Quienes tuvieron la fortuna de acceder a un ejemplar de la primera edición de Fervor de Buenos Aires, aparecida a mediados de julio de 1923, habrán advertido que la serie de poemas titulada “Sábados” va precedida de una dedicatoria: “Para mi novia, Concepción Guerrero” (La dedicatoria será gradualmente reducida en ediciones posteriores: “Para C. G.” en 1943; “A C. G.” de 1969 en adelante.). Este es el poema completo, tal como figura en el libro de 1923:
Sábados
Para mi novia, Concepción Guerrero.
Benjuí de tu presencia
que iré quemando luego en el recuerdo
y miradas felices
de bordear tu vivir.
Afuera hay un ocaso, alhaja oscura
engastada en el tiempo
que redime las calles humilladas
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron.
La tarde calla o canta.
Alguien descrucifica los anhelos
clavados en el piano.
Siempre la multitud de tu hermosura
en claro esparcimiento sobre mi alma.
*
* *
No hay más que una sola tarde
la única tarde de siempre.
Aquí está su remanso. Las palabras
no logran arraigarse en su paraje
y se escurren como agua.
El corazón refleja
tus labios que una noche serán besos
y mis ojos abiertos como heridas
habrán de sostener otros lugares.
Te traigo vanamente
mi corazón final para la fiesta.
*
* *
A despecho de tu desamor
tu hermosura
prodiga su milagro por el tiempo.
Está en ti la ventura
como la primavera en la hoja nueva.
Quedamente a tu vera
se desangra el silencio.
Ya casi no soy nadie,
soy tan solo un anhelo
que se pierde en la tarde.
En ti está la delicia
como está la crueldad en las espadas.
*
* *
Suave como una rosa fue tu silencio,
mas hoy lo rayan los presentimientos.
Empujando la reja
está la noche dura que desalma la quinta.
Nuestras dos soledades en la sala severa
se buscan como ciegos.
Acallando palabras momentáneas
hablan la angustia y tu pudor y mi anhelo.
Sobrevive a la tarde
la blancura gloriosa de tu carne.
En nuestro amor no hay algazara,
hay una pena parecida al alma.
*
* *
Tú
que ayer solo eras toda la hermosura
eres también todo el amor, ahora.
En Fervor, el poema consiste de cinco partes, que rotulo aquí, para facilitar la referencia, (a)-(e).
(a) apareció, bajo el título “Sábado” y sin dedicatoria, en Nosotros 160, septiembre de 1922, 59 (1997, 159), bajo la rúbrica “Poemas ultraístas”, que incluía trabajos de Borges, Francisco Piñero, Nora Lange, la uruguaya Clotilde Luisi (ganada a la causa ultraísta por Borges en el vapor que lo trajo a Buenos Aires en 1921), Helena Martínez, Roberto A. Ortelli, Guillermo Juan [Borges] y E. González Lanuza. Casi todas las personas mencionadas pertenecían al plantel que hacía Prisma y / o la primera Proa. Reproduzco el texto aparecido en Nosotros:
Sábados
(a)
Benjuí de tu presencia
que iré quemando luego en el recuerdo
y miradas felices
de bordear tu vivir
Afuera hay un ocaso joya oscura
engastada en el tiempo
que redime las calles humilladas
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron
La tarde calla o canta
Alguien descrucifica los acordes
clavados en el piano
Siempre la multitud de tu belleza
en claro esparcimiento sobre mi alma
También Manomètre 2, Lyon, octubre de 1922, 12 (1997, 160) trajo una versión de (a), ligeramente distinta. La misma revista publicaría, un mes tras la aparición del libro, una versión bilingüe de (c), bajo el irritante título “Atardecer -- Le soir tombe” (trad. de Émile Malespine): Manomètre 4, Lyon, agosto de 1923, 71 (1997, 177), que sólo aduce cambios de disposición del texto y de puntuación u ortografía. Borges y Malespine, el director de Manomètre, estaban en contacto ya desde agosto de 1922 cuando menos (presumiblemente gracias a la intervención de Guillermo de Torre, quien también publicaría en la revista francesa).[1] En septiembre-octubre de 1922, Malespine envió su poema “Clisés” a Buenos Aires, que apareció en Proa 2 (número impreso poco antes del 24-XI-1922), con una breve introducción sin firma, pero verosímilmente de Borges (falta en 1997 y en las bibliografías usuales).
