METALITERATURA

Beca Creación 2021. Fondo Nacional de las Artes 2021.



Borges y Concepción Guerrero (1922-1929?) Entre el amor y la melancolía

8/19/2024 De interes

Carlos García*

“Para mi novia, Concepción Guerrero”

Fervor de Buenos Aires

 

Es una aciaga costumbre de muchos seguidores de Borges interesarse más en su vida privada que en su literatura. Deploro esa preferencia. En mis libros sobre él apenas me ocupé de sus circunstancias personales, salvo que fuera necesario mencionarlas para ubicar en contexto su producción. Los materiales que recogeré en este trabajo sobre la relación entre Jorge Luis Borges y Concepción Guerrero están en mi poder desde mediados de los 90. Si no los publiqué hasta hoy agrupados de esta manera, es porque no deseaba parti­cipar en lo que arriba critiqué. Pero son tantos los despropósitos que en relación con estos temas se propalan, que aspiro a elevar el nivel de la discusión aportando datos fehacientes, registrados en orden cronológico.

 

 
Por:   Carlos García

Quienes tuvieron la fortuna de acceder a un ejemplar de la primera edición de Fervor de Buenos Aires, aparecida a mediados de julio de 1923, habrán advertido que la serie de poemas titulada “Sábados” va precedida de una dedicatoria: “Para mi novia, Concepción Guerrero” (La dedi­catoria será gradualmente reducida en ediciones posteriores: “Para C. G.” en 1943; “A C. G.” de 1969 en adelante.). Este es el poema completo, tal como figura en el libro de 1923:

Sábados

Para mi novia, Concepción Guerrero.

Benjuí de tu presencia

que iré quemando luego en el recuerdo

y miradas felices

de bordear tu vivir.

Afuera hay un ocaso, alhaja oscura

engastada en el tiempo

que redime las calles humilladas

y una honda ciudad ciega

de hombres que no te vieron.

La tarde calla o canta.

Alguien descrucifica los anhelos

clavados en el piano.

Siempre la multitud de tu hermosura

en claro esparcimiento sobre mi alma.

*

* *

No hay más que una sola tarde

la única tarde de siempre.

Aquí está su remanso. Las palabras

no logran arraigarse en su paraje

y se escurren como agua.

El corazón refleja

tus labios que una noche serán besos

y mis ojos abiertos como heridas

habrán de sostener otros lugares.

Te traigo vanamente

mi corazón final para la fiesta.

*

* *

A despecho de tu desamor

tu hermosura

prodiga su milagro por el tiempo.

Está en ti la ventura

como la primavera en la hoja nueva.

Quedamente a tu vera

se desangra el silencio.

Ya casi no soy nadie,

soy tan solo un anhelo

que se pierde en la tarde.

En ti está la delicia

como está la crueldad en las espadas.

*

* *

Suave como una rosa fue tu silencio,

mas hoy lo rayan los presentimientos.

Empujando la reja

está la noche dura que desalma la quinta.

Nuestras dos soledades en la sala severa

se buscan como ciegos.

Acallando palabras momentáneas

hablan la angustia y tu pudor y mi anhelo.

Sobrevive a la tarde

la blancura gloriosa de tu carne.

En nuestro amor no hay algazara,

hay una pena parecida al alma.

*

* *

que ayer solo eras toda la hermosura

eres también todo el amor, ahora.

 

En Fervor, el poema con­siste de cinco partes, que rotulo aquí, para fa­ci­li­tar la refe­rencia, (a)-(e).

(a) apare­ció, bajo el título “Sába­do” y sin dedica­toria, en Noso­tros 160, sep­tiem­bre de 1922, 59 (1997, 159), bajo la rúbrica “Poemas ultra­ístas”, que incluía tra­bajos de Bor­ges, Francisco Piñero, Nora Lange, la uru­guaya Clotilde Luisi (ga­nada a la causa ul­traísta por Bor­ges en el vapor que lo trajo a Buenos Ai­res en 1921), Helena Mar­tínez, Roberto A. Or­telli, Gui­llermo Juan [Borges] y E. González La­nuza. Casi todas las personas mencionadas per­tenecían al plantel que hacía Prisma y / o la primera Proa. Reproduzco el texto aparecido en Nosotros:

Sábados

(a)

