En estos días, tan agitados por la corporación mediática opositora al gobierno elegido democráticamente el año pasado, ha habido una serie de ditirámbicos pronunciamientos por la libertad de prensa; a propósito de tan enérgica y sobreactuada representación, se me ocurrió una parábola didáctica.
Imaginé dar un seminario sobre erotismo, en el programa figuraría Farabeuf, una novela del escritor mexicano Salvador Elizondo; como una actividad práctica citaba en horarios separados a varias alumnas, a mi estudio, por riguroso orden de lista y les propondría fotografiarlas desnudas en las poses que se narraban en el texto que estaríamos estudiando. Algunas aceptarían. Luego subo a mi blog las escenas. La mayoría de ellas se quejarían en el Departamento de Letras. Ante el creciente escándalo, me escudaba en la libertad de cátedra.
A diferencia de los indignados agentes de prensa, en la verosimilitud obligada de esa ficción ambulatoria no habría una reacción del cuerpo de profesores en mi defensa; acaso sería porque habrían resignado su adscripción a la libertad de cátedra, se pregunta, entonces, el autor de esa fantasía autodiegética.
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Literatura latinoamericana
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