Debo comenzar mis palabras con un desvío y con una confesión.
Ante todo el desvío, lo que me propongo examinar aquí es una curiosa derivación terminológica que se produce durante el reinado de Alfonso el Sabio y que afecta a la misma fijación de la voz «literatura» que, sin duda, no se hubiera concebido sin la construcción del orden de la «historia» y la determinación de un modelo estable de «lengua castellana»; en síntesis aludo a la propuesta de nombrar la realidad y de registrarla conforme a los valores de un pasado literario que era preciso descubrir y aprovechar en el presente. La palabra “letradura” avisaba de la importancia de este término en el que convergían el conjunto de saberes, sostenidos por el conocimiento de las ‘letras’, y de doctrinas sustentadas por el ars rhetorica y referidas al dominio de la palabra. «Letradura» queda asociada, por tanto, también a la acción de «leer» –derivada de lectio–, a la adquisición de un mínimo grado de conocimiento de la lengua, que permita «fablar» y «entender» en las diversas materias.
Ahora la confesión: la primera mirada sobre Escritos del Exilio que recopila los textos que escribe Antonio Di Benedetto en Madrid entre 1978 y 1983, mi primera intensa mirada sobre esas páginas atrajo la imagen gráfica de Letradura con sus incesantes derivaciones, por una parte, la letra que permanece y, por otra, connota la de su solidez material; la letra que resiste el deterioro del tiempo, así como la de la relevancia de que esa permanecía tenaz tuviera su conjunción con lectores que supieran rescatarlas del olvido. Entonces como en un dibujo de Escher o en un monograma que se desplegara como una cinta de Moebius se entrelazaron los nombres del hacedor de esa consistencia, Antonio Di Benedetto, y la de aquellos lectores, Liliana Reales y Mauro Caponi, que se habían iluminado con sus destellos de sentido incandescente.
Por un oscuro deseo de remate artístico cito a Reales en su Prólogo:
La reconstrucción de archivos de sobrevivientes de cárceles, campos de exterminio o casas clandestinas de tortura no es tarea fácil. El investigador enfrenta tachaduras, elipsis, silencios sobre la radical y devastadora experiencia de la tortura física y psicológica en centros de detención, común entre ex prisioneros políticos, que a veces demoran años en superar hasta poder enunciar un relato de lo vivido. Se trata de sentimientos difíciles de definir, tal vez algo de aquella culpa por haber sobrevivido al exterminio, suerte que otros no corrieron, muertos después de pasar por las más sórdidas vejaciones, como bien recuerda Primo Levi en ‘Los hundidos y los salvados’.
Y a Caponi en el suyo:
Recuperar y compilar esos textos cobró una gran importancia, no solo para el estudio de su obra sino también para el análisis de una época en la que el exilio fue la forma de vivir de muchos escritores, periodistas e intelectuales perseguidos por gobiernos autoritarios.
¿Por qué es tan relevante reelaborar hoy día el concepto de archivo?
Los desastres que marcan el fin del milenio
son también archivos del mal como los ha llamado Jacques Derrida disimulados o destruidos, prohibidos, desviados, "reprimidos". ¿Más a quién compete en última instancia la autoridad sobre la institución del
archivo? ¿Cómo responder de las relaciones entre el
memorándum, el indicio, la prueba y el testimonio?
Pensemos en los debates acerca de todos los "revisionismos".
Pensemos en los seísmos de la historiografía,
en las conmociones técnicas a lo largo de la constitución
y tratamiento de tantos "Dossiers". Y es prioritario para mí reflexionar sobre esos asuntos al decir estas palabras en la presentación de un libro que tanto tiene que ver con la cuestión cifrada en sus páginas.
Las problemáticas planteadas por el filósofo francés proponen un desplazamiento del modo en el que los investigadores se relacionan con las fuentes, al modo en que pueden relacionarse con el archivo; esto es, del documento y su interpretación. Desde esa perspectiva se presenta un problema anterior a toda discusión sobre la memoria, el tiempo y la construcción de la validez del discurso relacionado con esos temas.
Poner de manifiesto la tarea emprendida por Reales y Caponi permite una reflexión sobre el archivo, a partir de la comprensión de la escritura, los soportes materiales, el papel, las máquinas procesadoras de texto, lo virtual y la comunicación. De esta manera, el planteo base al que me refiero es que la escritura está atravesada por la muerte y por la ausencia, y esto afecta la noción que se llegue a tener sobre el concepto de archivo, pues éste no puede ser identificado con la memoria de manera simple, sino con la muerte, el porvenir, las huellas y el borrado. Reitero mi alusión a la palabra letradura que condesa en gran medida esta especulación: Se trata de asumir que la escritura es muerte y ausencia como condición de posibilidad de poder decir algo, que sólo se constituye en restos diseminales de sentidos (no plenos, no unívocos) diferenciales constituidos por la materialidad de marcas, de huellas sin fondo y sin fin. El archivo, por lo tanto, será comprendido como el lugar de una exterioridad, de unos soportes sobre los cuales se inscriben e imprimen las huellas, además de estar habitado por una pulsión de muerte, esto es, por un trabajo de ocultamiento que realiza el archivo sobre sí mismo para, paradójicamente, preservarse y ofrecerse a la mirada insistente de los lectores del futuro.