Benjuí de tu presencia

que iré quemando luego en el recuerdo

y miradas felices

de bordear tu vivir

Afuera hay un ocaso joya oscura

engastada en el tiempo

que redime las calles humilladas

y una honda ciudad ciega

de hombres que no te vieron

La tarde calla o canta

Alguien descrucifica los acordes

clavados en el piano

Siempre la multitud de tu belleza

en claro esparcimiento sobre mi alma

 

También Ma­no­mètre 2, Lyon, octubre de 1922, 12 (1997, 160) tra­jo una ver­sión de (a), lige­ramente distinta. La mis­ma revista pu­­­blicaría, un mes tras la apari­ción del libro, una versión bilin­güe de (c), ba­jo el irritante título “Atar­decer -- Le soir tombe” (trad. de Émile Mal­es­pi­ne): Mano­mètre 4, Lyon, agosto de 1923, 71 (1997, 177), que sólo aduce cam­bios de dis­po­si­ción del texto y de pun­tuación u ortogra­fía. Borges y Malespine, el director de Mano­mètre, es­ta­ban en con­tacto ya desde agosto de 1922 cuando me­nos (presumi­ble­mente gra­cias a la intervención de Guillermo de To­rre, quien tam­bién publicaría en la re­­vista francesa).[1] En sep­tiem­bre-octubre de 1922, Malespine envió su po­e­ma “Clisés” a Bue­­nos Ai­res, que apa­reció en Proa 2 (número impreso poco antes del 24-XI-1922), con una bre­ve in­troducción sin firma, pero verosí­mil­mente de Borges (falta en 1997 y en las biblio­grafías usuales).

La segunda parte, (b), la más antigua o, al menos, la que fue publicada más temprano, apareció con numerosas diferencias y con el título “Tarde lacia” en una revista española: Tableros 4, Madrid, 28-II-1922 (1997, 148). Puesto que el correo de Buenos Aires a Madrid tardaba por esa época unas tres semanas, Borges debió enviar el poema, a más tardar, a comienzos de febrero, es decir, a poco de conocer a Concepción. Reproduzco el texto aparecido en Madrid;

Tarde lacia

No hay más que una sola tarde

la única tarde de siempre.

Aquí está su remanso.

Las palabras

no logran arraigarse en el paisaje

y se escurren como agua.

El corazón refleja

tus labios que una noche serán besos

y mis ojos abiertos como heridas

aún sostendrán ciudades

El último jardín será el poniente

 

No parece que hubiera otras publicaciones de versiones previas del poema-

En una entre­vista muy pos­terior, Borges re­cordará ha­ber co­no­­cido a una hija de Con­cep­­ción, que acudió a al­guna de sus con­fe­ren­cias (Milleret 1970, 32-33). Esa hija, ra­­­di­­cada pos­te­riormen­te en In­­glaterra; con­servaba un ejem­plar de Fer­vor, con una des­va­li­da dedi­cato­ria de Borges a su madre: “A mi dulce y ca­riñosa Con­cep­ción” (cf. Vac­caro 1996, 193).[2]

Existe otro ejemplar dedi­cado a la misma: “A Con­cepción Guerrero con todo mi amor. Jorge Luis Borges”. La dedicatoria se en­cuentra en la página del título, junto a la transcripción de la primera estrofa del poema “Sábados” (Lame Duck 2003, 24). Ya he escri­to sobre estas problemáticas dou­blettes, que considero falsificaciones (véase mi trabajo “Dedicatorias de Borges a Macedonio [1930-1941]”: García 2018, capítulo 25).

Se acostumbra decir que Concepción fue la primera novia de Borges, pero no es correcto, ya que tuvo algunos romances previos en Europa. Pero todo indica que Concepción fue su primera novia argen­tina.

Borges había conocido a Concepción Guerrero (nacida en 1905) hacia enero de 1922. No está pro­bado que se co­nocieran en casa de la familia Lan­ge, se­gún se vie­ne afir­mando, lo cual podría ser una in­ter­­pre­tación apre­su­rada de tes­ti­mo­nios am­bi­guos de Bor­­­ges. En efecto, los novios se citaban en casa de las Lange, pero Borges puede ha­­ber cono­cido en otra parte a la per­sona hu­­milde y poco ilus­trada que Concepción parece haber sido. Bor­­ges y ella man­­­­­­­­­­tuvieron un no­viaz­go que duró, a pesar de con­tra­tiem­pos e in­te­rrupciones, has­ta fines de 1924 cuando menos, aunque hay testimonios de “amor” y de “cariño” aún en 1926 y 1928, abajo consignados. Que el no­viaz­go había sido encarado seriamente por Borges, lo certifica el hecho de que, al menos entre abril y julio de 1922, pla­neó ca­sar­se con ella; parte de ese proyecto fue la idea de rendir exá­menes y ob­tener el título de profesor de in­glés (que no obtuvo en esa ocasión).