La segunda parte, (b), la más antigua o, al menos, la que fue publicada más temprano, apareció con numerosas diferencias y con el título “Tarde lacia” en una revista española: Tableros 4, Madrid, 28-II-1922 (1997, 148). Puesto que el correo de Buenos Aires a Madrid tardaba por esa época unas tres semanas, Borges debió enviar el poema, a más tardar, a comienzos de febrero, es decir, a poco de conocer a Concepción. Reproduzco el texto aparecido en Madrid;
Tarde lacia
No hay más que una sola tarde
la única tarde de siempre.
Aquí está su remanso.
Las palabras
no logran arraigarse en el paisaje
y se escurren como agua.
El corazón refleja
tus labios que una noche serán besos
y mis ojos abiertos como heridas
aún sostendrán ciudades
El último jardín será el poniente
No parece que hubiera otras publicaciones de versiones previas del poema-
En una entrevista muy posterior, Borges recordará haber conocido a una hija de Concepción, que acudió a alguna de sus conferencias (Milleret 1970, 32-33). Esa hija, radicada posteriormente en Inglaterra; conservaba un ejemplar de Fervor, con una desvalida dedicatoria de Borges a su madre: “A mi dulce y cariñosa Concepción” (cf. Vaccaro 1996, 193).[2]
Existe otro ejemplar dedicado a la misma: “A Concepción Guerrero con todo mi amor. Jorge Luis Borges”. La dedicatoria se encuentra en la página del título, junto a la transcripción de la primera estrofa del poema “Sábados” (Lame Duck 2003, 24). Ya he escrito sobre estas problemáticas doublettes, que considero falsificaciones (véase mi trabajo “Dedicatorias de Borges a Macedonio [1930-1941]”: García 2018, capítulo 25).
Se acostumbra decir que Concepción fue la primera novia de Borges, pero no es correcto, ya que tuvo algunos romances previos en Europa. Pero todo indica que Concepción fue su primera novia argentina.
Borges había conocido a Concepción Guerrero (nacida en 1905) hacia enero de 1922. No está probado que se conocieran en casa de la familia Lange, según se viene afirmando, lo cual podría ser una interpretación apresurada de testimonios ambiguos de Borges. En efecto, los novios se citaban en casa de las Lange, pero Borges puede haber conocido en otra parte a la persona humilde y poco ilustrada que Concepción parece haber sido. Borges y ella mantuvieron un noviazgo que duró, a pesar de contratiempos e interrupciones, hasta fines de 1924 cuando menos, aunque hay testimonios de “amor” y de “cariño” aún en 1926 y 1928, abajo consignados. Que el noviazgo había sido encarado seriamente por Borges, lo certifica el hecho de que, al menos entre abril y julio de 1922, planeó casarse con ella; parte de ese proyecto fue la idea de rendir exámenes y obtener el título de profesor de inglés (que no obtuvo en esa ocasión).
La familia de Concepción se oponía al noviazgo, por razones desconocidas. La de Borges parece haberse enterado de la relación recién en 1923. Según quiere la leyenda, los Borges habrían viajado a Europa para alejar a Jorge Luis de su amada. Hasta prueba de lo contrario, descreo de esa versión.
Como fuere, los novios no sólo se encontraban algunos sábados en la casa de la familia Lange, sino que también remitían a esa dirección sus billetes amorosos, para que no fueran interceptados por los parientes. Según rumores que circulaban años atrás en Buenos Aires, habrían subsistido algunos de ellos en una colección privada argentina, a la que no tuve acceso.
