y Community Manager, ha publicado novelas, poemarios, relatos, ensayos y crítica literaria.
Editora y redactora de la revista Metaliteratura.
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Obras: Bitácora de escrituras, Recursos literarios, 2024, U (Crónicas junio 2023 – agosto 2023), crónicas, 2024; E (Crónicas enero 2023 – mayo 2023), crónicas, 2024; Ulises en su laberinto, ensayos, junio 2024; Las razones de la sal, novela, enero 2024; Venablos, poemario, 2023; A (Crónicas, agosto 2022, diciembre 2022), 2023; Errancias del ayés, relatos, 2023; Conversaciones con Žižek, relatos, 2023; Blogs para el posicionamiento, SEO posicionamiento, informática, 2022; O (crónicas 2022 – agosto 2022), 2022; Ignitos, relatos, 2022; Y (Crónicas, abril 2020 - febrero 2022), 2022; Teorema de la Lengua, poemario, 2022; Pentimentos. novela, 2022; Supay, novela, 2021; El Pallo Gelao, humor gráfico, 2021; Pareidolia, crítica literaria, 2021, Antí(eu)fon(í)as, poemario, 2021; Textorios, ensayos, 2021; Cíngulos, ensayos, 2021; Descontextos, ensayos, 2021; La mujer fingida, novela, 2020; Atrave(r)sar, poemario. 2020; Dédalo. novela. 2020; Ex criaturas. microrrelato, 2020; Señales del tacto, novela. 2020; Mover el punto, novela. 2019; El espejo deshabitado, novela. 2019; Paranoxia Dalí, novela, 2018; Adelaida Sharp en tu tiempo, novela, 2017.
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