La familia de Concepción se oponía al noviazgo, por razones desconocidas. La de Borges parece haberse enterado de la relación recién en 1923. Según quiere la leyenda, los Borges habrían viajado a Europa para alejar a Jorge Luis de su amada. Hasta prueba de lo contrario, descreo de esa versión.

Como fuere, los novios no sólo se encontraban algunos sábados en la casa de la familia Lange, sino que también remitían a esa dirección sus billetes amorosos, para que no fueran intercep­tados por los parientes. Según rumores que circulaban años atrás en Buenos Aires, habrían subsistido algunos de ellos en una colección privada argentina, a la que no tuve acceso.

Hay, por suerte, otros documentos que, si bien no han alcanzado gran difusión, son suficien­temente claros. Los publiqué en dos de mis primeros libros: Cartas del fervor (1999) y Co­rrespondencia Macedonio-Borges (2000; véase la Bibliografía):

El informe más antiguo llegado a mi conocimiento acerca de la relación figura en una carta escrita en francés, remitida a Maurice Abramowicz hacia el 15 de marzo de 1922 (en Cartas del fervor figura erróneamente entre las enviadas a Sureda). Mi traducción, que difiere de la del libro:

He leído, con cierta vergüenza, tu tarjeta, y te respondo en­se­gui­da. ¿Por qué esos temores y dudas y balbuceos?: nuestra amis­tad per­manece tan firme como siempre, y las causas que han po­dido hacerme garabatear misivas secas y torpes son de aquellas que tú no puedes adi­vinar y que yo voy a narrarte de in­me­diato: los últi­mos dos o tres meses he reblandecido el corazón en un asunto amo­roso, que ha iman­tado toda mi atención de una manera inusita­da, hasta ahora, en mí... Ella tie­ne dieciséis años, se llama Con­cep­ción Gue­rrero, padece en un último arrabal la vida or­­gullosa y dura y mo­nótona y tímida de una niña bien y pobre, es muy hermosa, ar­gentina, de padres andaluces... (¡Y no olvides que dieciséis años en Se­villa o en Bue­nos Aires no son en ningún sen­tido esa cosa insí­pida, asombrada y boquiabierta que son más al Norte!) Pero, en fin, ¿cómo, sin un pro­lijo trabajo literario, ha­cer sentir a otro una persona des­co­no­cida? Renuncio, y me li­mito a decirte que estoy enamorado, total­mente, idiotamente.

El 10 de abril de 1922, Borges vuelve a escribir a Abramowicz (en Cartas del fervor, por error, ubicada entre las cartas a Sureda), y relata sus planes de casamiento. Mi traducción (que difiere de la del libro):

Primero, es probable – ¡sin broma! – que en dos o tres me­ses me encuentre por la Rue du Rhône e incluso por el Viejo Co­le­gio, por­que quiero hacer pro­saicamente mi bachillerato para re­gresar aquí, entrar en la Facultad de Filo­sofía y Letras, hacer en dos años el trabajo de tres, obtener un título y –casarme con Con­cepción. Eso te sor­pren­de, lo veo: sabe pues que, a pesar de la hostilidad de su fami­lia y la igno­rancia de la mía, nos pusimos de novios delante de ese paisaje mezquino de las afue­ras que adoro. ¡Ay! Yo, que he malgastado y jugado con las palabras du­rante to­da mi vida, qui­siera que tú me dieras ahora algunas de ellas para ex­presar lo que siento y he sentido. Felizmente, nu­merosos poe­tas –chi­nos, persas y pe­ruanos– lo expresan por mí. Es, de todos modos, deplo­rable (¡he aquí que re­gresa la cobarde iro­nía!), que las palabras in­venta­das por Dios con la evidente in­tención de expresar con felicidad el mi­lagro que se llama Concep­ción Gue­rre­ro (Belleza, Delicia, Hermo­sura) sean tan comunes. El azar hace que nos vea­mos siempre cerca del crepúsculo, en lo de Norah Lange, que nos deja solos en el jardín o en el salón bas­tante ruinoso. Ha­blamos muy poco, gra­ves, dis­traídos, en la gar­ganta una especie de angustia oscura de felicidad, hasta que se in­terpone la oscuridad de la noche y el rostro de Concepción cerca de mí se vuelve casi lejano. Cuando la abra­zo, ella se estremece toda... Pero soy qui­zás un canalla por hablar de ta­les cosas, aún tan vaga­mente...