Hay, por suerte, otros documentos que, si bien no han alcanzado gran difusión, son suficientemente claros. Los publiqué en dos de mis primeros libros: Cartas del fervor (1999) y Correspondencia Macedonio-Borges (2000; véase la Bibliografía):
El informe más antiguo llegado a mi conocimiento acerca de la relación figura en una carta escrita en francés, remitida a Maurice Abramowicz hacia el 15 de marzo de 1922 (en Cartas del fervor figura erróneamente entre las enviadas a Sureda). Mi traducción, que difiere de la del libro:
He leído, con cierta vergüenza, tu tarjeta, y te respondo enseguida. ¿Por qué esos temores y dudas y balbuceos?: nuestra amistad permanece tan firme como siempre, y las causas que han podido hacerme garabatear misivas secas y torpes son de aquellas que tú no puedes adivinar y que yo voy a narrarte de inmediato: los últimos dos o tres meses he reblandecido el corazón en un asunto amoroso, que ha imantado toda mi atención de una manera inusitada, hasta ahora, en mí... Ella tiene dieciséis años, se llama Concepción Guerrero, padece en un último arrabal la vida orgullosa y dura y monótona y tímida de una niña bien y pobre, es muy hermosa, argentina, de padres andaluces... (¡Y no olvides que dieciséis años en Sevilla o en Buenos Aires no son en ningún sentido esa cosa insípida, asombrada y boquiabierta que son más al Norte!) Pero, en fin, ¿cómo, sin un prolijo trabajo literario, hacer sentir a otro una persona desconocida? Renuncio, y me limito a decirte que estoy enamorado, totalmente, idiotamente.
El 10 de abril de 1922, Borges vuelve a escribir a Abramowicz (en Cartas del fervor, por error, ubicada entre las cartas a Sureda), y relata sus planes de casamiento. Mi traducción (que difiere de la del libro):
Primero, es probable – ¡sin broma! – que en dos o tres meses me encuentre por la Rue du Rhône e incluso por el Viejo Colegio, porque quiero hacer prosaicamente mi bachillerato para regresar aquí, entrar en la Facultad de Filosofía y Letras, hacer en dos años el trabajo de tres, obtener un título y –casarme con Concepción. Eso te sorprende, lo veo: sabe pues que, a pesar de la hostilidad de su familia y la ignorancia de la mía, nos pusimos de novios delante de ese paisaje mezquino de las afueras que adoro. ¡Ay! Yo, que he malgastado y jugado con las palabras durante toda mi vida, quisiera que tú me dieras ahora algunas de ellas para expresar lo que siento y he sentido. Felizmente, numerosos poetas –chinos, persas y peruanos– lo expresan por mí. Es, de todos modos, deplorable (¡he aquí que regresa la cobarde ironía!), que las palabras inventadas por Dios con la evidente intención de expresar con felicidad el milagro que se llama Concepción Guerrero (Belleza, Delicia, Hermosura) sean tan comunes. El azar hace que nos veamos siempre cerca del crepúsculo, en lo de Norah Lange, que nos deja solos en el jardín o en el salón bastante ruinoso. Hablamos muy poco, graves, distraídos, en la garganta una especie de angustia oscura de felicidad, hasta que se interpone la oscuridad de la noche y el rostro de Concepción cerca de mí se vuelve casi lejano. Cuando la abrazo, ella se estremece toda... Pero soy quizás un canalla por hablar de tales cosas, aún tan vagamente...
En carta a Sureda del 12 de abril de 1922, dice Borges: “Sigo escribiendo el libro metafísico-lírico-gualicheante-confesional, que pienso imprimir allá en la tierra de don Arturo, alias Schopenhauer.” Conjeturo que Borges alude a la escritura de Fervor de Buenos Aires, ya que “gualicheante” está relacionado con “gualicho”, y Fervor contiene varios versos que pueden verse como conjuro para conquistar o halagar a su novia. También los demás epítetos coinciden con el tono y los temas de Fervor. Esa hipótesis se ve confirmada en el párrafo siguiente, de la misma carta:
Ya te conté quizás que estoy enamoradísimo –así, como suena– de una muy admirable niña de diez y seis años, sangre andaluza, ojazos negros y una grata y apacible serenidad, con mar de fondo de ternura. Me duele dejarla.