Siguiendo en esta línea, son pertinentes las reflexiones de Noé Jitrik quien, en su ensayo: Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género (1995), desde una instancia centrada en el lenguaje y en relación con la dinámica y el procedimiento recupera la etimología del término referir, del verbo: refero (latín) que significa "volver a traer" (de esa raíz también surgen transferir, diferir, referencia); y la otra acepción que carga es la forma no personal: relatum (relato). Si pensamos que toda creación literaria parte de un referente (real o imaginariol) y que, por mediación del lenguaje, se crea la otra instancia, el referido (representación literaria) y, en un mismo procedimiento se implica no sólo qué se refiere (refero: volver a traer), sino cómo lo refiere (relatum: relato), es decir, cuál es el sistema de referencia, y cómo es esa mediación creativa del lenguaje. De acuerdo con lo expuesto y retomando, se puede afirmar que en la misma aplicación de la actividad se vuelve a traer, la apertura a nuevas significaciones, puestas en acto por las incesantes lecturas.
A eso aludía cuando señalaba que es posible caracterizar la tarea de Reales y Caponi como la quienes van al rescate del sentido de esa letra dura, al poner en acto la riqueza significativa de los textos de Antonio Di Benedetto.
Roland Barthes ha dicho que la intervención social de un texto, no se lleva a cabo forzosamente dentro del tiempo en el que ese texto se publica, en que ese texto aparece, por lo tanto no se debe medir ni por la popularidad de su recepción ni por la fidelidad del reflejo socioeconómico que en él se inscribe o que proyecta sobree algunos sociólogos ávidos de centrarlo en él, sino más bien por la conmoción que le permite exceder la leyes que una sociedad, una ideología, una filosofía, se dan para ponerse de acuerdo consigo. Tal exceso constituye la letra dura.
Por último, y tratando de recuperar la premisa inicial, la literatura es más que lenguaje, es el espacio de reconocimiento de todas las mutaciones sociales, concatenación singular, de objetos particulares, de atributos, que cifran el mundo. Para Alfonso Reyes: el fenómeno literario es fenomenografía, "donde cada ente literario está condenado a una vida eterna, siempre nueva y siempre naciente, mientras viva la humanidad".
Luego agrega que "el contenido de la literatura es, pues, la pura experiencia, no la experiencia de determinado orden de conocimientos, sino la experiencia contenida en la literatura"
Los textos de Escritos del exilio propician la exploración a través de diferentes variantes y actitudes de una voz y de una configuración de la crónica que convocan al diálogo de una confesión tan diagonal como identitaria. Es una escritura que trabaja con el ejercicio de la lengua crispada en los límites entre lo dicho y lo no dicho, son relatos que hacen ver y traen "el pasado como temporalidad 'en proceso' de construcción". Textos que operan en un borde entre lo biográfico y lo social, lecturas que pretenden acercar con la representación la verdad de una experiencia, incluso como paradoja del habla de un sujeto cronista y de los desplazamientos inevitables ante cualquier intento de autorrepresentación. Crónicas que manifiestan cómo, a pesar de las dispersiones que se dan en la escritura y que dan cuenta de la dificultad al pretender hacer materia de los objetos que refiere o situaciones de experiencias propias, se logra la impronta de representaciones literarias donde se leen registros de una vida y de una época.
Las apreciaciones críticas coinciden en calificar a los tiempos actuales como "una época memorial". Desde múltiples espacios se replican significantes e imágenes que intentan rescatar las marcas de una experiencia límite.
Esta compilación de Escritos del exilio invita a los lectores de Di Benedetto a volver a pensar la subjetividad en relación, en devenir, dentro o en contraste de horizontes y flujos culturales, y asumir la figura de sedimentos de la cultura, como aquello que se trae, lo incrustado en el ser, el recuerdo de una zona, de otro tiempo, que no pertenece a la franja histórica de la perspectiva cultural de la escritura.
Otro tópico tiene al cuerpo como territorio de escena y sufrimiento. El interrogante que suscita es cómo transmitir experiencias aterradoras, cómo establecer distancias entre la identidad de un cuerpo que habla desde una memoria de dolor, y la necesaria enmienda del paso al cuerpo social como espacio de reconocimiento y resguardo.
Para finalizar digo que una delgada columna de hollín o la marca entintada de una cuña de metal han permanecido como letra dura abiertas a la mirada tenaz y atenta de quienes las han rescatado del olvido y la entregan a la multiplicación de innumerables lecturas, de eso se trata el texto que hoy presentamos, un escritor, Antonio Di Benedetto, que ha ofrecido al porvenir el talento de sus ideas enmarcadas por el sufrimiento del exilio, y dos lectores Liliana Reales y Mauro Caponi que munidos de la insistencia se han hecho cargo de ese pasaje luminoso.
Buenos Aires, Coghlan, noviembre de 2012
Video. La presentación de Roberto Ferro se encuentra en 37:50 min.
Ana Abregú.
www.metaliteratura.com.ar
Literatura latinoamericana
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