En carta a Sureda del 12 de abril de 1922, dice Borges: “Sigo escribiendo el libro metafísi­co-lírico-gua­li­cheante-confe­sio­nal, que pienso imprimir allá en la tierra de don Arturo, alias Scho­pen­hauer.” Conjeturo que Borges alude a la escritura de Fervor de Buenos Aires, ya que “gua­licheante” está relacionado con “gualicho”, y Fervor contiene varios versos que pueden verse como con­juro para conquistar o halagar a su novia. También los demás epítetos coinciden con el tono y los temas de Fer­vor. Esa hipótesis se ve confirmada en el párrafo siguiente, de la misma carta:

Ya te conté qui­zás que estoy enamoradísimo –así, como suena– de una muy ad­mi­rable niña de diez y seis años, sangre andaluza, ojazos ne­gros y una grata y apacible serenidad, con mar de fondo de ter­nura. Me due­le de­jarla.

En carta del 25 de julio de 1922, poco antes de dar el examen con el que aspiraba a ser profesor de inglés, Borges vuelve a escribir a Sureda:

¡Salve!- Llegó anoche tu carta. Te contesto enseguida, pero de pri­sa y corriendo, pues mañana me ha de suceder el cataclismo de un exa­men de inglés, certamen que de lograr debelarlo me traerá en ga­lardón un título de profesor de la misma chirriona lengua, cosa en­teramente in­ser­vible. Aquí me ves mortificado de gramáticas, dic­cionarios y otros bos­te­za­bles libracos...

[…]

Me afianzo en mi enamoramiento. Ahora logro verla con mayor fre­cuencia a Concepción, dos y a veces tres veces por semana. Nos se­guimos escudriñando el alma, bañándome yo el corazón en apaci­bles romanticismos y dulzura. Siempre azorados, como chi­cos. La gente en cuya casa la veo se ha hecho más buena conmigo y hasta me ayuda. Dios sabe en qué ha de parar todo esto.

La sombra de un viaje a Europa había comenzado a cernirse sobre los novios. Aunque fue concretado recién en julio de 1923, se lo planeaba ya desde 1922. En carta inédita a Guillermo de Torre, del 26 de junio de 1923, Borges relata:

Ya sabrás que en los al­rededo­res del 20 [de julio] habremos de embarcarnos con rumbo a Londres, París, Jinebra –y venturosamente, España, único episodio del viaje que algún halago puede tener para mí. Me duele ausentarme de Con­cep­ción, y más que nada hoy que pues habíanse allanado la felici­dad algunas las dificultades que antes nos separaban y puedo verla en su propia casa, donde soy bien [¿quisto?] de to­dos. Ella es her­mosa –no solo su novio lo dice–, morena, apa­­sionada con gra­ve­dad y enamorada con alguna tristeza, muy reli­giosa, de carácter más cas­tellano tal vez que andaluz. Con jus­ticia puedes achacar la re­ciente brevedad o poquedad de mis cartas a lo atareado que me tiene el enamora­miento...

Llega el día fatídico: los Borges se embarcan rumbo a Europa el 21 de julio de 1923. Borges había publicado poco antes Fervor de Buenos Aires, con la dedicatoria impresa del poema “Sábados” a su novia (cf. aquí al comienzo).

En algún imprecisable momento del viaje, Borges escribe a Carlos Pérez Ruiz, marginal amigo vanguardista y contertulio de Macedonio, quizás desde Gran Canaria, donde recaló el barco: “Ya supondrás lo tétrica que es para mí la travesía, pensando siempre en Concepción y en su ausencia.” (Vaccaro 1996, 222),

La ansiedad será pronto mayor. En una carta que Borges envió a Macedonio desde Londres, con mata­sellos del 20 de agosto de 1923, a pocas semanas de haber abandonado Argentina por segunda vez, Borges se lamenta de la separación:

¿A qué puntualizar con intensidad de pa­labras la ca­terva de días –ninguno alegre, todos turbios, al­guno angustio­sí­simo– que han pa­sado por mí des­de que le dije adiós a Conce y a Buenos Aires?

Cinco días antes, Borges había anotado en la contratapa de su ejemplar de Die Welt als Wille und Vor­stellung (El mundo como voluntad y representación) de Arthur Schopenhauer: “14 Agosto – 25 días – Londres. / Con es­­pe­ranza de que Concepción me escriba” (el libro se con­serva en el Pan-Klub, Buenos Aires. Accedí a las notas gracias a Patricia Artundo).