En carta del 25 de julio de 1922, poco antes de dar el examen con el que aspiraba a ser profesor de inglés, Borges vuelve a escribir a Sureda:
¡Salve!- Llegó anoche tu carta. Te contesto enseguida, pero de prisa y corriendo, pues mañana me ha de suceder el cataclismo de un examen de inglés, certamen que de lograr debelarlo me traerá en galardón un título de profesor de la misma chirriona lengua, cosa enteramente inservible. Aquí me ves mortificado de gramáticas, diccionarios y otros bostezables libracos...
[…]
Me afianzo en mi enamoramiento. Ahora logro verla con mayor frecuencia a Concepción, dos y a veces tres veces por semana. Nos seguimos escudriñando el alma, bañándome yo el corazón en apacibles romanticismos y dulzura. Siempre azorados, como chicos. La gente en cuya casa la veo se ha hecho más buena conmigo y hasta me ayuda. Dios sabe en qué ha de parar todo esto.
La sombra de un viaje a Europa había comenzado a cernirse sobre los novios. Aunque fue concretado recién en julio de 1923, se lo planeaba ya desde 1922. En carta inédita a Guillermo de Torre, del 26 de junio de 1923, Borges relata:
Ya sabrás que en los alrededores del 20 [de julio] habremos de embarcarnos con rumbo a Londres, París, Jinebra –y venturosamente, España, único episodio del viaje que algún halago puede tener para mí. Me duele ausentarme de Concepción, y más que nada hoy que pues habíanse allanado la felicidad algunas las dificultades que antes nos separaban y puedo verla en su propia casa, donde soy bien [¿quisto?] de todos. Ella es hermosa –no solo su novio lo dice–, morena, apasionada con gravedad y enamorada con alguna tristeza, muy religiosa, de carácter más castellano tal vez que andaluz. Con justicia puedes achacar la reciente brevedad o poquedad de mis cartas a lo atareado que me tiene el enamoramiento...
Llega el día fatídico: los Borges se embarcan rumbo a Europa el 21 de julio de 1923. Borges había publicado poco antes Fervor de Buenos Aires, con la dedicatoria impresa del poema “Sábados” a su novia (cf. aquí al comienzo).
En algún imprecisable momento del viaje, Borges escribe a Carlos Pérez Ruiz, marginal amigo vanguardista y contertulio de Macedonio, quizás desde Gran Canaria, donde recaló el barco: “Ya supondrás lo tétrica que es para mí la travesía, pensando siempre en Concepción y en su ausencia.” (Vaccaro 1996, 222),
La ansiedad será pronto mayor. En una carta que Borges envió a Macedonio desde Londres, con matasellos del 20 de agosto de 1923, a pocas semanas de haber abandonado Argentina por segunda vez, Borges se lamenta de la separación:
¿A qué puntualizar con intensidad de palabras la caterva de días –ninguno alegre, todos turbios, alguno angustiosísimo– que han pasado por mí desde que le dije adiós a Conce y a Buenos Aires?
Cinco días antes, Borges había anotado en la contratapa de su ejemplar de Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad y representación) de Arthur Schopenhauer: “14 Agosto – 25 días – Londres. / Con esperanza de que Concepción me escriba” (el libro se conserva en el Pan-Klub, Buenos Aires. Accedí a las notas gracias a Patricia Artundo).
Hacia el 2 de septiembre de 1923, vuelve a escribir a Macedonio:
El 12 de setiembre estaremos en Ginebra. Voy allá con la temblorosa esperanza de que en el Consulado tengan alguna carta de C., esperándome. Si por alguna contingencia satánica sucede lo contrario, no me cabrá tamaño dolor en el pecho...