Hacia el 2 de septiembre de 1923, vuelve a escribir a Macedonio:

El 12 de setiembre estaremos en Ginebra. Voy allá con la tem­blo­ro­sa esperanza de que en el Consulado tengan al­guna carta de C., esperándome. Si por al­guna contingen­cia satánica sucede lo con­trario, no me cabrá tamaño do­lor en el pecho...

La desilusión impregna la carta de febrero de 1924, escrita en Valencia, poco antes del segundo regreso a Argentina:

Acerca de C. tendría ya tanto que contarte y temo tanto ser in­justo en esta obligato­ria brevedad de escribir, que pre­fiero es­perar algún tiempo y decírtelo en tu cama­rote de la calle Rivadavia, entre yerba, guitarra y metafisiqueo.

Hay aún otro testimonio, si bien un tanto oblicuo: Borges estuvo en Nîmes en 1923 (compró allí, por ejemplo, un libro de Goethe: Gedichte [Poesías]. Leipzig: Phi­lipp Reclam Jun., s/f; se lo conserva también en el Pan-Klub, contiene una nota de Borges). Aunque aparecido mucho más tarde en Luna de enfrente (1925), estimo que el poema “Por los viales de Nîmes” (excluido de las ediciones posteriores de Luna) alude a las decepcionantes evoluciones del noviazgo en los versos que dicen:

Este lugar es semejante a la dicha;

I yo no soy feliz.

[…]

Mi oscuridá difícil mortifica la calma.

Tenaces me suscitan

la afrenta de estar triste en la hermosura

y el deshonor de insatisfecha esperanza.

 

Tam­bién los poemas “An­te­­lación de amor” y “Dua­li­dá en una des­­pe­di­da” (ambos de Luna) están relacionados, en la lectura biográfica, con la separación de la novia. Conjeturo que fueron escritos en 1923, durante el periplo por Europa (cito por las versiones del libro original, 1925, 13-14; agrego algún acento faltante). A mi modo de ver, no aluden a una separación definitiva, sino a la suscitada por el viaje de Borges:

An­te­­lación de amor

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta

Ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,

Ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento

Serán favor tan persuasivo de ideas

Como el mirar tu sueño implicado

En la vigilia de mis ávidos brazos.

Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,

Quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo

Me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.

Arrojado a quietud,

Divisaré esa playa última de tu ser

Y te veré por vez primera quizás,

Como Dios ha de verte,

Desbaratada la ficción del Tiempo,

Sin el amor, sin mí.

°

Dualidá en una despedida

Tarde que socavó nuestro adiós.

Tarde acerada y gustadora y monstruosa cual un Ángel oscuro.

Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda y triste intimidá de los besos

Nos adunó la perfección del sufrir

El tiempo inevitable se divulgaba sobre el inútil tajamar del abrazo

Prodigábamos pasión juntamente no a nosotros tal vez sino a la venidera soledá

Yo iba saqueando el porvenir en tus labios aún no amados de amor

Nos rechazó la luz: la noche vino con urgencia de grito

Solicitamos juntos la verja en esa dura gravedad de la sombra que ya el lucero alivia

Como quien vuelve de una pradería yo volví de tu abrazo

Como quien sale de un país de espadas volví de tu sollozado querer

Tarde que se alza como sueño notorio entre la errante soñación de otras tardes.

Después yo fui alcanzando y rebasando noches y singladuras

A semejanza del candelabro judío que por gradual encendimiento se ilustra,

en luminarias de sucesiva esperanza te anhela mi amor de todas las horas.

 

El 9 de octubre de 1924, Ramón Gómez de la Serna le escribe a Guillermo de Torre: “De Borges he recibido una tarjeta con sus nuevas señas. ¿Es que se ha casado?”.

Borges había comunicado a Torre su mudanza a Av. Quintana 222 mediante carta inédita del 11 de agosto de 1924. Allí mismo había dicho: “He reanudado el amor con Concepción. He reñido con su familia, pero la veo muy seguido a ella”.

En una carta a Sureda, del 26 de noviembre de 1924 parece haberse enfriado la decisión de casarse: “Lo de mi casamiento, es prematuro, si bien sigo ennoviado con Con­­­cep­ción”.