La desilusión impregna la carta de febrero de 1924, escrita en Valencia, poco antes del segundo regreso a Argentina:
Acerca de C. tendría ya tanto que contarte y temo tanto ser injusto en esta obligatoria brevedad de escribir, que prefiero esperar algún tiempo y decírtelo en tu camarote de la calle Rivadavia, entre yerba, guitarra y metafisiqueo.
Hay aún otro testimonio, si bien un tanto oblicuo: Borges estuvo en Nîmes en 1923 (compró allí, por ejemplo, un libro de Goethe: Gedichte [Poesías]. Leipzig: Philipp Reclam Jun., s/f; se lo conserva también en el Pan-Klub, contiene una nota de Borges). Aunque aparecido mucho más tarde en Luna de enfrente (1925), estimo que el poema “Por los viales de Nîmes” (excluido de las ediciones posteriores de Luna) alude a las decepcionantes evoluciones del noviazgo en los versos que dicen:
Este lugar es semejante a la dicha;
I yo no soy feliz.
[…]
Mi oscuridá difícil mortifica la calma.
Tenaces me suscitan
la afrenta de estar triste en la hermosura
y el deshonor de insatisfecha esperanza.
También los poemas “Antelación de amor” y “Dualidá en una despedida” (ambos de Luna) están relacionados, en la lectura biográfica, con la separación de la novia. Conjeturo que fueron escritos en 1923, durante el periplo por Europa (cito por las versiones del libro original, 1925, 13-14; agrego algún acento faltante). A mi modo de ver, no aluden a una separación definitiva, sino a la suscitada por el viaje de Borges:
Antelación de amor
Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
Ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
Ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento
Serán favor tan persuasivo de ideas
Como el mirar tu sueño implicado
En la vigilia de mis ávidos brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
Quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo
Me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud,
Divisaré esa playa última de tu ser
Y te veré por vez primera quizás,
Como Dios ha de verte,
Desbaratada la ficción del Tiempo,
Sin el amor, sin mí.
°
Dualidá en una despedida
Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y gustadora y monstruosa cual un Ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda y triste intimidá de los besos
Nos adunó la perfección del sufrir
El tiempo inevitable se divulgaba sobre el inútil tajamar del abrazo
Prodigábamos pasión juntamente no a nosotros tal vez sino a la venidera soledá
Yo iba saqueando el porvenir en tus labios aún no amados de amor
Nos rechazó la luz: la noche vino con urgencia de grito
Solicitamos juntos la verja en esa dura gravedad de la sombra que ya el lucero alivia
Como quien vuelve de una pradería yo volví de tu abrazo
Como quien sale de un país de espadas volví de tu sollozado querer
Tarde que se alza como sueño notorio entre la errante soñación de otras tardes.
Después yo fui alcanzando y rebasando noches y singladuras
A semejanza del candelabro judío que por gradual encendimiento se ilustra,
en luminarias de sucesiva esperanza te anhela mi amor de todas las horas.
El 9 de octubre de 1924, Ramón Gómez de la Serna le escribe a Guillermo de Torre: “De Borges he recibido una tarjeta con sus nuevas señas. ¿Es que se ha casado?”.
Borges había comunicado a Torre su mudanza a Av. Quintana 222 mediante carta inédita del 11 de agosto de 1924. Allí mismo había dicho: “He reanudado el amor con Concepción. He reñido con su familia, pero la veo muy seguido a ella”.
En una carta a Sureda, del 26 de noviembre de 1924 parece haberse enfriado la decisión de casarse: “Lo de mi casamiento, es prematuro, si bien sigo ennoviado con Concepción”.
Al parecer, el noviazgo no duraría mucho más. Desconozco documentos posteriores, si es que los hubo. Debe colegirse que el romance concluyó a fines de 1924 o comienzos de 1925.
Sin embargo, hay más testimonios escritos de esta relación, si bien de carácter dudoso: algunas dedicatorias manuscritas de Borges a Concepción. Las reproduzco en el orden cronológico de la aparición de los libros (junto con la de Fervor, arriba citada, conciernen a todos los volúmenes de prosa y verso publicados por Borges en la década del veinte):
Inquisiciones. Buenos Aires: Editorial Proa, 1925: “Para la hermosa Concepción Guerrero, con profundo amor. Jorge Luis Borges 1926 [sic, quizás error de Borges por “1925”]”.
Luna de enfrente. Buenos Aires: Editorial Proa, 1925: “A la señorita Concepción Guerrero, con todo mi afecto Georgie”.
El tamaño de mi esperanza. Buenos Aires: Editorial Proa, 1926: “A la señorita Concepción Guerrero, con la admiración y el respeto de Georgie”.
El idioma de los argentinos. Buenos Aires: M. Gleizer, 1928: “A Concepción Guerrero, con infatigable cariño”.
Cuaderno San Martín. Buenos Aires: Editorial Proa, 1929: “Para Concepción Guerrero con la amistad de Jorge Luis Borges”.
Todos esos volúmenes estaban en venta, hace unos años, por el anticuario norteamericano “Lame Duck”, con precios que oscilaban entre 25.000 y 75.000 dólares cada uno (el más caro, curiosamente, era El tamaño de mi esperanza). Ignoro el paradero actual de la colección. Ya en otras ocasiones me referí a ella, pues presentaba aspectos problemáticos, con alto riesgo de ser falsificaciones (es decir: falsas dedicatorias en verdaderas primeras ediciones).
(Hamburg, 5-VII-2024)
Bibliografía
Borges, Jorge Luis (1997): Textos recobrados, 1919-1929. Buenos Aires: Emecé, 1997.
Borges, Jorge Luis (1999): Cartas del fervor. Correspondencia con Maurice Abramowicz y Jacobo Sureda, 1919-1928. Prólogo: Joaquín Marco. Transcripción y traducción de las cartas en francés: Marietta Gargatagli. Datación, Notas, Semblanzas, Bibliografía: Carlos García. Edición al cuidado de Cristóbal Pera. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores / Emecé, 1999;
García, Carlos (2000): “Macedonio Fernández / Jorge Luis Borges”. Correspondencia 1922-1939. Crónica de una amistad. Edición y notas: Carlos García. Buenos Aires: Corregidor, 2000.
García, Carlos (2018): Borges, mal lector y otros textos. Córdoba: Alción Editora, 2018.
Vaccaro, Alejandro: Georgie, 1899-1930. Una vida de Jorge Luis Borges. Buenos Aires: Editorial Proa / Alberto Casares, 1996.
Milleret, Jean de: Entrevistas con Jorge Luis Borges. Caracas: Monte Ávila, 1970.
[1] Emile Malespine (1892-1953): Escritor y médico francés, director de la revista literaria suridéaliste Manomètre (Lyon, 1922-1928; reedición facsímil: Collection des réimpresions des revues d'avant-garde, 10. Paris: Place, 1977). Colaboró en Proa y Alfar, seguramente por mediación de Borges y Torre (ambos colaboraron en Manomètre; hacia 1922, y según indica una carta inédita y sin fecha a su madre, Jacobo Sureda remitió dibujos en tinta china a la revista, donde, sin embargo, no aparecieron). Torre mantuvo con él correspondencia.
[2] Como ya mencioné en otras ocasiones, tuve acceso al contenido de ese volumen antes de su publicación, porque Vaccaro pasó una semana conmigo en Hamburg, donde discutimos cada párrafo de su biografía. Vaccaro, por su parte, tuvo acceso a las correspondencias de Borges con Maurice Abramowicz, Jacobo Sureda y Macedonio Fernández, cuyas ediciones yo venía preparando (y aparecieron en 1999 y 2000), de modo que nuestros saberes estaban muy imbricados.
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