Al parecer, el noviazgo no duraría mucho más. Desconozco documentos posteriores, si es que los hubo. Debe colegirse que el romance concluyó a fines de 1924 o comienzos de 1925.

Sin embargo, hay más testimonios escritos de esta relación, si bien de carácter dudoso: algunas dedicatorias manuscritas de Borges a Concepción. Las reproduzco en el orden cronológico de la aparición de los libros (junto con la de Fervor, arriba citada, conciernen a todos los volúmenes de prosa y verso pu­blicados por Bor­ges en la década del veinte):

Inquisiciones. Buenos Aires: Editorial Proa, 1925: “Para la hermosa Concepción Guerrero, con profundo amor. Jorge Luis Borges 1926 [sic, quizás error de Borges por “1925”]”.

Luna de enfrente. Buenos Aires: Editorial Proa, 1925: “A la señorita Concepción Guerrero, con todo mi afecto Georgie”.

El tamaño de mi esperanza. Buenos Aires: Editorial Proa, 1926: “A la señorita Concepción Guerrero, con la admiración y el respeto de Georgie”.

El idioma de los argentinos. Buenos Aires: M. Gleizer, 1928: “A Concepción Guerrero, con infatigable cariño”.

Cuaderno San Martín. Buenos Aires: Editorial Proa, 1929: “Para Concepción Guerrero con la amistad de Jorge Luis Borges”.

Todos esos volúmenes estaban en venta, hace unos años, por el anticuario norteamericano “Lame Duck”, con precios que oscilaban entre 25.000 y 75.000 dólares cada uno (el más caro, curiosamente, era El tamaño de mi esperanza). Ignoro el paradero actual de la colección. Ya en otras ocasiones me referí a ella, pues presentaba aspectos problemáticos, con alto riesgo de ser fal­si­ficaciones (es decir: falsas dedicatorias en verdaderas primeras ediciones).

(Hamburg, 5-VII-2024)

 

 

Bibliografía

Borges, Jorge Luis (1997): Textos recobrados, 1919-1929. Buenos Aires: Emecé, 1997.

Borges, Jorge Luis (1999): Cartas del fervor. Co­rres­pondencia con Maurice Abramowicz y Ja­cobo Sureda, 1919-1928. Prólogo: Joaquín Marco. Transcripción y traducción de las cartas en francés: Marietta Gargatagli. Datación, Notas, Semblanzas, Bibliografía: Carlos García. Edi­ción al cuidado de Cristóbal Pera. Bar­celona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores / Emecé, 1999;

García, Carlos (2000): “Macedonio Fernández / Jorge Luis Borges”. Correspondencia 1922-1939. Cró­nica de una amistad. Edición y notas: Carlos García. Buenos Aires: Corregidor, 2000.

García, Carlos (2018): Borges, mal lector y otros textos. Córdoba: Alción Editora, 2018.

Vaccaro, Alejandro: Georgie, 1899-1930. Una vida de Jorge Luis Borges. Buenos Aires: Editorial Proa / Alberto Casares, 1996.

Milleret, Jean de: Entrevistas con Jorge Luis Borges. Caracas: Monte Ávila, 1970.



[1] Emile Malespine (1892-1953): Escritor y médico francés, di­rec­tor de la re­vista litera­ria sur­idéaliste Manomètre (Lyon, 1922-1928; reedición facsímil: Collection des réim­presions des revues d'avant-garde, 10. Paris: Place, 1977). Colaboró en Proa y Al­far, segura­men­te por mediación de Borges y Torre (ambos colaboraron en Mano­mètre; hacia 1922, y según indica una carta inédita y sin fecha a su madre, Jacobo Sureda re­mitió dibujos en tinta china a la revista, donde, sin embargo, no apare­cieron). Torre mantuvo con él correspon­den­cia.

[2] Como ya mencioné en otras ocasiones, tuve acceso al contenido de ese volumen antes de su publicación, porque Vaccaro pasó una semana conmigo en Hamburg, donde discutimos cada párrafo de su biografía. Vaccaro, por su parte, tuvo acceso a las correspondencias de Borges con Maurice Abra­mowicz, Jacobo Sureda y Macedonio Fernández, cuyas ediciones yo venía preparando (y aparecieron en 1999 y 2000), de modo que nuestros saberes estaban muy imbricados.

 

Carlos García (Bs. As., 1953). Marchó a Europa en 1977; vive en Hamburg desde 1979. Especialista en autores de la vanguardia histórica y en la edición comentada de correspondencias literarias, entre ellas varias de Borges y Macedonio Fernández.